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Buscando a Kony

Esta campaña es real, no se trata de publicidad comercial. KONY 2012 es el nombre de una vídeo campaña impulsada por Invisible Children con el objetivo de hacer famoso -visible- al que se han atrevido a catalogar como el peor criminal de guerra de nuestros días: Joseph Kony. Se le hace responsable del secuestro de miles de niños ugandeses a los que separa por sexos, colocando en las manos de los varones un arma con la que entrar en combate mientras las niñas son obligadas a formar parte del mayor ejército de prostitutas infantiles del mundo.

Hasta la fecha nadie ha conseguido poner rostro a Kony. Jason Russell, impulsor de la iniciativa y director de la cinta, quiere acabar con ese anonimato y para ello pide la colaboración de todo el mundo hiperconectado. Reclama la ayuda de los cientos de millones de internautas que en todo el mundo publican contenido en sus perfiles sociales, para que difundan esta campaña que ayude a poner cerco al genocida más buscado del momento.

En tres días el vídeo ha sido visualizado más de 55 millones de veces. No tienes excusa. Resérvate 30 minutos de tu tiempo para verlo y compartirlo. Vale la pena por un par de clics…

Imagen de previsualización de YouTube

Políticamente incorrecto… pero cierto

Me pongo serio y anticipo que las líneas que seguirán a ésta pueden resultarle hirientes a más de uno. No es mi propósito, y sí lo es procurar ser fiel a mi mismo por motivos de salud mental. Para ello me veo en la obligación de denunciar un hecho que se está repitiendo demasiado en mi entorno, y que cuya presencia veo amplificada cada vez más en los medios en boca de especialistas y afectados. Hablo de la indefensión de los hombres ante las separaciones conyugales con hijos de por medio.

Antes de proseguir quiero dejar claro translúcido un tema capital, anticipándome al impulso irrefrenable de algún estreñido amante de la palpación de las bolsas marsupiales. Condeno abierta y directamente, como no podría ser de otra forma, cualquier comportamiento violento hacia las mujeres. Es intolerable que tengamos que convivir en nuestra sociedad con elementos que entienden la relación con sus iguales a base de guantazos, pretendiendo el sometimiento de sus parejas a su única voluntad. No tienen hueco entre nosotros. Si su incontinencia responde a la manera salvaje en que sus progenitores/tutores perpetraron su educación, dotemos a la sociedad de mecanismos que detecten precozmente estos casos y les proporcionen atención especializada.

Y aquí empieza mi denuncia. Hasta la fecha he ido comprobando, como la mayoría de nosotros, como muchas relaciones de pareja que nos rodean se van deshaciendo. En un número demasiado elevado de los casos, he ido recibiendo información que descubre las miserias de la gente y de este sistema anacrónico que nos legisla. Os pongo en antecedentes y os hablo de uno de esos ejemplos reales. Un tipo de 25 tacos y su pareja se van a vivir juntos. En un par de años tienen un hijo. Poco tiempo después ella decide que se acabó lo que se daba. Hasta aquí todo normal, razonable y perfectamente respetable. En ese punto empiezan las atrocidades. El muchacho, que ingresa una nómina mensual de 1.100 euros, intenta aplicarle el último masaje cardíaco a la relación pero sin éxito. Ella, que tiene derecho a decir basta, le comunica que hay otro hombre. Cuando el futuro ex asume su nueva situación, decide hacerlo por las buenas. Por el bien de su hijo. Y es ahí cuando se destapa la caja de los truenos. La madre de su niño le pide, con abogado de por medio, 800 euros de pensión además de quedarse con la custodia del pequeño y por ende el disfrute de la vivienda familiar. Un piso que en su día compró el padre para luego aportarlo a la relación como domicilio conyugal. Ahora está en la puta calle. Viviendo con sus padres. Con 300 euros en el bolsillo para pasar el mes. Lo ha perdido todo. Y veinte kilos de peso. El abismo de la depresión le sobrevuela cada día desde que para el despertador hasta que apaga el último cigarrillo. ¿Dónde está el equilibrio de la ley para este padre? ¿Qué fue de los derechos básicos de este hombre, antes que nada, ciudadano español de pleno derecho? Un buen tipo, al que se le desconoce precedente violento alguno, y al que el más absoluto desamparo le ha destrozado la vida.

Desde la empatía, aquí viene lo terrorífico de mi reflexión. Si a este tipo -marginado social de la noche a la mañana al que se le han evaporado sus aspiraciones de independencia económica y vital- un día se le gripa el cerebro y entonando un «de perdidos al río», decide ponerle fin a su calvario y acabar con todo dejando a su niño huérfano de madre, y de facto también de padre, no pongamos el grito en el cielo. Espero que no se oiga ni un solo quejido hipócrita y deshonesto al respecto. Sólo anotaremos el dato para completar las estadísticas de ese año: «la enésima víctima de la violencia de genero en lo que va de 201…». Sin entender que se falta al respeto deliberadamente de todas aquellas mujeres, demasiadas, que han padecido un infierno en sus carnes a manos de sus torturadores maridos y amantes. Un atentado contra la dignidad de esas madres de familia que se interpusieron entre sus maridos e hijos para que éstos no recibieran los golpes de esos cobardes hijos de puta. Vosotras no os merecéis esto. No caigamos en el terrible error de facilitar una coartada a los verdaderos delincuentes domésticos.

Antes de despedirme, dos puntualizaciones. Primera: en todo momento me he referido a un caso real de entre otros muchos idénticos que conozco, en el que la mujer no ha interpuesto ninguna denuncia falsa por malos tratos, aconsejada diabólicamente por su letrado con el propósito de agilizar los trámites y mejorar sensiblemente las condiciones del acuerdo de separación/divorcio. Otro día os hablaré de algunos episodios de este tipo que ponen en bandeja a Satán la voluntad de algún desquiciado, con el que saciar el vicio de jugar a matar. Segunda: espero vuestros comentarios y, para los más reaccionarios, en el margen superior derecho de este blog encontraréis mi dirección de email para insultarme a placer, sin remordimientos de conciencia por el qué dirán.