Pérez Rubalcaba, don Alfredo

En 1990 se aprobó la LOGSE, aunque muchos acabaron por conocerla como  Ley Orgánica de Gamberros Sin Escrúpulos. Esa ha sido la ley que ha regido para ordenar el sistema educativo español hasta que se aprobó la LOCE (Ley Orgánica de Calidad de la Educación), una ley que los ‘peperos‘ no supieron sacar antes y que casi se convierte en ‘non nata‘. A la LOCE la sustituyó la LOE (Ley Orgánica de Educación). Y aquí llegamos.

Floriano y Pons

¿Por qué toda esa explicación? Pues porque durante los meses anteriores a la  aprobación de la LOGSE era Pérez Rubalcaba, don Alfredo (para muchos, Rub-Al-Kabab, tras el atentado del 11-M) quien intentaba cortar el bacalao en el entonces Ministerio de Educación. Hoy decía una cosa y mañana la contraria. Unas cosas eran las que decía en las reuniones y otras en las  cafeterías cercanas al Ministerio. Eso mismo es lo que ha seguido manteniendo a día de hoy, por lo que podemos comprobar en su enfrentamiento con Esteban González Pons y Carlos Floriano.

Pérez Rubalcaba, don Alfredo, no soportaba que alguien en el sindicato le pusiera ante sus propias contradicciones y, mucho menos, ante sus propias mentiras. Le hervía la sangre cada vez que le pillábamos en un renuncio. Era algo así como ponerle banderillas negras.

Pasó el tiempo y siguió siendo él mismo. Con el GAL volvió a mostrar su perfil más chulesco y altanero. Lo negó todo. No había nada que le implicara, según él. Pero cayó en sus propias contradicciones y mentiras. El fin ya lo conocen: el Gobierno SÍ intervino en el GAL, lo planificó, secuestró y se ‘amarranó‘ revolcándose en las cloacas del poder. Y es que quien juega con cal viva se quema, ya lo creo que se quema, como fueron quemados Lasa y Zabala.

Hoy Rubalcaba campa a sus anchas en el Ministerio del Interior. Han pasado varios años desde que manejaba los palillos para la aprobación de la LOGSE y sigue mintiendo, odiando con dureza y haciendo el ridículo por donde pasa. Su fama de inteligente ha caído en picado y su honradez cabe en un gorro de Polichinela. La bronca le acompaña por donde pasa. Esta vez es por las escuchas, mañana por maltratos y pasado…¡¡sabrá Dios!!… pero no tardaremos en saberlo.

Sitel le trae por el camino de la amargura. Le han roto el juguete de escuchar, porque ha mentido. Otra vez, y van… muchas.  Pons y Floriano le han puesto contra el espejo. Los ciudadanos no confían en Rubalcaba. La policía, que precisa de Sitel, sabe que don Alfredo no ha hecho del sistema el mejor uso. Y ahora que todo se ha descubierto, no dejen que el ministro hable en nombre de la democracia, porque cuando él habla de democracia, mejor echarse la mano al bolsillo y abrocharse la armadura. O como dicen sus compañeros del PSOE: «cuando Alfredo hable en nombre de la democracia, mejor echar mano de la pistola»

La caradura de don Alfredo es larga, tendida y conocida. Lo mismo se hubiera repartido el dinero con los piratas del ‘Alakrana’, que hubiera salido de copas con los abogados londinenses que han cobrado el rescate o se hubiera jugado a las cartas el millón de euros que el pirata somalí ha trincado al Gobierno. Y a todo esto, Zapatero ha vuelto a hacer el ridículo en política exterior; pero eso hoy no toca.

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