Archivo | Sociedad RSS para esta sección

El caminar o tropezar de la prensa

Estimulado por la lectura del recomendable blog de Iván Pino, me he visto en la necesidad de sumarme a una reflexión que hace tiempo que me ronda por la azotea. Pino, tras la pregunta ¿Qué será de la prensa?, expone un análisis sencillo pero directo de la situación actual de la profesión desde el interior de sus tripas. Resulta curioso que el diagnóstico que realiza todo un profesional de la comunicación como él, coincida con la visión de muchos otros mortales que sin más información que la que reciben directamente de los medios, logran deducir sin apenas esfuerzos la misma composición de fuerzas que nos mueve o, todo lo contrario, nos retiene. Es decir, consiguen identificar ipso facto los hilos que unen las diferentes informaciones y los medios de los que proceden, con los diferentes lobbys y grupos de poder que dirigen nuestros designios.

El debate se respira en la atmósfera y tal vez podamos sacarle algo de provecho. Hacia dónde debe evolucionar la prensa o si debe recuperar algunos valores de antaño que la convirtieron en el estandarte de una libertad que hoy disfrutamos -o así debería de ser-, son algunas de las cuestiones. Ahora toca mojarse.

Para desdramatizar, acto seguido os propongo un caso práctico que nos permitirá conocer aún mejor una de las bastardas derivaciones que padece hoy el periodismo, siempre desde un prisma cómico para quitarle hierro al asunto. El siguiente vídeo es cortesía de nuestros amigos de Sé lo que hicisteis de La Sexta.

Cita postuaria: «Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala». (Albert Camus, 1913-1960)

¿Pero quién te has creído que eres? II

Ahora que todo ha pasado, no vayamos a olvidarnos. Para contribuir a ello, os recomiendo este artículo: «Pidan perdón a Beppino Englaro». No lo digo yo, lo dice Roberto Saviano.

Para ambientar la lectura, pongamos un poquito de Luz.

Cita postuaria: «La muerte es el menor de todos los males». (Sir Francis Bacon, 1561-1626)

¿Pero quién te has creído que eres?

Actualización 12/02/09, 15.30h: ¿Pero quién te has creído que eres? II

Esta pregunta va dirigida a ti. Seré breve. A ti mujer u hombre, político, ciudadano, doctor, paciente, católico, apóstata, agnóstico, miembro de otra iglesia, estudiante, empresario, trabajador, parado o pensionista, simpatizante de izquierdas, de centro o de derechas, soltero, casado o viudo… Te recomiendo que te hagas esta pregunta cuando tengas las santas posaderas de censurar la decisión de la familia de Eluana Englaro de acabar con el sufrimiento irreversible de su hija, en estado vegetativo desde hace 17 años. ¿Pero quién carajo te has creído que eres para juzgar a esa familia?. Sólo les corresponde a ellos, como único vínculo de sangre directo, plantearse o no la posibilidad de luchar por una muerte digna para su hija. Si trato de ponerme en su pellejo por unos instantes, y desde ya pongo en duda que me sea posible llegar a imaginar qué pueden estar sintiendo esos padres en estos momentos, no tengo la más remota idea de cuál sería el proceder más adecuado en este caso, lo más justo para ella, y si tendría las agallas suficientes, en el peor de los supuestos, para autorizar la defunción de mi hij@. Pero que no se nos olvide algo muy importante: ni yo ni mis ideas pintamos una regadera en toda esta historia. Tú, a no ser que te apellides Englaro, tampoco.

Exijamos un respeto firme e inflexible de la libertad de decisión de las personas. Si tienes convicciones religiosas, exijamos que puedas ejercerlas sin que te veas coartado por ello ni debas pedir perdón por tus ideas. Y si no las tienes, exijamos idéntico respeto para ti. Si aquel es tu caso, quizá puedas rezar por el alma de Eluana y su familia… pero no te atrevas a juzgarles más allá de la puerta de tu casa. A todo aquel que se dé por aludido tengo el placer de decirle que: ¡no toques más las pelotas con tu opinión! No ha lugar. Nadie te la ha pedido. No queremos escucharla. Deja que la gente decida en paz, mientras tú haces lo propio con tu vida, junto a los tuyos. Basta ya de aleccionadores rancios de una sola verdad. Respetemos la capacidad de autogobierno de las personas, por difícil que nos resulte entender sus circunstancias. Si, como debe de ser, defiendes tu integridad e ideales con uñas y dientes, ¿a qué leches responde que quieras entrometerte en la vida de los demás?. Que te quede claro: no tienes derecho.

Punto, pelota.

Cita postuaria: «El límite bueno de nuestra libertad es la libertad de los demás».(Jean Baptiste Alphonse Karr, 1808-1890)

Rescue me

Hace unos días vino a verme alguien a mi trabajo. Un compañero me alertó de que me estaba buscando un tal Walter (nombre ficticio) que, según decía, aseguraba conocerme. Le cité para unos minutos más tarde, justo después de cumplir con unos asuntos profesionales ineludibles. Antes de finalizar mis obligaciones ví pasar a un tipo desconocido pero familiar a la vez. Conseguí recordar quién era poco después. Varios años atrás se me presentó en la oficina. Era un tipo de mi quinta, de origen sudamericano y empeñado en buscarse un hueco en nuestra jungla profesional. Me dijo que era «un apasionado del deporte» y que estaba convencido de que «podía aprender rápido y hacer carrera en la formación de los más jóvenes». Se expresaba con enorme educación, a veces excesiva, y siempre finalizaba sus frases con una sonrisa en los labios. Después de aquella primera toma de contacto le perdí la pista.

Ahora, años más tarde, su aspecto apenas ha variado. Su comportamiento sigue siendo exquisito. Venía a ofrecer sus servicios, esta vez con más premura. Durante todo este tiempo había trabajado de todo: mozo de almacén, camarero, repartidor, organizador de eventos… Mientras ocupaba todos aquellos puestos de trabajo su ilusión se mantuvo intacta. Aparenta ser un tipo de convicciones firmes. Aquella ilusión era el motor que le empujaba a buscar su lugar en el deporte profesional, de la misma forma que otros muchos lo intentaron con éxito antes que él. O no. Walter siempre te cede la palabra y pide perdón antes de ofender, para cobrar ventaja por si llegado el momento le traicionaran sus impulsos. «Si no es mucha molestia» o «si te parece bien» son sus encabezamientos de frase predilectos. Quedamos en vernos nuevamente para que me deje su currículum y yo pueda facilitarle un par de contactos con los que llamar a algunas puertas. Posiblemente ya no haya nadie tras esos umbrales. Muchos no abrirán a su llamada por traspaso. Razonable. Otros no lo harán por hijos de puta. Miserable. Que le escuchen es importante para la autoestima de Walter. Lástima que no sea suficiente.

Hoy, puntual como las rodillas ovales de Lewinsky muchas felaciones atrás, ha acudido a nuestra cita. Ha sido breve. Parecía no querer abusar, increiblemente discreto a pesar de su deseperada situación. Desde mi atril privilegiado, mientras nos despedíamos le he deseado mucha suerte y que no dude en buscarme si me necesita. Después me he ido a casa a comer caliente. «La vida sigue», me he dicho. «Sobre todo la mía», me he corregido después. Walter tiene ganas de buscarse la suya con dignidad. Walter hoy es Walter. Mañana yo puedo ser Walter, y pasado él puede estar en mi lugar. Porque con trabajo la suerte llega… Pero para eso siempre necesitas que alguien confíe en ti y que ningún malnacido quiera utilizarte de felpudo o sacudirte con el mismo desprecio con el que lo hace con su prepucio tras miccionar -por que estos no mean, contaminan-. Es una estupidez olvidarse de que hoy en día hay Walters a toneladas. Una cosa es pensar que vamos a salvar el culo de todos aquellos con problemas que se topen con nosotros, y otra muy diferente es escudarse en un «lo siento pero yo no puedo hacer nada; la vida es así», para escurrir el bulto antes de entonar un «tonto el último» introspectivo, pero con dos bemoles.

Se despide, Héctor… o Walter, vosotros sabréis.

Cita postuaria: «La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respetuo mutuo». (Eduardo Galeano)

Lección barriosesámica: perder o dejar de ganar

Si hace unos días estudiamos la diferencia entre adelante y atrás (para los que tengáis dudas consultar el capítulo «desaceleración, patinazo o crisis del carajo«), hoy damos una vuelta de tuerca más en nuestra batalla hacia la sociedad del conocimiento («coneixement, nin!» diría mi bisabuela Pepa) abordando un tema simple pero con sustancia. Queridos herman@s (Obama está dentro de mí, búscatelo tú también) en la lección de hoy veremos las diferencias entre perder y dejar de ganar.

Diferencia 1.- Para empezar, perder ya pierde. Me explicaré. Se trata de una palabra frente a las tres que forman la locución (vocablo que debe provenir del latín locus/qui o sonatus est) dejar de ganar. Conclusión: 3-1 y «gol average» en contra.

Diferencia 2.- El significado. Pondremos ejemplos que son más ilustrativos. Ejemplo 1. Si yo tengo un billete de 10 euros en mi bolsillo (amigos del fisco esto es ficción, ¿de acuerdo?) y minutos después al introducir mi mano en él ya no aparece el billete, tendremos que: a) He perdido el billete -consultar capítulo estar y no estar-; b) He gastado el billete cambiándolo por un pepito de ñú o por el último número de la revista «Dobladillos y pespuntes: las joyas del tricotaje«. En este último supuesto, ya no conjugamos el verbo perder. Ejemplo 2. Si tengo mis bolsillos vacíos y minutos después los sigo teniendo limpios, nos toparemos con que: a) Si no tenía ni un real y sigo sin tenerlo, en este tiempo he dejado de ganar un dinero; b) Si estaba canino de pasta y lo sigo estando ahora, podemos atrevernos a asegurar que no he perdido dinero pues para que ello hubiera sucedido, en algún instante entre la primera y la última consulta debería de haber tocado con los dedos algún euro. Así pues, dejar de ganar se asocia a descender, reducir, recortar… mientras que perder es sinónimo de desaparecer, disipar, desvanecer…

Entiendo la dificultad que lleva consigo el tema de hoy, pero estoy convencido de que a base de práctica lo dominaréis. Para evaluar la asimilación de estos dos conceptos, os propongo los siguientes casos prácticos en los que debéis de señalar si se identifican con perder o dejar de ganar:

Oleada de despidos: siete empresas recortan 60.000 empleos en un día
KPN redujo un 50% su beneficio neto en 2008
American Express ganó un 34% menos en 2008 por el recorte de gasto de sus clientes
Siemens gana un 81% menos en su primer trimestre fiscal

Cita postuaria: «De aquel que opina que el dinero puede hacerlo todo, cabe sospechar con fundamento que será capaz de hacer cualquier cosa por dinero.» (Benjamin Franklin, 1706-1790)

Crisis: Sí, pero no…

Después de unos días de sordera informativa pongo la radio en su versión más formal. Atiendo a una noticia que habla del gasto que la población de Baleares en las fechas navideñas. E voilà. Los codazos, piquetes de ojos y zancadillas-cuchara que padecí en vísperas de la Noche Buena tenían su explicación económica. Resulta que los ciudadanos de las islas hemos mantenido el mismo volumen de compras que el pasado año, tirando de tarjetas y compras a crédito en cantidades industriales. Esta información que procede de la Cadena Ser, está sustentada en un estudio de la Fundación Gadeso del bueno de Toni Tarabini y gran profesional.

Despúes de la guerra de guerrillas a la que tuve que enfrentarme para pagar la prejubilaciones a los consejos de administración de algunos centros comerciales (había auténticas familias organizadas en escuadrones), ahora podría presumir de espabilado ante mi gente dándomelas de analista riguroso. En una de las docenas de sobremesas de estas fiestas se me ocurrió denunciar que la crisis parecía haberse diluido en estos días, argumentando que en mi segundo día de compras tuve que protegerme con coderas, rodilleras y un puño americano para casos de extrema emergencia (lucha fatal por el último ejemplar del regalo más buscado), si pretendía salir ileso de la avalancha humana que allí se concentraba. Ahora, la información que acababa de escuchar me colocaba a la altura de Rappel como visionario.

Nada más lejos de la realidad. Minutos después de la buena nueva enciendo el televisor y me dispongo a ver el telediario con la intención de corrobar ante mi gente que estaba en lo cierto. Pues chafún. Estuve a punto de lanzarme a una piscina olímpica sin haberme hidratado la piel previamente, ¡qué inconsciente!(cito a Estée Lauder). Subo el volumen del televisor y ahí estaba. «Los ciudadanos de las islas son los segundos que más han notado la crisis en estas fechas navideñas de entre todas las autonomías», decía el presentador. ¡Con dos mazapanes!. Según el INE, la comunidad balear había tenido que recortar en gran medida su gasto en estas fiestas, tal y como señalaban sus indicadores económicos.

Conclusión: antes de hablar de este tema con alguien, preguntaré si tuvo oportunidad de ver o no las noticias de ayer. A partir de aquí, Dios proveerá…

Cita postuaria: «Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero hunde un barco.»
Benjamin Franklin (1706-1790, estadista y científico estadounidense).

Sin música la vida sería un error…

Embargado por cierto tufo sentimentaloide, me he permitido el lujo de proponeros un ejercicio de relajación, cuasi levitativo, que en estos tiempos de estrés y sueños narcóticos, creo no equivocarme, me agradeceréis.

Apagad la luz, colocad el cursor sobre el play, cerrad los ojos y apretad… Prepararos para un extraordinario viaje, hacia ninguna parte.

Dire Straits -Going Home (Local Hero)

Cita postuaria: «Sin música la vida sería un error.» (Friedrich Nietzsche)

Regreso al pasado

De los creadores de «Regreso al futuro» y el guionista del «Planeta de los simios», tengo el privilegio de avanzaros en primicia mundial el lanzamiento de «Regreso al pasado… bastante colocado». Aunque no puedo desvelar muchos detalles (el cobrador del frack de la SGAE está en pleno régimen pre-navideño y un cinturon negro en karate con ansiedad no es de fiar) sí os adelanto que el argumento cuenta con dos tramas principales: el regreso a la explotacion laboral con la imposición de las jornadas laborales de 65 horas semanales, y la privatizacion de la enseñanza universitaria alejándola de las clases mas bajas con el plan de Bolonia.

Se trata de una historia con auténtico «final feliz». Sus protagonistas consiguen apartarse del sufrimiento que les venía acompañando, tomando la línea recta como camino más corto entre dos puntos. Mueren todos y aquí paz y después gloria. Menos mal que es una película de ficción, ¿verdad?…

Cita postuaria: «Donde hay educación no hay distinción de clases» (Confucio).

Quién no ha tenido alguna vez la espalda mojada…


«Espaldas mojadas» es el título de una canción que el grupo Tam Tam Go lanzó a principios de los 90. Como bien sabéis, este término se utiliza en concreto para describir a los inmigrantes centro y sudamericanos que deciden emprender el viaje con lo puesto hacia el dorado de los EE UU, tirando a mate cada vez más. El uso de esta definición se ha ido generalizando, a la par que lo ha hecho la inmigración, y actualmente nos podría servir incluso para referirnos a todos esos movimientos en cualquiera de los continentes. Os cuento todo esto -aquí concluye el permiso para bostezar- porque me he sentido en la obligación de bucear en mi pasado familiar para rendir un humilde tributo a toda esa legión camareros argentinos, albañiles senegaleses, teleoperadores peruanos, repartidores ecuatorianos, jardineros rumanos… con los que nos cruzamos a diario en nuestras vidas. Si su papel en nuestra economía moderna ha sido clave según los expertos, parte de nuestro bienestar -aunque ahora ande maltrecho- debe entenderse gracias a su colaboración.

Por ello, apuesto por un ejercicio que creo que deberíamos de hacer todos como es profundizar en nuestras raices, a saber: mis bisabuelos eran mallorquines (5), gallegos (2) y andaluces (1). Sus hijos nacieron en Mallorca (2) y en Cuba (2). Precisamente de este último caso quiero hablaros. Los padres de mi abuelo José Adán, desde Carballino (Galicia), y los de mi abuela Margot Ignacio (desde Mallorca) emigraron a La Habana para sobrevivir a la miseria que recorría España de cabo a rabo, en el primer cuarto del siglo XX. Lo curioso del asunto es que ambas familias nunca coincidieron en Cuba mientras se dedicaban a actividades económicas diferentes, que en los dos casos les permitió gozar de una situación económica privilegiada, ni de lejos parecida a lo que habían dejado atrás. Es curioso el caso de la familia Ignacio, decicada al mundo de la escultura y la restauración arquitectónica, aunque de eso ya hablaremos otro día.

En resumidas cuentas, mis antepasados cercanos fueron inmigrantes en tierra próspera, extranjeros sin papeles, con la humildad, el esfuerzo y su educación como único patrimonio con el que desembarcar en Las Américas. Estoy convencido de que si ellos estuvieran aún entre nosotros y convivieran a nuestro lado con el fenómeno actual de la inmigración, no dudarían ni un instante en sacarnos los colores cuando alegremente, y perdiendo la perspectiva de cómo hemos llegado a ser lo que somos, tuvieramos la tentación de dirigirmos con cierto desprecio a alguno de esos inmigrantes que salieron de un continente, que un siglo atrás recibió la huida a la desesperada de muchos de nuestros antepasados que trataban de olvidar qué se siente cuando se padece hambre. Tal vez sea el momento de devolver algún favor pediente…

Os adjunto una serie de fotografías de aquella época (algunas no están en muy buen estado) que acreditan lo que os he contado en estas líneas.

Cita postuaria: «La ingratitud proviene, tal vez, de la imposibilidad de pagar.» (Balzac)

"Marcas blancas ahora que manda un negro" en PocoMás Magazine

A continuación os cuelgo mi último artículo en PocoMás Magazine que aparece en el ejemplar de diciembre de la revista mallorquina. Sin ánimo de ofender al personal más sensible, he titulado mi columna «Marcas blancas ahora que manda un negro», dejando claro cristalino desde ya que se trata simple y llanamente de un juego colorista. Punto y pelota. Para el resto de conclusiones que algún purista embriagado de moral pueda decudir, me reservo un «no ha lugar» pemitiéndome esta licencia que contempla mi jurisprudencia familiar.

No se escriba más. Leed, juzgad y sentenciad. Este monotribunal, para algunos simiotribunal (sé de alguien que me reclamará este ©) acatará la sentencia del jurado popular.

Marcas blancas ahora que manda un negro

Cómo cambia todo y a qué velocidad (esta frase no es mía, se la copié a Bibiana Fernández). Años ha, ni el más sobresaliente de los master del universo summa cum laude por la Universidad de Harvard, hubiera dado un duro por las llamadas marcas blancas, low cost o, pa’ ti y pa’ mi que somos más austeros, “marcas pa’ los con poca guita”. Pues ahora resulta que los productos más económicos son los más in y cuentan con una acogida sensacional, traspasando la frontera de las capas sociales más humildes. ¡Tócate un pie -pido prudencia-, Mariano! (frase hecha sin ánimo de ofender al PP). Hasta hace un par de años si te hubieras paseado por Jaume III con un blazer (o americana, ¿a que soy divino?) de serie B te hubieran deportado a Guantánamo en piragua, remando desde El Portitxol y sin escalas. Y te estarás preguntando, ¿a dónde quiero ir a parar?. Pues ni idea, a mi me han dicho que tengo que “currarme” unas líneas y en eso estamos. Dicho esto, y tras tomarme mi medicación diaria, me encuentro en la situación de poder afirmar que las tornas han cambiado y ahora todo lo que sea low cost, o sea, barato a rabiar, es lo más mejor y aquel que no lo aproveche “castigadito cara a la pared”, como dice mi sobrino político cuando tras un “¡Mira aquello!” le birlo unas McCain (está claro cuál hubiera sido el lema de haber salido presidente: “Una patata de país”).

Ha llegado el tiempo en el que gastarse tres euros en una camiseta o t-shirt, veintiuno en unos jeans -¡quién me ha llamado fantasma!- y 12.99 en unas zapatillas es de lo más fashion que te puedas echar a la cara. Por supuesto, siempre a la zaga de una sensacional crema antidescolgamiento de jeta, con saliva de chihuahua y encimas de hígado de colomí jove, que ante todo revitaliza tu tarjeta de crédito cuando al pasarla por caja, le entra el mismo tembleque que a la Obregón en el casting para el papel de espada en la Guerra de las Galaxias. A estas alturas de la película, y plagiando parte del comentario que días atrás me hizo una simpática operadora (disculpo al 2% de las miles que marcan tu número cada mes porque no disfrutan haciéndolo) os debo advertir que “por sentido común no me viene nada”. Quizás, y esto es un suponer exento de malicia –frase que suele preceder a toda buena rajada que se precie-, si hubiéramos recurrido un poquito antes a los productos a bajo precio en vez de centrar nuestras aspiraciones en un bolso de Uy Valeunmonton o un pantalón de Bramani, tal vez se hubiera logrado reprimir aquella codicia suicida, que llevó a unos pocos hijos de bidé a crear esa gran mentira financiera, que el resto de infelices nos hemos tenido que tragar como menú diario, sin derecho a vino ni gaseosa.

Siempre he sentido cierto interés por aquellos que en ocasiones han procurado desmarcarse del grupo, pero sin exagerar. No me acabo de ver liquidando a compañeros de oficina como método antiestrés o haciendo gárgaras al saborear una caña en la barra del bar. Una cosa es salirse de la fila de vez en cuando, y otra muy distinta dar el cante jondo sin acompañamiento. Saltándose a la torera este principio, el pueblo ha desafiado al sistema y mientras a ritmo de soul hemos puesto un Obama en nuestras vidas, una blanca luz ha ido iluminando nuestros hogares entonando versos de esperanza musicados bajo la batuta de Hacendado, Lidle o Carrefour. Cuando las riendas del planeta recaen en un afroamericano –un negro, abuela; ¿Ves como no me olvido de ti?- nosotros los españolitos y españolitas, catalanes y catalanas, vascos y vascas, compostelanos y compostelanas, leperos y leperas, manacorins y de Biniali… nos tiramos al consumo –suena mal, ¿verdad?- de las marcas blancas. Si se cosca es nostro Barack, n’hi haurà per tot. Hasta aquí puedo leer que si no el tito Amancio se me altera y me sube el precio de ese jersey tan logrado, que me hace un tipito estupendo. ¡Zara: espérame y no me cierres tus puertas que sabes que soy tuyo!.

Magnífica banda sonora para debatir

Buceando por la red en busca de información sobre el grupo musical Antony & the Johnsons y su memorable tema Hope there’s someone (lo recordaréis porque es la banda sonora del último anuncio de Massimo Dutti) me topé con uno de los videoclips no oficiales de esa misma canción que me dejó impactado. Más allá de la veracidad o no del mismo -en la era de internet no me fio ni de lo que «pico» yo en este blog- me quedé impactado por la crudeza de las imágenes. Lo curioso del caso es que no por tratarse de una estampa a la que estamos desgraciadamente habituados en nuestras ciudades, deja de ser terriblemente bochornosa para la condición humana. Estoy seguro que después de que visionéis este documento audiovisual, ninguno de vosotros se quedará indiferente al respecto ya sea siguiendo el movimiento que nos invita a marcar esta frenética sociedad, o parándose en seco desafiando las reglas no escritas que se han convertido en constumbres de lo que creemos definir como civilización.

¿Sabéis que es lo que más me repugna del caso? Que estoy lamentablemente convencido de que yo sería uno de esos cobardes que circulan impasibles, demostrando una inhumanidad de tal calibre que ruborizaría al mismísimo Adolf Hitler. Dado que las excusas se inventaron para estos casos, ahí va una que no tiene precio: «Si yo como ser humano «raso» tendría que tener el deber de solidarizarme con uno de mis iguales y socorrerle, qué no deberían hacer los millones de católicos de carrera a los que, además de lo anterior, se les presupone que -y leo textualmente- «ayudarán al prójimo». Conclusión de low cost: Siempre me quedará la política.

Citas postuarias: «Aprender es remar contra la corriente: si no avanzamos, se retrocede.» (Proverbio chino). «Cuando apuntas con el dedo, recueda que otros tres dedos te señalan a ti.» (Proverbio).