El Pacto social y político por la Educación

Debo confesar que da miedo cada vez que los políticos tocan el tema de la educación. Y más miedo aún cuando sacan a relucir viejos fantasmas, intentando airearlos como si hubieran descubierto algo interesante. Precisamente en esas tesis anda metido el actual ministro de educación, Ángel Gabilondo. Nos gustaría que Ángel fuera un inocente, y no una persona inteligente, por aquello que decía Pío Baroja: «son los inocentes, y no los sabios, los que resuelven las cuestiones difíciles».

El profesorado sabe que se precisa una reforma educativa que prime el trabajo, el sacrificio y la educación en valores, frente a muchas de las vulgaridades que hoy son así denominadas; no obstante, todos saben que cada vez que se retoca el sistema educativo se crean nuevas goteras, porque se desencaja casi todo. Por eso, precisamente, los docentes tienen miedo a hablar de una nueva reforma educativa y recurren a aquello de «prefiero quedarme como estoy». Ese es el motivo que lleva a los docentes a estar en guardia ante los grotescos movimientos que ha iniciado Ángel Gabilondo.

Lo que quiere el profesorado está muy distante de lo que pretenden los políticos. En este momento hay diecisiete sistemas educativos diferentes y lo cierto es que hay mucha diferencia entre ellos. Lo plasma el informe PISA cada vez que se publican los resultados. Tal diferencia va desde los bajos niveles de Andalucía hasta los niveles más altos que representan Navarra, Rioja y Castilla y León. Bien es verdad que las diferencias se agudizan cuando lo que se juzgan son conocimientos concretos de materias.

Al acercarse las elecciones generales — que nadie descarte un adelanto electoral tras el semestre de la presidencia europea — el Gobierno suele hablar del famoso y manoseado Pacto de Educación, al que le han añadido los adjetivos «social y político». Lo que nos faltaba era que apellidaran como «político» a algo, porque tal adjetivación siempre acaba alejando los proyectos y los pensamientos de la realidad.

Pues bien, ahora toca hablar de ese «Pacto Social y Político por la Educación». Andamos otra vez a vueltas con la ‘rabiosaConferencia Sectorial de Educación. Ahí es donde se reúnen los consejeros de educación de ‘todas las Españas’ y el ministro del ramo, con toda su cohorte de asesores que nada aporta y mucho menos mejora la educación. Y en esta ocasión no ha sido diferente. Eso sí, el señor ministro se ha ‘columpiado‘ dejando una perla que centre discusiones, en tanto que nos vamos olvidando de los problemas que acogotan a la ciudadanía durante el periodo de crisis.

Pretende Ángel Gabilondo que sea a los 14 años cuando los muchachos  y muchachas decidan el itinerario educativo a seguir; es decir, que decidan si cursan bachillerato o formación profesional. Lo que no sabe el señor ministro es que a los catorce años el alumnado acaba 2º de secundaria y no 4º, como ha dicho. Siempre pasa lo mismo, muchos ministros proceden de la Universidad y no aprenden a cambiar el pie, aunque se metan en los charcos. ¿Qué pasa entonces? Pues pasa lo que ya conocemos: siguen metiendo la pata en temas diversos. Y eso que hoy el Ministerio con mayores posibilidades de apoltronamiento y de lucimiento es el de Educación, porque sus competencias han quedado muy reducidas. Pero ni con esas consigue liderar la vertebración del sistema educativo.

Hace diez años se planteó eso de que  cuarto de ESO debía convertirse en un curso «orientador«. Ahora ‘vuelve la burra al trigo’ con el objetivo, según el señor ministro,  de «lograr que en 2020 el 85 por ciento de los estudiantes obtengan un título que garantice su empleabilidad» ¿Y para eso hacían falta esas alforjas? Nos tememos que 4º de secundaria se convierta en un ‘don nadie’ y que pierda sus perspectivas iniciales, como sucedió con el viejo Curso de orientación Universitaria.

El problema actual no es ese. Hay muchos, pero el más acuciante es reformar el bachillerato, ampliándolo a tres años. Tampoco está de más una reforma en profundidad de la enseñanza secundaria. Y, puestos a reformar, no olviden los señores consejeros de educación y el señor ministro del ramo que en los niveles distintos a la enseñanza básica hay una aguda falta de formación pedagógica que, muchas veces, genera innecesarios problemas en el sistema educativo, en vez de resolverlos. Pero siguen haciéndose los ciegos muchos de nuestros políticos que, precisamente, y profesionalmente, pertenecen a esos niveles educativos.

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