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Abuelos

Desde que tengo uso de razón -no conviene concretar la fecha- he sentido especial predilección por las historias de mis mayores. El respeto que me inculcaron mis padres por preservar su turno de palabra, se fue consolidando de la mano de mi admiración por sus revelaciones. Como escuché decir una vez a Buenafuente, «alguien que ha sobrevivido a la vida merece nuestro más absoluto respeto».
Pero, por supuesto, no todo ha sido ejemplar en mi comportamiento. No fueron pocas las ocasiones en las que pude menospreciar la sabiduría de la experiencia, y fue entonces cuando el destino y su justicia silenciosa me pusieron en mi sitio. «Para otra vez ya lo sabes, rey», tuve que recordarme en el trayecto hacia la misma piedra con la que tropecé tiempo atrás. He conseguido detectar esa ironía con la que nuestros mayores observan la vehemencia y el ímpetu con el que encaramos nuestras decisiones, sabiendo que pronto sucumbirá ante la paciencia y la reflexión. Tal vez pronto me ocurra lo mismo y no sé si me entusiasmará comprobar que me siento uno de ellos. Mayor. Quién sabe si antes que viejo.

 

Cita postuaria: «La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores». (Oscar Wilde ,1854-1900)

Cuando vamos a estar a la altura de nuestros trabajadores

El bueno de BlackJack hacía una reflexión a propósito de las circunstancias laborales tan difíciles por las que están atravesando muchos de los nuestros actualmente. Conseguir no desesperarse quizá sea el objetivo, pero sin duda que no resulta tarea fácil. Precisamente de esa realidad, y en concreto de la de aquellos que han superado la cuarentena trata el último post de Cosas Que Pasan:

«…Ya durante el mes de Mayo, me encontraba en un poquito de bajón. De hecho, el día 8 el blog cumplió dos años (y el 14 yo cumplí los 45) y ni siquiera tuve ganas de escribir aunque fuera una nota. La verdad es que sigo sin tener demasiado claro si vale la pena seguir escribiendo esta bitácora. No lusers, no news.

Una cosa que si tengo clara, es la absoluta invisibilidad del parado a partir de los 40 años. He presentado currículos a todo lo que pudiera parecerse a un trabajo y ni por esas. Unas veces porque “no reunes exactamente el perfil solicitado” (es decir, que a menos que te traigas la cartera de clientes que tenías, lo tienes claro) y otras “porque tu CV supera con creces lo necesario para cubrir el puesto ofertado” (o sea, buscamos a alguien que apenas sepa leer y escribir y al que le podamos pagar el sueldo mínimo y haga horas extras sin cobrar y a final de mes ponga el culo si nos apetece).

Me he encontrado incluso con gente que en cuanto llega a la línea del CV donde aparece tu fecha de nacimiento, lo aparta y te suelta lo de “ya le llamaremos”, lo cual no deja de ser un elegante eufemismo para decirte “si esperas que te llamemos, lo llevas claro”…»

Cita postuaria: «La recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho». (Jonas Edward Salk, 1914-1995)