“La fuerza del carácter con frecuencia no es más que la debilidad de los sentimientos”, en palabras de Arthur Schnitzler. Eso mismo es lo que se suele pensar en el mundo periodístico sobre los habituales ‘arranques’ del bachiller ‘Pepiño’, don José; aunque lo de “fuerza del carácter” más bien deberíamos interpretarlo como simple repente de un suficientemente conocido complejo de deficiencia verborreica.
Hace unos meses, don José tenía fijación con los ‘aguiluchos’ y los fachas en las manifestaciones a favor de las víctimas del terrorismo. Mandaba observar hasta el más mínimo detalle para comprobar si había algún ‘aguilucho’ suelto; era el calificativo con el que se refería al Águila de San Juan, convencido de que había sido el abuelo ‘Pachi’ quien lo había plasmado en la enseña nacional. Don José Blanco, o ‘Pepiño’ culturado como le conocen en el PSOE, acostumbra a cerrar sus intervenciones con inapropiados exabruptos para un político, con lo que hace tiempo se le ‘bautizó’ con el título honorífico de “catedrático de la estupidez” y “saltimbanqui del sentido común”.
Ahora, una vez que no ha encontrado fachas ni ‘aguiluchos’, apunta contra el ex presidente Aznar y contra Angelito Acebes. Al primero le considera autor intelectual del “engaño masivo” del 11-M y a Angelito como el artífice material. Con tales declaraciones, ‘Pepiño’ se cubre de gloria terrenal y vuelve a hacer honor a su honorífica cátedra. Una de dos: o vive en otro mundo distinto al de los demás o es amigo y confidente del sordo que no quiere oír. Hace tiempo se sabe que sí hay un sordo peor que el que no quiere oír: es aquel a quien por un oído le entra y por otro le sale.
Obsesionado, don José, ‘Pepiño’ culturado, con el perdón que debe pedir Rajoy, pierde los papeles y los argumentos. Alguien debe recordarle que su jefe de filas, el presidente Rodríguez, aún no ha pedido perdón a la ciudadanía por ‘amamantar y acariciar a la serpiente’ etarra; ni por permitir que marcharan indemnes los extorsionadores de la banda terroristas; ni por presentar a ETA en sociedad ante la eurocámara; ni por seguir acercándose a la ’culebra vasca’ tras los sucesos de Barajas; ni por ignorar los desastres de la costa y los montes gallegos, por citar algunos ejemplos.
Tal vez llaman más la atención las últimas declaraciones de ‘Pepiño’ Blanco, don José, por el hecho de solicitar a los demás que pidan perdón, en tanto que él lleva más de trescientos veintidós días sin pedir perdón por haber calumniado a un ciudadano que acudió en silla de ruedas a una manifestación a favor de las víctimas del terrorismo.
‘Pepiño’ Blanco abusa de la palabra y la maltrata. Incluso sus compañeros de partido le acusan de vender vocablos en talego y humo en cesta de mimbre, porque no suelen alcanzar a entender lo que predica. Muchas veces he llegado a pensar, decía uno de sus fieles, que alguna vez leyó a Talleyrand y descubrió que “la palabra se le ha dado al hombre para encubrir su pensamiento”.
Hasta Gabilondo fue capaz de pedir perdón en un acto que le honra, justo cuando estaba perdiendo toda credibilidad y prestigio social. Tanto ‘Pepiño’ como López Garrido fueron quienes intoxicaron la realidad durante las manifestaciones pro víctimas y se ocuparon se ensuciar la imagen de las mismas siempre que tuvieron ocasión, en vez de enfrentarse a su jefe de filas por revitalizar a ETA, orientarle en la lucha contra el terrorismo y quitarle las intenciones, haciéndole ver que ETA no es una afición lúdica, sino un entorno de muerte, odio, desesperanza y traición.
Decíamos que habían pasado más de trescientos veintidós días desde que violentaron la intimidad de aquel ciudadano y mancharon innecesariamente su imagen. Después de tanto tiempo transcurrido, aún no han pedido perdón. Ni ‘Pepiño’, ni Garrido. Por tanto ¿Quién cree a ambos? ¿Y al presidente Rodríguez? ¿Y a Rubalcaba tras el 13-M y su atentado contra las normas del Estado de Derecho?
Todos ellos, obsesionados con engañar a los españoles, pretenden hacer virtud de lo que solo es imperiosa necesidad. Por lo visto, las personas cambian y se olvidan de comunicar el cambio a los demás. Don José Blanco, ‘Pepiño’, debería saber que “muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia”, en palabras de Berthol Brech.