Equivocarse no es opcional

Con los años he ido adquiriendo la creencia que las personas se dividen en dos grandes grupos: las que tenemos claro que nos equivocamos y las que creen que nunca lo hacen. A estos últimos les cargaba el muerto de la mayoría de nuestros males, empezando por las úlceras de estómago de origen laboral sui jéferis. Hasta ahí, nada nuevo bajo el Sol. Pero qué sorpresa la mía cuando con el trastear de la vida, y tras padecer las múltiples consecuencias de haberme relacionado personal y profesionalmente con algunos cenutrios de pacotilla -de los de salir corriendo a por una granada de mano y engullirla sin trago de agua que valga- me he visto en la obligación de incorporar una tercera clase de personajes a esa teoría de teletienda que me tricoté en mis horas más intelectuales (soy consciente de que abuso del plural). Sin duda, un castigo celestial por haberme apartado de la fe sin cursar la portabilidad preceptiva y escuchar la contraoferta. A ese tercer grupo de individuos, el más peligroso a todos los efectos, pertenecen los tipos que saben que también se equivocan pero creen que los demás somos gilipollas e incapaces de detectarlo. Los últimos datos del censo apuntan a que el número de afiliados a esta causa se ha disparado últimamente en la misma proporción que ha incrementado en número de votantes arrepentidos.
Son varios los ejemplares de esa calaña que me he tenido que tirar en cara en los últimos tiempos. Pero no todo lo que se deriva de ese contacto ha sido negativo para mí. Uno de los grandes logros que me ha permitido acariciar este desafío ha consistido en el desarrollo de una natural actitud pseudo-idiota, emergente ante el contacto directo con tales sujetos. Me pone tontorrón hacer creer a estos pavos que me estoy tragando su discurso sin masticar y repitiendo postre, hasta el punto de proponerles argumentos que justifiquen sus razonamientos más perversos y, rara vez, suficientemente elocuentes. Cuando les veo desaparecer por la puerta, crecidos en talla y peso por la tremenda enjabonada que les he dispensado, vuelvo al modo tonto no detectable –o en la reserva- y me felicito por la interpretación con una media sonrisa. Es muy posible que no se trate de un comportamiento del que se pueda presumir ante un tribunal, pero mientras esto esté montado así me temo que no me queda más remedio que seguir apostando por él si quiero que la nevera de casa no me cambie los yogures por escarcha.
Asociado al temperamento de estos listos de baja intensidad, me encuentro en muchos de los casos de estudio con garrulos ciclópeos con altas dosis de egocentrismo en vena. Mamones de destete tardío que canalizan sus miedos con el despotismo por bandera. Te descalifican en público, te miran por encima del hombro y de la catadura moral que atesoran, y coleccionan enemigos potenciales cada vez que dispensan su tarjeta de presentación. Para todos ellos tengo un mensaje: sois un panda de cretinos de mierda tan confiados en vuestras posibilidades como yo en vuestro envenenamiento por exposición prolongada a tanta imbecilidad. Quizá el tiempo os ponga en vuestro sitio, pero mientras eso ocurre yo me giño en vuestra cara cada vez que cortésmente os estrecho la mano. Porque, precisamente, lo cortés no quita lo valiente y mientras mis padres me pagaban una educación para no traicionar a mis raíces, vosotros ibais preparándoos el camino hacia un futuro brillante. En vuestro ataúd de oro, cerrado a cal y canto antes de que cualquier voluntario lance la llave al contenedor verde. Como los buenos ecologistas. La basura con la basura. Mientras, vuestras tarjetas de crédito se apilarán en el recipiente azul para el plástico. Sin embargo, procuraré guardaros en mi memoria para rescataros a menudo del olvido. Y será a diario, cuando puntualmente me pidan paso mis intestinos. Tanta paz llevéis como descanso dejéis.
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7 Respuestas para “Equivocarse no es opcional”

  1. Marcado 18 febrero, 2010 a las 9:36 #

    Romero dixit

  2. H_Romero 18 febrero, 2010 a las 10:25 #

    Sin acritud.

  3. Haruki de la Mancha 18 febrero, 2010 a las 19:14 #

    Como os pasáis los blogeros liberales…me encanta y lo suscribo.A los pies de su familia me pone usted cuando pueda.

  4. H_Romero 18 febrero, 2010 a las 23:54 #

    No esperaba menos de ti. Si los amigo no te mienten, quién lo hará sino.Dése por arrodillado.

  5. Aneralia 19 febrero, 2010 a las 6:18 #

    Como te entiendo. Hay veces que no se como me controlo… será que soy consciente que mas de una vez tambien alguien ha querido arrancarme la cabeza de cuajo. En fin… tu lo has dicho, el tiempo pone a todos en su sitio.Besos de miel para endulzarte el ánimo.

  6. ester 24 febrero, 2010 a las 11:52 #

    Me pareix una correcta interpretació de la gent que ens envolta/ ha envoltat o inclús dels que no coneixem encara però a part de pensar que és la millor actitud que es pot tenir davant aquestes persones, cada dia veig més difícil que el temps els col·loqui en el seu lloc. Aprenen a viure 'viéndolas venir' i actúen amb conseqüència, pel que cada dia es fa més difícil que acabin arxivats a la 'P' de papelera; tot i que siguin fems com bé dius.Si ells aprenen a viure així, els que hem tengut una educació i tenim sentiments cap els altres, només ens queda estar orgullosos de nosaltres mateixos i…res pus.escric poc pero te llegesc casi sempre…

  7. H_Romero 24 febrero, 2010 a las 21:45 #

    Ester: m'agrada molt sa teva reflexió. El que hauria de ser una impotència desesperant pel que tu bé comentes, l'hem de transformar en un sentiment de satisfacció per les coses ben fetes, tal i com esperam que els altres ens les tornin.Si sa vida posa o no a cadascú al seu lloc tal vegada sigui una manera de dir-nos a noltros mateixos: "figura, te tenc calat". Si la conjunció dels astres ho vol així qui sap si es fotran una bufetada de les que fan història, o una cosa millor: haver de demanar la nostra ajuda més endavant. Hi aquí els fotré perquè els donaré la mà recordant-los que ells no ho farien per mi.Gràcies per sa mentida piadosa de que em llegeixes casi sempre. No té preu.Fins demà