El día 29 de septiembre, día de algarada sindical, los abuelos deben seguir llevando a sus nietos al colegio y los jóvenes acudiendo al instituto o centro educativo correspondiente. Solo la mala fe, el afán de hacer daño y el odio que pretenden extender los sindicatos marxistas y comunistas puede llevar a pedir a los abuelos que abandonen a sus nietos de mala manera y ‘puteen’ a sus hijos; es decir, que se enfrenten a sus familias.
Al representante ugetista de Andalucía que ha dicho semejante sandez en la llamada a la huelga del 29-S, deberían expulsarle del sindicato marxista por el daño intencionado que ha pretendido hacer; esa soberbia, muy propia de sindicalistas que no han trabajado jamás y siguen defraudando a sus empresas, merece un puntapié en el trasero, un esputo en la oreja, tres gorrazos en el coco y dos soplamocos en los mofletes.
¿Se puede ser más incoherente? ¿Se puede alcanzar mayor grado de estupidez? Pues, no, aunque los sindicatos obreros se ve que están dispuestos a todo. Lo que no saben es que la ciudadanía está dispuesta, también, a darles a ellos un escarmiento, tras demostrarse en la prensa seria la mafia y el latrocinio interesado entre quienes pululan en los aledaños del mundo sindical de clase. La desvergüenza y el nerviosismo se han instalado en quienes decían defender “a los pobres del mundo y a los esclavos sin pan”.
Hoy, en pleno siglo XXI, ya nadie duda que los sindicatos de origen marxista y comunista son un lastre para el desarrollo de las sociedades y una rémora para la consolidación estable del mundo laboral; por eso España permanece estancada, entre otros motivos, mientras los países de nuestro entorno llevan tiempo creciendo alrededor del dos por ciento.