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Seat se borra

La primera adquisición de un vehículo Seat por parte de mi familia se remonta a más de cuatro décadas. Mi padre compró un 600, todo un privilegio para aquellos tiempos preconstitucionales. Años más tarde, le buscó como sustituto un Seat 127 de color granate. Era lo que había. Y gracias. Poco después un Panda entró en nuestras vidas, en su versión azul cielo para ser más exactos. Aquel bicho lo aguantó todo. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que ya en la década de los 80′ éramos una familia entregada en cuerpo, alma y cuenta corriente a la marca española Seat.

Prosigamos. Tras un idilio breve pero altamente satisfactorio con la firma Opel, mis padres decidieron reavivar de nuevo los rescoldos que quedaban de aquella apasionada relación con Seat. El acercamiento lo recorrieron en un Toledo que hasta hace apenas un año, y tras otros 14 de impecable servicio, nos dejó para siempre. Fue tal el cariño mutuo que se dispensaron familia y automóvil, que mis progenitores no pudieron reprimir sus impulsos y prolongaron aquella comunión. Ahora es un AlteaXL el heredero de tantos momentos especiales de mi familia a lo largo de cientos de miles de irrepetibles kilómetros a bordo de un Seat. Al igual que las distancias recorridas, la familia también ha aumentado y lo ha hecho impregnada por el espíritu de la marca, con una fidelidad a prueba de planes renove. Mi mujer se decantó por el Ibiza, mientras que un servidor apostó por un aire más castizo y me apropié de un León. Por tanto, recapitulando, mi familia ha conducido sus últimas cuatro décadas de vida en 7 modelos de Seat diferentes. Hasta aquí todo correcto. Sin embargo, todo cambió un buen día…

Los problemas se remontan unos pocos años atrás. Decidí arreglar algunos desperfectos en la chapa de mi Seat León en el servicio oficial de la marca. Retocaron varias partes del vehículo y entre ellas pintaron el capó y un lateral de la parte trasera. Cual fue mi sorpresa que al cabo de poco más de dos años empecé a observar como las dos zonas que fueron pintadas habían perdido color y brillo, contrastando su tono mate con el resto del vehículo en perfecto estado de conservación. Acudí al concesionario y les expuse la situación. El responsable -de esos que hacen grande a una firma con sus pequeñas cosas- me dispensó un trato inmejorable. A pesar de ello, me comentó que al haber transcurrido un periodo superior a 2 años desde la reparación ya no podían hacerse cargo y que debía ser la central de Barcelona la que dictaminara qué se debía hacer. Le recordé que las zonas que se habían decolorado eran única y exclusivamente las dos que su concesionario repintó con productos, quiero entender, oficiales. Aún así, me aseguró que el trámite en estos casos era inequívoco, y pasó a dar parte a la matriz nacional. Después de unos días sin noticias, una operadora me llamó para confirmar la incidencia. Me recordó que aunque la responsabilidad hubiera sido de los materiales defectuosos o del procedimiento erróneo empleado por el taller oficial, si la fecha de la reparación era superior a los dos años no podrían hacer nada al respecto. Le insistí, tal y como hice con el responsable del concesionario en mi anterior visita, que los efectos visuales de la defectuosa reparación no se hicieron patentes hasta pasados dos años y medio o más, por lo que al no contar entre mis habilidades con un poder premonitorio fenomenal, era imposible que hubiera podido tramitar mi demanda antes de que pudiera detectarse la misma. Convencido de que serviría de poco, quedé a la espera de su respuesta.

Semanas más tarde dieron señales de vida. Recibí un sms: «Lamentamos informarle que la petición que cursó a Seat España ha sido denegada. Rogamos disculpe las molestias». Y aquí paz y después gloria. A ver si lo entiendo. Después de 40 años de relación, 7 coches comprados y casi 70 mil euros invertidos por mi familia en la empresa, Seat decide comunicarme vía sms que me busque la vida si quiero volver a disfrutar de un color uniforme en todo mi vehículo, aún sabiendo que han sido ellos los únicos responsables de dicho perjuicio. Eso es atención al cliente y lo demás monsergas. Lo curioso del caso es que en casa seguimos confiando nuestros trayectos a la marca, a pesar de quienes la dirigen. Mis padres adquirieron el AlteaXL sabedores de la jugada que yo había padecido. Estoy convencido que su experiencia les dictó que las cosas sólo podían ir a peor, fuera cual fuere la marca que les despachara.

La foto que nunca debió revelarse (II)

Leo en La Huella Digital que la familia de Daniel Jimeno Romero ha emitido un comunicado a través de EFE rogando que dejen de emitirse las imágenes de la cogida. A ver si lo vamos pillando, carajo.

Carta abierta a Manolo

Hola Manolo,

Hace tiempo que tenía pensado escribirte pero no encontraba el momento para hacerlo. Quizá no lo busqué lo suficiente. He decidido utilizar esta vía porque como dicen que internet llega a todas partes, por qué no aprovecharlo. La verdad que son tantas las veces que los que me rodean se acuerdan de ti que siempre me digo «de hoy no pasa», y mira hasta dónde he llegado. Bueno, habrá que ir separando el trigo de la paja que aunque tú me has padecido poco te aseguro que cuando me lo propongo puedo llegar a adormecer a Buda y toda su prole o eso dicen los que me quieren, o eso creen creer… ¡Ves lo que te decía!

Esto que te voy a decir nunca se lo había contado a nadie y suena, como mínimo, atípico. Manolo: yo siempre quise tener un suegro. Me gustan esas historias en las que un extraño parece apoderarse de uno de los tesoros más codiciados de un padre que finalmente cae rendido ante su inofensivo yerno. En resumidas cuentas, y prescindiendo de la literatura, me gusta ganarme al hostil. Reconozco que cuando nos conocimos eso se convirtió en una estupidez de campeonato. Eres un relaciones públicas de manual y pronto pude comprobar como lo que decía tu hija de ti, era cierto. Tienes un magnífico sentido del humor, algo que me conquista al instante, eres detallista, servicial y protector con los tuyos. Poco después de que nos presentaran ya pude imaginar lo que me esperaba en adelante. Sobremesas entretenidas, conspiraciones para sorprender a alguien, un teléfono que nunca comunica cuando llamas buscando ayuda, un ejemplo de generosidad anteponiendo siempre los deseos de su gente a los suyos… Estoy convencido de que mis padres y tú hubierais hecho muy buenas migas. Extraordinarias diría yo.

Pero cuando ya me había hecho a la idea de este porvenir, te viste obligado a marcharte con urgencia y sin aplazamientos. En aquel momento supe que era imposible que todo lo que quedaba pendiente no pudiera saldarse nunca. Con el tiempo he ido comprobando como a pesar de la lejanía, has seguido al pie del cañón y muy de cerca las andanzas de toda tu familia -abusando de tu confianza, voy a incluirme yo también-. Ya sabes que tu hija acabó sus estudios universitarios, cómo tú siempre esperaste, que orientó su carrera profesional como deseaba y que se casó. De ese día, qué te voy a contar que no sepas bien. Participaste por delegación en la elección del traje de novia y entraste con ella en la iglesia de la mano de tu hijo. Nada nuevo para ti, Manolo. Por cierto, la música que elegiste para el vals fue todo un éxito.

Ahora viene lo mejor. Dicen de mí que he heredado de mi abuelo materno una especial habilidad con los niños, pero por lo que me han contado de ti siempre que alguien te buscaba en cualquier reunión familiar podía encontrarte rodeado de los más pequeños. Me temo que eso dentro de poco va a cambiar. Ser abuelo es una responsabilidad y requiere dedicación. Desde la distancia me aventuro a asegurar que serás sobradamente capaz de ambas cosas. Te dejamos algo más de cinco meses para que te organices, aunque con la ayuda de tu mujer y tus consuegros te será todo más sencillo.

Se me olvidaba. Si algún día te cuentan que saludo a desconocidos, discúlpame y recuérdales que no he perdido la cordura -todavía-. Seguramente creí haberte visto al volante de algún coche gris o caminando por la calle, y alcé mi mano. Nada que no cure una completa revisión ocular.

Pues creo que eso era todo por ahora. Si te parece bien podemos seguir en contacto de la misma manera. Cuídate mucho.

Un abrazo eterno.

Tu yerno.

"El ascensor" de PocoMás Magazine

Ha llegado la primavera y el mes de abril, he vuelto a las andadas. La gente de PocoMás Magazine, en el marco de su obra social, han decidido reiterar su confianza en un servidor (dudoso término éste) y me han encargado la página mensual que tanto os reconforta, especialmente cuando envolvéis en ella vuestro sándwich de mortadela con el que alimentáis vuestro desgana laboral. Es hora de que me deje de historias y os reproduzca el contenido en cuestión titulado:

El ascensor

Todo sucedió en un día cualquiera del pasado mes de marzo. Lugar: el ascensor de un conocido centro comercial; hora: la del té (17.00h). Aprieto el botón de llamada mientras permanezco en solitario a la espera de su llegada. Siempre procuro dejar una distancia prudencial con respecto a la puerta, no tanto por si tiene que bajarse alguien que también, sino por si algún descerebrado macho o hembra carente de civismo decide de motu proprio que es y será siempre el primero allá donde vaya. Y a los demás que nos vayan dando, a poder ser por varias cavidades y en cantidades industriales. Pero esta vez tuve suerte. Ningún gilipollas había aprovechado mi generosidad para adelantarme de forma sorpresiva (he sustituido “sorprendente” porque parece ser que utilizar este adverbio está penado). Sin embargo, justo cuando me las prometía muy felices y hacer el trayecto en solitario, me vi rodeado por una familia casi al completo. Sólo faltaba la madre -pensó mi intelecto más ortodoxo-, o el otro padre –apuntó mi trocito de hombre moderno- o la madre de alquiler –se atrevió a sugerir mi hemisferio más científico y reducido-, y ahí lo dejé para no exprimir en exceso a mis neuronas. Faltaban muchas horas para ponerme en stand by y no debía sobresaturar el sistema…

Recompongamos el escenario. Por un lado tenemos una figura masculina de unos cuarenta abriles que a la altura de sus manos se encuentra rodeado por tres niñas encantadoras, ataviadas con la indumentaria escolar oficial. En estos casos siempre peco de moderado y un “vestidas como Dios manda” no estaría de más. A golpe de rabillo del ojo, analicé a ese ejemplo de familia española de clase media alta. Sus ropajes y los modales de las herederas ponían de manifiesto que cuando alguien se preocupa por la educación de los suyos, pueden pasar varias cosas y entre ellas está que se consigan tales propósitos. Otra diferente es que el progenitor descuide la suya y se convierta en un imbécil estándar, rompiendo el manido refrán “de tal palo tal astilla” para buenaventura de su descendencia. Pues bien, este último era el caso del pájaro en cuestión.

El marqués de La Prepotence se posó en el montacargas y a mi saludo de “hola” ni se inmutó lo más mínimo. La mayor de su estirpe, una princesita encantadora, hizo ademán de separar los labios pero viró repentinamente la cabeza en un gesto brusco frenando en seco cualquier señal de civismo expreso, para no ser reprendida por papá tordo. A todo esto volví a repetir “hola” –como espécimen humano procuro tropezar con la misma piedra todo lo necesario- esperando romper la barrera del miedo de la joven heredera. Al tiempo que no obtuve respuesta redimí de toda responsabilidad al trío de damas. Por el contrario toda mi ira –un cuarto de kilo a lo sumo- recayó en el basto de la baraja. Es sorprendente que un tipo que aparenta haber sido compañero de pupitre de Los Albertos, hecho hombre según los principios del gurú del marketing familiar Don Escrivá de Balaguer (autor de campañas como “Un coito, un hijo” o “Donde pongo el ojo, hay negocio”, entre otras) y haber pasado por las más crueles novatadas del colegio mayor del tipo “ducha de Moët & Chandon”, “todo un día vestido con vaqueros Lee” o “ser fotografiado repostando sin la ayuda del gasolinero”, no sepa desenvolverse socialmente en un ascensor. Invadido por mi espíritu redentor materno, pude ver la luz… la de la tercera planta para ser más exactos. Cuando se abrieron las puertas, el virrey dio la orden a las meninas para que iniciaran la marcha. Las tres miraron de reojo, y pude intuir su demostración de que a pesar del padre que las parió (para que luego digan que no soy un activista en por la igualdad de género) habían aprendido lo correcto en la guardería, que no era otra cosa que saludar cuando se entra o sale de un sitio. Y así lo hicieron, pero en silencio y con un golpe de ojos a lo Margaret Astor para no dejar evidencias. Entiendo el trauma que puede suponer para un niño que le priven de su partida a la Nintendo DS por saltarse las reglas. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Jamás consentiría que un infante antepusiera el corresponderme cortésmente a cambio de prescindir de su dedicación amistosa con su videoconsola de confianza. Segundos después se cerraron las puertas. Para olvidar el desplante decidí adoptar medidas ejemplares. Subí hasta la sección “Imagen y Sonido” y dejé que mi tarjeta de cliente le contara las penas a la caja registradora. Fue todo un acto de generosidad por su parte del que siempre le estaré agradecido.

Para prevenir el aburrimiento espontáneo aquí os dejo una canción de fácil digestión para compensar vuestra solidaridad.

Emilio Calatayud con Buenafuente

Os recomiendo encarecidamente el último post de Cosas Que Pasan en el que podréis disfrutar de la entrevista que el juez de menores de Granada Emilio Calatayud concedió a Andreu Buenafuente días atrás. Calatayud es famosos por sus sentencias peculiares y perfectamente razonadas. Disfrutadlo.

Cita postuaria: «Donde hay poca justicia es un peligro tener razón».(Francisco de Quevedo y Villegas, 1580-1645)

¿Pero quién te has creído que eres? II

Ahora que todo ha pasado, no vayamos a olvidarnos. Para contribuir a ello, os recomiendo este artículo: «Pidan perdón a Beppino Englaro». No lo digo yo, lo dice Roberto Saviano.

Para ambientar la lectura, pongamos un poquito de Luz.

Cita postuaria: «La muerte es el menor de todos los males». (Sir Francis Bacon, 1561-1626)

¿Pero quién te has creído que eres?

Actualización 12/02/09, 15.30h: ¿Pero quién te has creído que eres? II

Esta pregunta va dirigida a ti. Seré breve. A ti mujer u hombre, político, ciudadano, doctor, paciente, católico, apóstata, agnóstico, miembro de otra iglesia, estudiante, empresario, trabajador, parado o pensionista, simpatizante de izquierdas, de centro o de derechas, soltero, casado o viudo… Te recomiendo que te hagas esta pregunta cuando tengas las santas posaderas de censurar la decisión de la familia de Eluana Englaro de acabar con el sufrimiento irreversible de su hija, en estado vegetativo desde hace 17 años. ¿Pero quién carajo te has creído que eres para juzgar a esa familia?. Sólo les corresponde a ellos, como único vínculo de sangre directo, plantearse o no la posibilidad de luchar por una muerte digna para su hija. Si trato de ponerme en su pellejo por unos instantes, y desde ya pongo en duda que me sea posible llegar a imaginar qué pueden estar sintiendo esos padres en estos momentos, no tengo la más remota idea de cuál sería el proceder más adecuado en este caso, lo más justo para ella, y si tendría las agallas suficientes, en el peor de los supuestos, para autorizar la defunción de mi hij@. Pero que no se nos olvide algo muy importante: ni yo ni mis ideas pintamos una regadera en toda esta historia. Tú, a no ser que te apellides Englaro, tampoco.

Exijamos un respeto firme e inflexible de la libertad de decisión de las personas. Si tienes convicciones religiosas, exijamos que puedas ejercerlas sin que te veas coartado por ello ni debas pedir perdón por tus ideas. Y si no las tienes, exijamos idéntico respeto para ti. Si aquel es tu caso, quizá puedas rezar por el alma de Eluana y su familia… pero no te atrevas a juzgarles más allá de la puerta de tu casa. A todo aquel que se dé por aludido tengo el placer de decirle que: ¡no toques más las pelotas con tu opinión! No ha lugar. Nadie te la ha pedido. No queremos escucharla. Deja que la gente decida en paz, mientras tú haces lo propio con tu vida, junto a los tuyos. Basta ya de aleccionadores rancios de una sola verdad. Respetemos la capacidad de autogobierno de las personas, por difícil que nos resulte entender sus circunstancias. Si, como debe de ser, defiendes tu integridad e ideales con uñas y dientes, ¿a qué leches responde que quieras entrometerte en la vida de los demás?. Que te quede claro: no tienes derecho.

Punto, pelota.

Cita postuaria: «El límite bueno de nuestra libertad es la libertad de los demás».(Jean Baptiste Alphonse Karr, 1808-1890)

Política 2.0 o Políticos 2, Ciudadanos 0

Estamos de enhorabuena. Los dos partidos más importantes del estado -«por país o nación no me viene nada», contestó la operadora de la RAE a mi consulta- se han puesto las pilas y se lanzan a las nuevas tecnologías. El gobierno ha puesto en marcha el Plan E: el Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo. En él encontramos cánticos, jaleos y una ristra de piropos castizos, catalanes, vascos, gallegos… donde los haya -y a los demás que nos den- para subir el ánimo de nuestra economía. Vendría a ser la Viagra que necesita nuestro sistema económico pero me temo que el problema es que también te piden receta. Dicen las malas lenguas -las otras han sido declaradas en peligro de extinción por la WWF/Adena– que «Plan E» viene de «planear«, entendiendo como tal moverse o descender sin motor un avión, valiéndose de las corrientes de aire: la avioneta se quedó sin combustible y tuvo que aterrizar planeando.en su tercera acepción (ver enlace). ¡Quietosparaos! A mí que me registren…

En la otra acera (no especificaremos cual para no herir sensibilidades patrias) tenemos al PP que está preparando Queremos, el primer Foro Abierto de Militantes del Partido Popular que tendrá lugar en Madrid el 24 y 25 de enero. Sus ponencias siguen el siguiente orden: Somos, Sabemos, Pensamos, Sentimos, Apostamos y Nos comprometemos. Algún infeliz se ha atrevido a bautizar esta iniciativa como el foro cucal: nacen, crecen, se reproducen y mueren… Seguro que lo recordáis. ¡Qué tiempos aquellos en que las cucarachas eran el enemigo!

A continuación, todo un ejemplo de superación tecnológica…

Un video científico de El Informal para distender un pelín.

Cita postuaria: «En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento». (Albert Einstein, 1879-1955)

Feliz 2009

Seré breve en mi primera salida/entrada de año desde Hache se escribe con Hache.

Os deseo un Feliz

… para el que si no tiene que sobrar nada, por lo menos que no falte.

Besos y abrazos.

Cita postuaria: «El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo». (Winston Churchill, 1874-1965, político británico).

Nunca hay edad para ser niño… o sí

-¡Hola!
-Hola.
-¿Qué haces?
-Aquí. ¿Y tú?
Quieo vel.lo!
-Sííí. ¡Quieo vel.lo!
-¿Y la escoleta?
-Sííí. ¡Pam pam colete!
-¿Qué has comit?
-Pastelitos y…
-Jesusito y Tomasín son tus amigos, ¿eh?
-Sííí.
-Eres un cachondo…
-Sííí. Eres un cachondo…
-(Risas)
-Voy vestido de cachuli.
¿Cómo? (carcajadas)
-Los pantalones por aquí…
El otro interlocutor tiene que dejar el teléfono superado por una risa nerviosa.
Fin de la «conversación» entre un «adulto» de 31 años y su sobrino de 3.

Al observar las pruebas más que evidentes de que el peso de la conversación estaba en manos del individuo escandalosamente más joven, los asesores de la parte contraria (kioskero, vecino del ático con solárium y demás gente de fiar) le aconsejaron que no revelara su identidad bajo ningún concepto.

Y, por supuesto, yo siempre hago caso a mis asesores.

Cita postuaria: «En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.» (Pablo Neruda)

Regreso al pasado

De los creadores de «Regreso al futuro» y el guionista del «Planeta de los simios», tengo el privilegio de avanzaros en primicia mundial el lanzamiento de «Regreso al pasado… bastante colocado». Aunque no puedo desvelar muchos detalles (el cobrador del frack de la SGAE está en pleno régimen pre-navideño y un cinturon negro en karate con ansiedad no es de fiar) sí os adelanto que el argumento cuenta con dos tramas principales: el regreso a la explotacion laboral con la imposición de las jornadas laborales de 65 horas semanales, y la privatizacion de la enseñanza universitaria alejándola de las clases mas bajas con el plan de Bolonia.

Se trata de una historia con auténtico «final feliz». Sus protagonistas consiguen apartarse del sufrimiento que les venía acompañando, tomando la línea recta como camino más corto entre dos puntos. Mueren todos y aquí paz y después gloria. Menos mal que es una película de ficción, ¿verdad?…

Cita postuaria: «Donde hay educación no hay distinción de clases» (Confucio).

Quién no ha tenido alguna vez la espalda mojada…


«Espaldas mojadas» es el título de una canción que el grupo Tam Tam Go lanzó a principios de los 90. Como bien sabéis, este término se utiliza en concreto para describir a los inmigrantes centro y sudamericanos que deciden emprender el viaje con lo puesto hacia el dorado de los EE UU, tirando a mate cada vez más. El uso de esta definición se ha ido generalizando, a la par que lo ha hecho la inmigración, y actualmente nos podría servir incluso para referirnos a todos esos movimientos en cualquiera de los continentes. Os cuento todo esto -aquí concluye el permiso para bostezar- porque me he sentido en la obligación de bucear en mi pasado familiar para rendir un humilde tributo a toda esa legión camareros argentinos, albañiles senegaleses, teleoperadores peruanos, repartidores ecuatorianos, jardineros rumanos… con los que nos cruzamos a diario en nuestras vidas. Si su papel en nuestra economía moderna ha sido clave según los expertos, parte de nuestro bienestar -aunque ahora ande maltrecho- debe entenderse gracias a su colaboración.

Por ello, apuesto por un ejercicio que creo que deberíamos de hacer todos como es profundizar en nuestras raices, a saber: mis bisabuelos eran mallorquines (5), gallegos (2) y andaluces (1). Sus hijos nacieron en Mallorca (2) y en Cuba (2). Precisamente de este último caso quiero hablaros. Los padres de mi abuelo José Adán, desde Carballino (Galicia), y los de mi abuela Margot Ignacio (desde Mallorca) emigraron a La Habana para sobrevivir a la miseria que recorría España de cabo a rabo, en el primer cuarto del siglo XX. Lo curioso del asunto es que ambas familias nunca coincidieron en Cuba mientras se dedicaban a actividades económicas diferentes, que en los dos casos les permitió gozar de una situación económica privilegiada, ni de lejos parecida a lo que habían dejado atrás. Es curioso el caso de la familia Ignacio, decicada al mundo de la escultura y la restauración arquitectónica, aunque de eso ya hablaremos otro día.

En resumidas cuentas, mis antepasados cercanos fueron inmigrantes en tierra próspera, extranjeros sin papeles, con la humildad, el esfuerzo y su educación como único patrimonio con el que desembarcar en Las Américas. Estoy convencido de que si ellos estuvieran aún entre nosotros y convivieran a nuestro lado con el fenómeno actual de la inmigración, no dudarían ni un instante en sacarnos los colores cuando alegremente, y perdiendo la perspectiva de cómo hemos llegado a ser lo que somos, tuvieramos la tentación de dirigirmos con cierto desprecio a alguno de esos inmigrantes que salieron de un continente, que un siglo atrás recibió la huida a la desesperada de muchos de nuestros antepasados que trataban de olvidar qué se siente cuando se padece hambre. Tal vez sea el momento de devolver algún favor pediente…

Os adjunto una serie de fotografías de aquella época (algunas no están en muy buen estado) que acreditan lo que os he contado en estas líneas.

Cita postuaria: «La ingratitud proviene, tal vez, de la imposibilidad de pagar.» (Balzac)