Un caradura presidiendo una institución desprestigiada
José Bono, falangista y presidente del Congreso de los diputados, junto al chalé de su hijo.
Este señor de la foto preside el Congreso de los Diputados, aunque más bien habría que decir: el «Congreso de los Puñeteros». Está obligado a mantener la respetabilidad de la que presuntamente debería ser la mayor institución del Estado, pero su caradura le impide trabajar por los españoles y para España. «¡Al caradura, al caradura!», le decían a José Bono en Toledo.
Ha demostrado ser un mediocre de castigo y un monigote de látigo, pero aprovechado hasta más no poder. ¡Que nadie se confunda, no son insultos, sino adjetivos!
El mismo Bono fue el que, en su día, obligó a declarar los bienes de todos los diputados del arco parlamentario, tal vez para tapar sus adquisiciones por dudosas artes no confesadas aún. Sin duda, acabará como Barrionuevo y Vera. Al tiempo.
En palabras suyas: «el bolsillo de sus componentes debería ser de cristal». Y lo dijo ante los diputados de Castilla la Mancha, a los que les gastó la misma jugarreta. Viene siendo muy habitual entre los socialistas españoles, y también entre sus primos los franceses, la habilidad de poner a las zorras a guardar las gallinas. El propio Bono no guarda nada más que para él, pero de «zorra» tiene mucho y de «zorro» lo tiene todo.
Nuestro personaje de hoy — el meapilas, José Bono — de misa los domingos, es capaz de votar en positivo una ley que mata seres humanos y presidir la procesión del Corpus toledana, lo que le convierte en un hipócrita con mayúsculas, en un sinvergúenza, además de en un peligro público y al que hay que desearle que le caiga la custodia encima cada vez que visite Toledo.
Es el momento de desmontar del machito a este caradura integral, porque si no es así no va a soltar el sillón ni con agua fuerte. ¿Socialista? Sí, pero sinvergüenza, también; aunque ambos vocablos se identifiquen en este caso.
No dudamos que, el presunto latrocinio de este personaje, le convierte en un socialista capaz de arrastrar el culo por un zarzal, si ello le reporta algún beneficio económico.
