La educación española por los suelos

Una vez que se ha descubierto que Hacienda tiene la caja vacía, no entendemos cómo piensa pagar el Gobierno de Zapatero las promesas que ha hecho a la población. Para no dispersar excesivamente la atención, podemos centrarnos únicamente en las que se refieren a educación. Por cierto, son muchas y de mucho coste.

En teoría, los profesionales de la docencia ven con buenos ojos las medidas anunciadas por el presidente del Gobierno. Es evidente que todo lo que redunde en beneficio de la docencia no puede acogerse negativamente. A corto, medio y largo plazo siempre sale beneficiada la sociedad a la que afecta.

Hay varias medidas que han  tenido una importante repercusión social en la comunidad educativa. Recuerden la promesa de entrega de ordenadores personales a todo el alumnado que curse quinto de primaria el próximo mes de septiembre. Otra medida a tener en cuenta es la dotación de pizarras digitales – aunque su distribución llega precedida de mediocridad en comunidades como Castilla y León, donde dotan de pizarras digitales ‘viudas’, sin ordenador –. A ello hay que unir la conexión inalámbrica a Internet en todos los centros; sin duda, la gran mentira, acompañada de uso de medios mediáticos en momentos electorales.

A la hora de la verdad, en su mayoría, los centros docentes públicos carecen de dotación económica, con lo que la gran mentira se convierte en estrategia oculta. Todo ello no hace más que enfangar la enseñanza de tropelías; incluso, desde la propia administración, se fomenta el desempleo, pues no se pagan facturas a las empresas, se acumulan por decenas en la mayoría de los centros y las empresas proveedoras acaban cerrando.

Al profesorado le encantaría que las promesas llegaran a los centros. Pero que llegaran sin trampas ni parcheos, porque el sistema educativo español adolece de graves problemas, con diecisiete modelos diferentes, algunos enfrentados entre ellos y otros ‘dejados de la mano de Dios’, como Andalucía, Cataluña y País Vasco. Si a ello añadimos el tremendo fracaso escolar, que supera el 33% en la mayoría de las comunidades y cuyos datos se nos han ocultado durante mucho tiempo, pues estamos ante el puro ‘maquillaje’ teñido de mediocridad.

Precisa nuestro sistema educativo de una reforma eficaz y urgente. Hay que centrarse en reforzar las materias instrumentales; adaptar las confusas optativas que en casos como la EPA no tienen sentido; fomentar y planificar adecuadamente la enseñanza del inglés en la enseñanza primaria; diseñar una nueva estructura de la enseñanza secundaria; ampliar el bachillerato a tres años; prestigiar la formación profesional; reordenar la educación de adultos en la mayoría de las comunidades; reorientar las escuelas oficiales de idiomas; coordinar el bachillerato con el inicio del nivel universitario; poner en marcha medidas de apoyo a la formación del profesorado (en comunidades como Castilla y León han destrozado los Centros de Formación de Innovación Educativa y el sufrimiento lo han trasladado al profesorado);… Son urgentes muchas otras medidas, pero para los políticos la educación no está de moda y no es rentable, dada la deformación que acompaña a la mayoría de nuestros representantes.

Y, claro, muchas otras necesidades: el famoso Pacto de Estado (la gran mentira de Zapatero); la potenciación del esfuerzo y el sacrificio; la cohesión del sistema educativo; el impulso y aprobación del Estatuto de la Función Pública docente; aumentar el porcentaje del PIB destinada a educación, hasta llegar al 7,5%. En fin, casi todo por hacer, a lo que se une la grave irresponsabilidad de nuestros presuntos responsables Educativos.

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