Fotos como nuestros padres
Vía Señorita Puri |
Vía Señorita Puri |
[Vía Mangas Verdes]
Con estos antecedentes, entramos en las fase dos del culebrón. Y aquí es cuando me caliento. Me importa un sudoku si las hijas de ZP son góticas, tienen las cejas de plastilina, coleccionan estampitas de la Virgen de Regla, comen arroz con las manos o eructan en estéreo después de cada ingesta. Me produce la misma indiferencia averiguar sus piercings abdominales que saber el nombre de pila de los lechones que se ha jincado la choni Ruperta que está saliendo ahora mismo en Dónde Está tu Cerebro. Recuerdo aquella etapa adolescente en que las pintas de los
Iron Maiden o Barón Rojo se reflejaban en mi espejo matutino. Pronto pasaron a mejor vida gracias a que Satán, que me temió ingobernable, se dio el piro por acumulación de trabajo: Bush padre, la Thatcher, Gaddafi o el Dr. Gang del Inspector Gadget. Mi imagen, y la tranquilidad de mi madre, ganaron enteros. Pero era lo que había. Para mi padre fue El Che y para mí las greñas de los Kiss. Suele prescribir con el paso de la vida. Resumiendo: qué carajo nos importa a nosotros como ciudadanos de profesión, controladores políticos, si las hijas del presidente visten de funeral permanente o se hacen las ingles brasileñas al baño maría. La capacidad de gobierno del jefe de estado es y será igualmente capaz o improductiva -eso os lo dejo a vosotros- tanto si sus niñas juegan al diábolo como si beben sangre de vacuno con las tostadas. Como ejemplo de las últimas décadas tenemos el caso Lewinsky. Qué puerro me importa a mí si la moza y su mentor se dedicaban a los juegos manuales en el despacho Oval o si la felatriz se vestía de enfermera antes de arrodillarse. El juicio público de las habilidades o incapacidades del presidente de EE.UU. debió limitarse a su papel político y no a si le aliviaban las tensiones gubernamentales con el paladar mañana sí y mañana también. Ese terreno compete únicamente a la intimidad de las explicaciones que le pudiera recriminar su mujer. Más allá de ahí, marujeo puro y duro. Lo mismo ocurre en la piel de toro. El chismorreo cañí que tanto nos pone.Por último. Conviene recordar que el presidente del Gobierno se apellida Zapatero, y de nombre José Luis. Jo-sé-luis. Es decir, el padre de las criaturas. El resto de la familia, en sus actos cotidianos y privados, tiene derecho a preservar su anonimato. Ellas, que no eligieron que su padre fuera presidente, además son menores. Y lo son bajo los mismos derechos y obligaciones que los menores de nuestras familias. Si ahora atraviesan ese momento de rebeldía juvenil contra el poder, quizá sea por partida doble: su padre es quién lo encarna desde la habitación de al lado. Si se trata de pura estética y los atuendos son de D&G, pues magnífico. Cuando tengan dieciocho tacos tendrán que apechugar con la proximidad de los objetivos y las cámaras. Y si no les gusta, de cabeza a los tribunales, que corre el rumor de que todos somos iguales ante la ley. Esto está montado así.
No puedo despedirme sin recomendar la lectura de la entrada del blog Cosas Que Pasan al respecto de este tema. Diametralmente opuesta al punto de vista que os acabo de exponer pero igualmente respetable y recomendable para la salud democrática del barrio. Más aún cuando viene de una fenomenal bitácora. Si tenéis más tiempo, leed al juez Emilio Calatayud.
Me gusta especialmente la serie Francisca Femenias. Death after life. Sin pelos en el objetivo. Pasen y sientan.
Cita postuaria: «La fotografía es verdad. Y el cine es una verdad 24 veces por segundo». (Jean Luc Goddard)