Pep Brocal

ALTER Y WALTER O LA VERDAD INVISIBLE, de Pep Brocal

pep2Si el enano de Twin Peaks te contase un cuento para dormir, podría tener no pocos elementos del arranque de esta novela gráfica. Un clima surreal, una sensación de agobio perenne, personajes imposibles y un pantone reducido donde el dominio del rojo es aplastante y el verde esconde significados, seguro. Solo le falta al cómic, a la manera de algunos libros infantiles, una pequeña caja de música que, al abrir la portada, haga sonar una pieza de jazz rarito, un John Zorn bajadísimo de revoluciones. Por otra parte, es tan exquisita la edición de Entrecomics Cómics que no me extrañaría que tal sorpresa hubiese entrado en el pack si se les ocurre la locura a editores y autor.

Bromas la margen, es posible que la influencia de David Lynch quiera pesar en la lectura del arranque de Alter y Walter o la verdad invisible, pero todo el entramado de despropósitos oníricos, construcciones imposibles y personajes híbridos que se comportan como recién salidos de una olla exprés no deja de ser el atrezzo para algo mucho más hondo. Brocal no es un jabato novato sino un viejo zorro. Para empezar todo este cómic posee un humor de ritmo vacilón, punto cafre, castizo y canalla totalmente personal. Y al final, lejos de ser un simple eco de manías y obsesiones estéticas ajenas, Alter y Walter se revela un relato/retrato del Ego (del protagonista, que es más símbolo que personaje) sobrecargado de profundidad, una mirada muy surrealista de uno a sí mismo que podemos aplicarnos a nosotros si nos atrevemos a lidiar con nuestras fantasmagorías.

Argumentos: un tipo, Walter, se despide matutinamente de su mujer y marcha en coche para sumergirse en un delirio. La cosa gana enteros cuando aparece Alter, una suerte de El Otro, de voz del subconsciente, que pone en solfa a Walter. Todo contado con una extrañeza de duermevela, un aire al paisajismo imposible de De Quirico y El Bosco (intuyo que casual) y un calado fortísimo. No es de extrañar, todos podemos reconocer a nuestor Alter particular. Todos atesoramos fracasos, ¿verdad? nos queda la suerte de que no nos acuciarán con forma de Doppelgänger coñazo, ni de chica sexy con cabeza de pajarraco…

La luz al final de la escalera de peldaños rojos

Bien, pues si al «qué» añadimos el «cómo» y nos centramos en la forma, hay que remarcar que este libro apabulla. El dibujo es fabuloso, recoge tradiciones dispares (de El Víbora al TBO, por citar las de acá), demuestra una sabiduría narrativa y estética en el empleo del color (que es un personaje más y que además, no por parco en tonalidades deja de lograr un acabado precioso), los diálogos son cachondos a rabiar, y cada página es algo tan bien compuesto, tan vibrante, imaginativo, equilibrado, medido pero de resultado aparentemente espontáneo, que pocos peros se le pueden achacar al cómic.

Insisto en el único por hacer de tipo cascarrabias: su arranque no pormete lo que luego nos da. >El libro es un «grower», que dice la muchachada, va a más y se cierra con cara de asombro y esa sonrisa del cómplice al ver cómo Pep Brocal lo ha bordado.

De lo mejor del año en cosecha patria, y ya lo dije pero insisto, la edición es para caerse de espaldas. Parece mentira que Entrecomics Cómics no lleven ni un año en este cotarro.

0