Moebius

SOBRE LA ESTRELLA, de Moebius

Moebius, la geometría esencial (y publicitaria)

Volver a Moebius (porque yo siempre fui más de Moebius que de Giraud, y hablamos de un acto emocional a la muerte de un artista) suponía para mí buscar la chispa, el primer contacto. En este sentido aparece una primera imagen mental, muy ‘kubrickiana’. Me veo como un mono ante el Monolito, un pobre hombre ante imágenes de una potencia cósmica. «Sobre la estrella» no es, por supuesto, el mejor Moebius, pero en mi caso fue el primero, y al recorrer de nuevo sus páginas me asalta una primera idea. En este tebeo nacido por encargo para la Citroën encontramos una historia mínima de un contacto en tercera fase metafísica, un futuro donde la humanidad es andrógina y ha conquistado el universo, espacio infinito que comparte con miles de razas extraterrestres. En este marco, dos pilotos aterrizan abruptamente en un mundo sin geografía, una verdadera bola de billar polvorienta, donde se ha generado una ciudad en torno a una misteriosa pirámide.

Es pertinente recordar ‘2001’ porque la base es casi un plagio de aquello: el contacto con lo superior a nuestra realidad es el asunto que se agazapa tras la anécdota. Pero yo lo referí en otro sentido. He leído hace poco que Giraud es un místico pobre, de baratillo. Sobre la letra es así, pero sus ideas filosóficas, vitales y trascendentes se filtran de un modo nada burdo, en absoluto pobre, en us estilo más ascético. «Sobre la estrella» es su obra más pura en cuanto a iconicidad (o lo fue en su momento), se libera de lo superfluo, del barroquismo de Arzak, de la planificación cuidada de Giraud para Blueberry, de sombras y volúmenes, de materia incluso (después de todo la gran y enigmática pirámide tiene una primera acción: levita y se transparenta). Es una traslación directa de un ideario místico, telúrico y astral al tiempo, de brocha gorda, sí, pero qeu se traslada como en pocas ocasiones en la historia del cómic con enorme precisión a una forma de entender el arte gráfico. El dibujo de historieta como espejo de una meta-realidad trascendente.

No es por tanto un cómic interesante en tanto que argumento (curioso, circunstancial, una aventura quieta de dos Ecce Homo perdidos, para lectores adolescentes) sino como visualización de un ideario estético que refleja una visión mística. Sencillos ambos, puros, revalorizaando lo esencial para alcanzar la perfección, esa misma a la que la pirámide podría llevar al universo vivo. O un coche Citroën, por supuesto.

Este cómic, años más tarde, originó una serie, «El mundo de Edena», que desarrolla argumentalmente lo acaecido aquí. Entre lo curioso, lo insulso y lo interesante (recuerdo muy gratamente una civilización nariguda), supongo que la idea fue perdiendo fuelle, igual que yo perdí interés y la abandoné a su tercer o cuarto álbum. Lo mejor de Edena estaba en este arranque, sin duda.

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GIRAUD/MOEBIUS

Artículo aparecido nen Faro de Vigo el pasado 16 de Marzo, que hubiera podido titular «Moebius para Dummies».

El fallecimiento de Jean Giraud el pasado Sábado 10 de Marzo, a la edad de 73 años, deja al mundo del cómic huérfano de uno de sus más grandes genios.

Gir y Moebius; dos autores en una misma mano

 

La muerte de Jean Giraud, que también firmaba obras con el seudónimo de Moebius ha conmocionado la esfera cultural internacional más allá del mundo de la historieta. El escritor inglés Neil Gaiman dice en su blog “Dibujaba historias diferentes en diferentes estilos, y lo único que parecían tener en común es que eran hermosas.” El cineasta Álex de la Iglesia se lamentaba en Twitter “Cuando muere un genio que cambió tu forma de entender el mundo, tu propia realidad se tambalea”. El diario “Libération” le dedicó una portada (ilustrada por otro creador de cómics, Enki Bilal)…

El influjo de Gir (otro sobrenombre) trasciende fronteras y disciplinas creativas. Autor capital de la historieta, creador de un estilo con poso en la arquitectura contemporánea, influyente diseñador cinematográfico, Moebius es una importante figura del arte del siglo XX. Admirado por Ridley Scott, Alejandro Jodorowsky (con quienes trabajó como diseñador para sus películas… o directamente ilustrando cómics en el caso del escritor chileno), el expresidente francés Françoise Miterrand, el escritor William Gibson y un interminable etcétera, la figura de Moebius excede la de un autor de cómics más: posiblemente sobre sus hombros recaiga el honor de ser el primero que convierte el cómic en verdadero arte, a los ojos de la sociedad moderna.

Su primer trabajo data de 1954, pero será en el estudio de “Jijé” donde se estrene con sonado éxito, dibujando en 1961 un álbum de la serie “Jerri Spring”, de gran fama en Francia, y en 1963 entra en la famosa revista “Pilote”, donde ilustrará para el guionista Charlier el primer número de “El Teniente Blueberry”, serie que no abandonará hasta hoy, y que lo convierte ya en uno de los grandes nombres de la historieta mundial.

Las aventuras de Blueberry son una versión crepuscular y cargada de elementos distópicos del género “western”. Blueberry es un descreído trotamundos que se ve metido en aventuras más por circunstancia que por ánimo justiciero. Vive en un far west tan legendario como exacto, meticulosamente documentado por un Giraud que recupera su experiencia personal (vivió años de infancia en Méjico, y sus agrestes paisajes para la serie del pistolero son una cumbre del noveno arte, sin duda). Con la serie “Blueberry”, de fama análoga, al menos en los países franco parlantes, a la de un Tintín o un Astérix, se posiciona como uno de los grandes renovadores de la historieta, al practicar un cómic de género puro y duro, bien delimitado, pero para adultos. Sus intrincados argumentos se prolongan varios álbumes, poblados de numerosos y bien perfilados personajes, y dibujados con una pericia naturalista inigualada.

Pero Giraud (o Gir, como firmó los primeros álbumes del vaquero) es una faceta del todo que fue este creador. Ya en el mismo 1963 en que comenzó su leyenda firmó para la revista satírica “Hara Kiri” historias con el apodo de Moebius. Cansado de las restricciones de hacer un tebeo juvenil, con otros autores crea una nueva editorial en los setenta: “Les Humanoides Associés”, que edita la mítica revista “Metal Hurlant”. Pozo de experimentación y libertad formal, en su seno da rienda suelta a Moebius sin abandonar la carrera de Gir y Blueberry, pero adoptando para su nueva firma un estilo radicalmente diferente, libre, impregnado de imaginación visual para historias de ciencia ficción y misticismo. Declarará el autor en 1978; “Creo que (…) lo que sale de mi pluma, muchas veces surge sin que yo me de cuenta: me sobrepasa, es como si hubiera un ser que me aplasta, que transforma al hombre que existe y da paso a algo indefinido que me obliga a correr para alcanzarlo, para no quedarme atrás. Como el lenguaje va detrás de la vida, yo voy detrás de mi mismo”. Con esta sensación trascendente elabora cómics como “Arzak”, “El Garaje hermético, “El Mundo de Edena” o en colaboración con Jorodowsky, “El Incal”.

Dual, genial, virtuoso, conceptual… Moebius/Giraud representa lo mejor del cómic como artesanía y lo más elevado del cómic como arte. Entre el oficio hábil y el concepto abstracto, entre el “entertainment” más excelente y la filosofía creativa más elevada, su obra queda como el legado de un visionario único.

GIRAUD/MOEBIUS, INDISPENSABLES

Teniente Blueberry: el “ciclo del tesoro confederado” (Norma Editorial)

“Blueberry” narra las aventuras en el mítico oeste americano de un personaje poliédrico, pendenciero pero con alto sentido de la justicia. Blueberry es la máxima figura del género western en el mundo del cómic, y posiblemente con el álbum “Chihuahua Pearl” inicia su mejor período. Las historias, guionizadas por Charlier, se extienden por ciclos. Este consta de tres álbumes: el mentado, al que sigue “El hombre que valia 500.000 dólares” y “Balada por un ataud”. Gir evoca la épica del far west y el guión se vuelve complejo y crepuscular.

Arzach (Eurocomic Editorial)

Pieza descatalogada, carne de rastrillos o bibliotecas, “Arzach” es un clásico absoluto, pieza inaugural de un cómic “de auteur” en el que Giraud cede la batuta a “Moebius”. Espíritu libre y fantástico, irracional, se abandona a unas historias breves y mínimas (anécdotas fantásticas casi bobas) para entregarse a la plasmación de un mundo imposible, mezcla de fantasía heróica y ciencia ficción pulp.

La pericia del dibujante asombra en cuatro cuentos sin palabras protagonizados por un individuo de nombre cambiante (cada capítulo muta el nombre: Arzak, Harzach…) cabalgando una estraña ave.

El Garaje Hermético (Norma Editorial)

Otra cumbre de los 70, la historia absurda, delirante, no-sense del Mayor Fatal por un mundo futuro imposible. Sigue la era “Metal Hurlant”, el delirio de trazo cada vez más depurado (ahora en un límpido blanco y negro), la improvisación pura y dura. Y también un aire socarrón que impregna la historia.

Igual que “Arzak” ha sido continuado, Mayor Fatal ha corrido nuevas aventuras, pero la obra maestra, el libro que rompió moldes en su día y lo transformó todo (con una libertad artística desmedida para su tiempo) es este.

El Incal (Norma Editorial)

Moebius y el escritor/cineasta Alejandro Jorodowsky juntos. Imaginación desbocada. Otra serie de culto, otro clásico impepinable. Barroco, delirante, épico, con toques de novela “Noir” y misticismo trascendente (ambos autores lo son, místicos y trascendentes), las aventuras espaciales de John Difool son un trepidante relato épico, gamberro, espiritual, contradictorio, anonadante y adictivo, entre Phillip K. Dick y los tebeos de los 4 Fantásticos, unidos umbilicalmente por esa mirada casi astral a la conciencia y la realidad. Moebius en estado de gracia, pasando del barroquismo al diseño mínimal sin despeinarse.

Inside Moebius (Norma Editorial)

(Una confesión: traiciono aquí el principio lógico que no hablar de lo no leido, pero bien, ojeado en numerosas ocasiones en la biblio, y leidas muchas críticas, consideré que «Inside» ha sido su último paso evolutivo, objetivamente, y de dí candela en el artículo)

En 2000 Giraud sorprendió iniciando una obra más cercana al espíritu de la novísima novela gráfica que a los modelos que él ayudo a forjar (álbumes, revistas adultas). “Inside Moebius” es un último delirio personal, una obra donde el autor se auto analiza enfrentándose a sus propias creaciones, sus personajes. Ni autobiografía ni fantasía, puro cómic autoral, enfrentamiento con su más “profundo yo”.

Espontáneo, dibujado directamente a tinta, “Inside Moebius” puede ser su canto de cisne, y sin duda una última sorpresa. La muerte se llevó a un maestro aún inquieto y necesario.

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