Los presos de ETA son material quemado.

Dade hace algunos años la política penitenciaria del Gobierno ha sido plenamente acertada, al conseguir que los presos de la banda asesina y terrorista, ETA, permanecieran alejados de las Vascongadas. En ello tuvo mucho que ver el ministro de «la patada en la puerta». Posteriormente, Mayor Oreja potenció ese tipo de política y puso entre la espada y la pared al clan asesino que dio nombre al «problema vasco».

Esa misma política la ha mantenido Alfredo Pérez Rubalcaba hasta que con la tregua-trampa Zapatero se ablandó y acabó amamantando a la serpiente que la planificación política de Aznar había puesto contra las cuerdas. Hoy Fredi Rubalcaba se ha bajado los pantalones y no sabemos a qué atenernos. Ha acercado cientos de presos etarras (mal llamados «presos políticos«) a Nanclares de Oca, a pesar de haberlo negado, de la misma forma que negó los asesinatos  del GAL y de Lasa y Zabala, cuando sabía todo punto por punto. Además de conocer la premeditación, alevosía, nocturnidad y mala fe asesina de los gerentes de las cloacas de Moncloa.

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