Por Xavier Carrió.- Escribo esto en el momento que acaban de salir de su encierro todos los mineros que han pasado más de dos meses en la Mina Esperanza. Es una demostración de lo que los seres humanos son capaces de realizar individual y colectivamente hasta conseguir un objetivo. Mis felicitaciones a los mineros, a todo el pueblo chileno y a sus dirigentes que han sido capaces de resolver con nota gracias a su determinación y la colaboración de todos ellos, cuando se está dispuesto a luchar todos a una contra la adversidad. Ésta es la segunda de las grandes catástrofes sufridas por Chile en este último año.
El desfile de ayer nos muestra la otra cara, es la imagen de un ejército disminuido por la crisis, desfilando sin gasolina, una población deseosa de mostrar su enfado ante un gobernante que nos ha puesto al borde de la catástrofe nacional a la que vimos a un Zapatero con la cara cada vez más contraída pero aferrado como una lapa al poder y dispuesto a hundir el país con tal de no dejar sin poltrona y coche oficial a sus colegas sean del partido, sindicato o ministras de cuota.
Uno tiene la impresión viendo la paralisis de las instituciones y la inoperancia del gobierno que el pueblo español está atrapado por derrumbe a 1000 metros de la superficie y mientras arriba gobierno y oposición llevan ya meses discutiendo la manera de salvarlos, sin hacer nada. Me pregunto cuál hubiera sido su resolución de este asunto si el accidente de la mina hubiera ocurrido aquí. Seguro que a estas horas estaríamos aún discutiendo quien tiene que salvar a los mineros, si el Estado, las autonomias, los partidos o los sindicatos, cuando tienen los desenterradores de la memoria histórica que son expertos en estos menesteres, mano sobre mano. Total, que los mineros a estas alturas se podrían dar por muertos.