Atentado del 'gorila rojo' contra Luis Herrero

Hay que investigar si el embajador y el cónsul estaban en plena orgía de coca, ‘amarranados’ de fin de semana  o ‘volados’ de alcohol, pues de otra forma no se entienden los atropellos y barbaridades cometidos contra la delegación de observadores.

Sinceramente no nos ha pillado por sorpresa la expulsión de Luis Herrero por parte del ‘gorila rojo’. De ese esperpento de gobernante — si es que así se le puede calificar — se puede esperar cualquier cosa. Y si alguien lo duda, que se lo pregunten a nuestros amigos, Martha Colmenares y Alexis Marrero. Ambos le sufren a diario, como le sufre Venezuela entera.

Luis Herrero ha dicho lo que debía; es más, estaba obligado a ello. La prudencia del periodista siempre le ha llevado a llamar a las cosas y a las situaciones por su nombre. Y ahora no ha sido una excepción.

Las autoridades consulares y dipomáticas de Venezuela han demostrado su baja catadura moral. Han recurrido a las disculpas más peregrinas para no amparar al periodista. Solo desde la maldad socialista (que es abundante y premeditada) se puede esperar algo así. No nos extraña que el derechista, Jorge Moragas,  haya cogido un ‘rebote‘ de padre y muy señor mío.

Hablar del Gobierno venezolano es hablar de una alimaña en el sentido más amplio de la palabra. No hay más que oír al ‘gorila‘ para comprobar que se le llena la boca de vocablos como democracia, solidaridad, igualdad y otras estupideces puestas en su boca.

Ni sabe lo que es la democracia (mis compañeros, algunos de ellos periodistas, son perseguidos a diario en Venezuela, les cierran sus Webs y sus blogs, incluso les amenazan), tampoco sabe qué es la igualdad quien censura y menosprecia a las mujeres, como musulmán ‘encabronado’ y embrutecido. Ni siquiera conoce la solidaridad. Estamos ante un gobernante despreciable, con tintes y maneras dictatoriales que le llevan a pretender perpetuarse en el poder.

De cobardes habría que tachar al pueblo venezolano si consienten semejante brutalidad. Chávez debe ser echado por la vía democrática o a patadas, antes de que se asiente en el poder y perpetúe sus goriladas. El ‘gorila‘ merece todo el desprecio social de los venezolanos y todo el desprecio que podamos enviarles desde el exterior.

A ver qué mamarachadas se le ocurren al embajador de Venezuela en Madrid, Alfredo Toro Hardy,  ante  el director general de Iberoamérica. No faltarán aleccionamiento del ‘rojerío‘ español o del propio ‘gorila rojo’. Ni siquieran han respetado a Herrera como observador internacional; saben de su ilustre dicción y de su pensamiento directo. Se puede hacer más daño con la palabra que con la espada.

Habrá que escuchar en los próximos días a Carlos Iturgaiz y a Mayor Oreja. La izquierda suele repetir su discurso y sus  miserables atropellos. Pasa por la historia de forma vulgar, pero la historia no les cambia. Volvemos al eterno parricidio del socialismo, al que aludía Balzac, y a la mayor de la desgracias a la que se alude cuando asoma las orejas el socialismo de pedal y castaña envejecida.

Pedimos desde aquí la dimisión inmediata de Dámaso de Lario, embajador en Venezuela, que se ha desentendido de la delegación del Partido Popular europeo, hasta el punto de comunicar  «que no podía acompañarles al aeropuerto porque no tenía disponible su coche blindado y no quería desplazarse sin coche blindado». Pero no solo la embajada se ha desentendido, sino que el consulado no aparece por ningún lado.

Hay que investigar si embajador y cónsul estaban en plena orgía de coca o ‘volados’ de alcohol, pues de otra forma no se entienden los atropellos y barbaridades cometidos contra la delegación de observadores. Ambos personajes se han hecho merecedores de que alguien les suelte el zapato a la cara, de la misma forma que el presidente Rodríguez es merecedor de ello.

Después de recabar amplia información sobre el tema y tener muy claras las barbaridades cometidas por el Gobierno rojo del despreciable ‘gorila’, mi ilusión de soltar el zapato a la cara de Chávez o  de Zapatero es aún mayor. Es una promesa que me hice hace dos meses y prometo cumplirla tan pronto como tenga ocasión.

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