No hay duda que la jornada electoral del domingo se ha desarrollado con lo que se suele denominar normalidad democrática, aunque en el País Vasco no han faltado incidentes puntuales contra personas. Y me estoy acordando del acoso a Pachi López y los silbidos al ínclito Rodrigo Rato. Bien mirado, ni siquiera puede considerarse como incidencia, pues incidencia hubiera sido si nada hubiera sucedido, sobre todo en el rincón vasco.
En Galicia no se ha producido ninguna novedad. Ha sucedido lo esperado después de cuatro años de abusos, represión y malos modos por parte del Bloque Nacionalista Gallego que ha arrastrado al Partido Socialista a la ruina. La forma de gobierno del bipartito ha sido una actuación de miserables e irresponsables. El colmo de esa miseria han sido las múltiples quejas de afines al bloque sobre la televisión gallega y la invasión callejera con consignas de agresión y terror.
Si por algo ha destacado el socialismo gallego ha sido por la falta de un Gobierno coherente. Las malas maneras, la corrupción y la dejadez hacia los intereses ciudadanos han llevado a la paralización del progreso y de la modernidad de Galicia.
Difícilmente volverán a recuperar los socialistas la confianza de la ciudadanía gallega. Y mucho menos el bloque, al demostrar que lo primero eran sus intereses, por encima de los intereses de Galicia. Si a nadie se le ha ocurrido que el bloque debe desaparecer cuanto antes, desde aquí lo planteamos como necesidad y deseo. Galicia necesita gente capaz de avanzar con honradez y claridad de ideas. El bloque es pasado, retroceso, opresión y dictadura del odio. El bloque de Anxo Quintana ha practicado la máxima de Dostoievski: “es muy fácil vivir haciendo el tonto”.