Sep 132011
 

El tenista serbio Novak Djokovic se ha proclamado campeón del Abierto de Estados Unidos, cuarto y último ‘Grand Slam’ de la temporada, tras superar en cuatro sets (6-2, 6-4, 6-7(3), 6-1) a un Rafa Nadal que luchó sin tregua, pero que hincó la rodilla víctima de sus problemas físicos y del tenis celestial de un rival iluminado.

Djokovic se coronó por primera vez en Flushing Meadows para sumar el cuarto ‘grande’ de su carrera y tercero de una temporada histórica en la que ha conquistado diez de los doce torneos que ha disputado. Por su parte, Nadal cedió la corona en el torneo neoyorquino, que conquistó hace un año precisamente ante el serbio.

El partido empezó bien para Nadal, que ganó su servicio con un ganador y convirtió el ‘break’ en su primera oportunidad. Por un momento parecía que se espantaban los fantasmas, los recuerdos dolorosos de las cinco finales perdidas este año ante el número uno mundial (Wimbledon, Roma, Madrid, Miami e Indian Wells).

Pero ni el buen inicio del español ni el viento revoltoso que mareaba la pelota inmutaron a Djokovic, que se apuntó los seis juegos siguientes y el primer parcial de la final. En el cuarto juego, el balear desperdició tres bolas de rotura y cedió el empate (2-2) tras media hora de juego, pero la igualdad no fue más allá en este set.

‘Nole’ casi levitaba sobre la cancha, sin apenas castigar sus piernas, mientras Nadal corría de un extremo al otro de la cancha. Pero Djokovic desperezó su abanico de golpes, exhibiéndose hasta en la red (10/14 en subidas durante el primer set) o con las dos dejadas maravillosas que le sirvieron para poner el 5-2 en el marcador. Luego cerró con un juego en blanco.

El segundo set se pareció mucho al primero y solo fue más largo por el inagotable esfuerzo de Nadal, quien pese a todo tuvo que volver a morder el polvo. El número dos mundial cobró un 2-0 inicial antes del decisivo cuarto juego, que agujereó su moral para el resto de la manga.

Tras casi un cuarto de hora de pelea y después de salvar varias bolas de ‘break’, Djokovic logró equilibrar la rotura (2-1) aprovechando un fallo increíble de su rival que, mellado porque jugaba contra una pared pese a mostrar su mejor juego, mandó fuera un ‘smatch’ que se antojaba muy cómodo. Era la enésima estación de su ‘via crucis’ particular de este año contra ‘Nole’.

Pese a que está considerado el jugador más fuerte mentalmente de todo el circuito, ni siquiera Nadal es inmune al mazazo de marrar un punto tan cómodo como importante. Djokovic se apuntó el siguiente en blanco y a continuación el español perdió su saque con una doble falta y entre protestas al juez de línea (4-2).

La reacción llegó con un gran ‘passing shot’ en el octavo que le permitió reestablecer el equilibrio (4-4), pero los errores no forzados y la buena estrella del serbio, que pasó dos bolas tras tocar en la cinta en momentos decisivos, condenaron a Nadal a una desventaja casi definitiva de dos sets (6-4).

UN TERCER SET MARCADO POR LA ÉPICA

La épica llegó en la tercera manga, con los dos mejores tenistas del mundo haciendo su oficio al máximo nivel, un auténtico regalo para la ruidosa afición que abarrotaba el Arthur Ashe Stadium. El set duró 11 minutos más que toda la final femenina y dejó para la historia puntos rebosantes de magia.

Una vez más, el set se calentó tras el 2-2, sellado con un punto de rabia de Nadal que provocó el primer gesto de contrariedad de su rival en todo el encuentro. La derecha paralela le empezó a carburar al español, que sumó un juego al resto, pero que no logró desenganchar al serbio. El espectáculo había estallado del todo.

Tras tres horas de partido, Nadal finalmente se encontraba cómodo y con ventaja parcial en el marcador (4-5). Al fin había logrado igualar el nivel estratosférico de un rival embalado y el ‘tie break’ era la única desembocadura posible. Se llegó al desempate por los nervios del serbio, que sacó para cerrar la final con 6-5 a favor y saque, pero que cometió dos errores con 30-30.

El ‘tie break’ trajo los mejores momentos de Nadal en toda la final. Soltó el brazo, celebró los puntos, encontró las líneas. De nuevo parecían espantados los fantasmas, similares a los que acecharon a Federer con la irrupción de Nadal hasta provocar aquellas lágrimas inolvidables en Melbourne. Con 5-1 a favor, el manacorí no perdonó y abrió una ventana de esperanza.

Las suspicacias se abrieron con la espalda maltrecha de Djokovic, un tenista que curiosamente suele sufrir problemas físicos cuando el adversario parece resurgir. El serbio llamó al fisioterapeuta, pero el que estaba renqueante de verdad era Nadal, que empezó a tocar con insistencia su pierna derecha, la misma que unos días atrás había sufrido unos llamativos calambres en una rueda de prensa.

Irónicamente, el partido murió cuando parecía a punto de resucitar. Djokovic se recuperó ‘milagrosamente’ de sus dolores de espalda y acribilló a un Nadal que apenas podía trotar. Luchó hasta el 3-1 cuando se cumplían cuatro horas de partido, pero desde ese instante solo pudo resignarse a la derrota en un set que duró exactamente la mitad que el anterior, 42 minutos. Deslizándose en una cómoda cuesta abajo final, Djokovic cerró el choque y le arrebató la corona a Nadal.

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