¡Hay que acabar con este tipo de sindicatos!

Tienen una cara que se la pisan. Si vendieran albardas serían albarderos. Llegan tarde como casi siempre. Son los sindicatos de clase; esos parásitos incontrolados que se esconden en las adversidades y amenazan al trabajador, a la empresa y al Gobierno, cuando se adoptan medidas de progreso. Representan el egoísmo y la intransigencia, la ridiculez y la contradicción, la dejadez y el oportunismo. Los sindicatos de refrito español nunca entendieron el contenido de las palabras de Napoleón: “el medio más seguro de mantener la palabra, es no darla nunca”.

El desconcierto que acompaña a los sindicatos vuelve a salir a la luz. Son conscientes de su dejadez y de su desidia hacia el trabajador. Han tardado en captarlo, pero al fin lo han entendido. Y eso les ha llevado a levantarse de la mesa del diálogo social. Ni Gobierno ni sindicatos ponen medios para solventar la crisis, y por eso han acabado por no entenderse. Dos incompetentes, rara vez alumbran algo interesante. En esta ocasión los sindicatos se han dado cuenta. Tarde, pero se han dado cuenta.

Lo curioso del caso es que los sindicatos de clase amenazan con convocar una huelga general. Otra vez llegan tarde y se pronuncian a destiempo. Han tensado la cuerda excesivamente y no se dan cuenta que nadie les va a seguir, excepto sus liberados y la ignorancia de media docena de parados, justamente esos a quienes los sindicatos están poniendo “a los pies de los caballos”.


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