Mar 222013
 

El Real Madrid cosechó su tercera derrota en el ‘Top 16’ de la Euroliga tras caer en casa ante el Panathinaikos griego (73-74) en un partido correspondiente a la duodécima jornada de competición, tras un encuentro agónico que los de Laso, que remontaron en la segunda mitad, no supieron cerrar ante un bloque comandado por el eterno Diamantidis (14 puntos y 8 asistencias).

Pese a la derrota, tercera consecutiva en la temporada y segunda en la máxima competición continental, el Real Madrid logra su billete matemático para los cuartos de final tras la derrota del Unicaja, y se mantienen en lo más alto del grupo, aunque ya con las mismas victorias (nueve) que el Anadolu Efes turco y el CSKA de Moscú ruso, precisamente los dos rivales que le restan a los blancos.

Rudy Fernández (17 puntos), que estaba de regreso, dejó su carta de presentación en el primer minuto y medio con dos robos culminados en contraataque, pero pronto el partido cayó rendido a la música clásica de Dimitrios Diamantidis. El jugador griego le puso un somnífero al partido, adormeció el ritmo y bajó las revoluciones de un Real Madrid visiblemente incómodo.

Mirza Begic usaba sus centímetros para crear problemas al juego interior del Panathinaikos, muy atlético pero de poca altura. Pero Argiris Pedoulakis estuvo hábil, emparejó al coloso Sofoklis Schortsianitis con el esloveno y lo sacó del partido con la tercera falta en los inicios del segundo cuarto.

Finalizada la solución de urgencia, el Real Madrid encontró un bache sin fin. Sin acierto exterior (0/6 a la media parte) y con la circulación ahogada por el magnífico sistema de ayudas de los helenos (tres asistencias por siete pérdidas en los primeros veinte minutos), los puntos llegaban con cuentagotas y en su mayoría desde la línea de personal. Enfrente, Diamantidis sonreía. Magistral en el arte del pick&roll, leyendo perfectamente el partido y sabiendo cuándo delegar y cuándo atacar, el segundo cuarto fue totalmente suyo y el marcador visitante al descanso (33-38).

El Real Madrid, confuso tras sus últimos tropiezos, era incapaz de recuperar la alegría, el ritmo frenético. Era, en definitiva, incapaz de encontrarse a sí mismo y caminaba adormecido al compás de su rival. Necesitaba un estímulo que llevase el duelo a su terreno y éste no tardó en llegar. En el primer minuto del tercer período Sergio Llull anotó un tiro de tres. Y gritó liberado, sabedor de que ése podía ser el punto de inflexión. Y así fue.

Los de Pablo Laso hallaron la forma de llevar un paso más allá su intensidad, sobre todo defensiva. Y el puntual, aunque escaso acierto de tres, daba pie a espacios en ataque, aprovechados especialmente por Nikola Mirotic (17 puntos). Coincidiendo todo, además, con el silencio en pista de Diamantidis, menos trascendente. Los locales levantaron el partido y lo volcaron a su favor (53-46) antes de que el croata Roko Ukic, de gigantesco talento e infinita inconstancia, diese el aviso de que al Panathinaikos jamás puede dársele por muerto. El último cuarto sería de agonía, terreno abonado para los madridistas en la máxima competición continental.

Sin encontrar la fluidez, los locales supieron adaptarse a un entorno hostil y sobrevivir. El cuadro de Pedoulakis no le perdió nunca la cara al partido, virtud de equipo grande, manteniéndose en la batalla (63-61, min.35) por algo más que una victoria. En los minutos de la verdad, en los que el baloncesto pasa de juego a cuestión de Estado, Diamantidis y Ukic (12 puntos y 6 rebotes) volvieron a aparecer para, con un 0-8 de parcial, asustar de nuevo al Palacio (63-66, min.38).

Preso de los nervios, el Real Madrid no encontró la razón en los segundos del pánico y volvió a sufrir otra derrota que incide en su herida abierta. Panathinaikos fue más listo y sumó un triunfo de valor (segundo ante los blancos en cuatro partidos este curso) que le deja virtualmente en los cuartos de final y a una sola victoria del trío de cabeza.

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