Los políticos como los pañales

El Pacto por la educación debe llevar a un cambio de modelo, donde prime la calidad, exista una buena y adecuada planificación de la formación profesional, donde se corrijan infinidad de carencias (sobre todo en secundaria), se prime el trabajo, se profundice en contenidos. Lo que no es de recibo es la elaboración de falsas «pasarelas» que solo conducen a la confusión del sector que pretende regresar a los estudios, porque el mundo laboral le ha dado un fuerte ‘sopapo’ antes de tiempo.

El consenso para el Pacto es fundamental, necesario e imprescindible. Hay que añadir al nuevo sistema educativo: esfuerzo, sacrificio, intensidad, inversión, revalorización de la función docente y, lo que es más importante, ante la actual incapacidad de los sindicatos de clase el profesorado debe luchar por convertir su figura en autoridad pública.

De momento puede servirnos ese Pacto por la Educación, pero es el momento de cambiar el sistema educativo en su integridad. La idea no es nueva y tan solo un sindicato sectorial ha  sido capaz de lanzar la idea, sin temor a las críticas; ha sido el sindicato independiente ANPE, una organización donde predomina el rigor, la responsabilidad y el  sentido común, muy al contrario de lo que acontece en el «burdel sindical» de los sindicatos de clase que, dicho sea de paso, tanto daño hacen al sistema educativo, al ámbito laboral y en general a la ciudadanía.

En pleno siglo XXI no son de recibo muchas de las medidas que introdujo el PSOE en su día; esas medidas han servido para empobrecer el sistema educativo, hacer una LOE en versión LOGSE, dañar a los sectores más desfavorecidos, intentar igualar a todos por abajo y continuar con un fuerte fracaso escolar en varias de las diecisiete comunidades autónomas.

En este momento hay comunidades donde el fracaso escolar llega al 35%, caso de Andalucía. Hay otras comunidades donde,  gracias a particulares medidas (Plan de «Éxito escolar») de los Gobiernos autónomos,  se ha rebajado al 14%. Y ese es el caso de Castilla y León.

En gran medida, el bajo porcentaje de Castilla y León se debe al profesorado, sin duda el mejor pilar del sistema educativo. Un pilar que tiene doble mérito, sobre todo si tenemos en cuenta la abrumadora dejadez existente en la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León; una Consejería donde hay funcionarios con un solo cometido anual y con insumables horas de cafetería, escaqueo y desprecio al ciudadano.

Y damos un dato más: aún quedan funcionarios de Juan Vicente Herrera que riñen y/o amenazan al ciudadano o entidad si envía propuestas de mejora para la Administración autonómica y el sistema educativo o la docencia, quejas por el reiterado incumplimiento administrativo de la Consejería o recursos ante lo abigarrado de buena parte de la normativa docente. Trabajar no trabajarán en algunas Consejerías, pero dar guerra y fastidiar al ciudadano de Castilla y León lo hacen a diario.

Que nadie se extrañe si el profesorado de Castilla y León demanda cursos de formación fuera de la comunidad. Hace dos años que los deficientes asesores de ‘Juanvi’ Herreramataron‘ la red de formación para los docentes. Cada vez más, los ciudadanos se van de la comunidad, porque en León y en Castilla se les niegan  o eliminan derechos básicos que sí aportan otras comunidades limítrofes. Hoy por hoy no hay quien sea capaz de torcer esa tendencia. Antes o después habrá que poner a Herrera frente al espejo de su incompetencia y de su deslealtad con Castilla y con León. Y por si no era suficiente, en esta comunidad nos duele el mal hacer  de la oposición socialistas.

Ante el caos que reina en muchos ámbitos en León y en Castilla, donde solo son culpables los reiterados Gobiernos del Partido Popular y su dejadez, se impone un cambio urgente de dirigentes. ‘Juanvi’ Herrera mantiene a muchos puestos de libre designación desde hace años, con abuso de coche, Consejería y cartera (muchos ya disfrutaban de decenas de prebendas con el anterior presidente, Juan José Lucas). No olvidemos que los políticos son como los pañales: cada poco tiempo hay que cambiarlos, por los mismos motivos.


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