¡El aguinaldo obrero!
Los sindicatos de clase avergüenzan a los trabajadores. Actúan de mala fe y dañan el ámbito laboral. El paro les favorece y defienden esa situación entre los obreros: «a río revuelto, ganancia de mamones sindicales».
Hoy los sinvergüenzas, vagos y demás personal de desecho se concentran en el sindicalismo de clase. No han evolucionado; siguen anclados en el siglo XXI; defienden retrógradas situaciones más propias de mediocres y desclasados que de modernos y cualificados trabajadores.
«No hay peores tiranos que los sindicalistas — decía Lamartine — , ni hombres más soberbios que los salidos de la nada». Ahí está la clave del sindicalismo obrero, retroprogre, malicioso, socialista, absurdo, burdo y ‘maloliente‘ y anclado en la ‘izmierda‘, verdadera desgracia para las sociedades modernas y evolucionadas.