Matthias Lehmann

LA FAVORITA, de Matthias Lehmann

Mathias Lehman - La favorita - cubierta (100)En una gran casa victoriana vive Constance, una niña de diez años a cargo de sus abuelos. Él, un hombre afecto a beber hasta llegar a cierto nirvana interno, amniótico, que le hace olvidar el mundo y vivir hacia adentro. La abuela, un ser de regusto dickensiano, trasunto de autoridad castrante, de autoritas desmedida y locura personal.
En La Favorita Matthias Lehmann nos presenta un relato victoriano sobre el desafecto y la infancia. Es un cómic que logra embebernos de esa sensación agridulce que tienen tantos acercamientos a lo infantil, de los cuentos del mencionado Charles Dickens a Las cenizas de Ángela de Frank McCourt, y que explota habilmente el contraste entre los universos interiores de infancia y las pesadillas de la edad adulta. Como metáfora, quizás, de un mundo irremediablemente disfuncional, un lugar entre lo hermoso y lo espantoso. Los juegos en medio de la naturaleza, los castigos corporales, los sueños y los miedos se entremezclan en una vida de pesadilla, la de esta niña encalustrada, aislada en una caserona familiar donde la ausencia de los padres es sustiruida por figuras totémicas de todo a cien: un abuelo quizá bondadoso pero neutalizado, y una abuela que es la destilación de todas las malvadas madrastras de los cuentos infantiles. Este microcosmos asfixiante cambiará (o más bien, se tensará) cuando Constance entre en contacto con la familia da Costa y sus vátagos, unos portugueses que entrarán a trabajar en la finca. Este nuevo mundo si salir de su pequeño mundo supondrá para la niña un universo de nuevas sensaciones, entre las cuales las sexuales no serán las de menor peso, precisamente.
Pero el argumento de La Favorita, que quizá hasta este momento os puede parecer de manual, dará un poderoso giro inesperado, que parte la estructura decimonónica y el retrogusto clásico del relato, sin llegar a reventarlo por los aires. Así el mayor logro de esta novela gráfica puede ser ese equilibrio entre el cuento para adultos de un Dickens y la deoconstrucción posmoderna a la que lo somete su autor. Desde ese momento en que todo deja de ser lo que era (lo cual sucede bien avanzada la narración, en un golpe de timón de los más sorprendentes que leo en mucho tiempo) Lehmann propone ya no solo una historia, si no un discurso sobre la naturaleza del relato clásico, el folletín llevado al extremo (por eso de los giros argumentales) y, por supuesto, de la naturaleza humana en un cuento sobrecargado de disfunciones, y en el que parece indicarnos que la desgracia solo puede generar desgracia.
Por otro lado es interesante observar la técnica y los recursos de Lehmann en este cómic. Hay en su dibujo unas cualidades concretas que lo acercan a la técnica del grabado, con sus efectos de sombreados con gusto por acentuar lo volumétrico (inciso, el autor practica el grabado, habitualmente). Pero el estilo de dibujo es moderno, caricaturesco y expresivo, manteniendo así la forma esa noción de diálogo que también (y tan bien) utiliza en el fondo: si argumentalmente este es un cómic de contrastes para establecer un diálogo intelectual con el lector, lo gráfico acentúa también los contrastes entre formas, técnicas y estilos. Bien entonces, porque todo ello nos habla de un autor nada bisoño, inteligente y sensible que además luce un estilo apropiado. Un estilo que por cierto me recuerda bastante a algunas cosas de Craig Thompson o el Will Eisner final. El propio Lehmann ha citado como influencia a autores japoneses como Tsuge, Tatsumi o Mizuki. Y ha expresado su admiración por Charles Burns, Chris Ware o los hermanos Hernández. Son todos buenas pistas para aproximarse a us estilo juguetón con la página y las formas.
Finalmentehay que ser poli malo, porque no todo me parece perfecto aquí: no considero La Favorita una novela gráfica redonda. En ocasiones algo derivativa, le beneficiaría, a mi juicio, mayor contención y sobre todo concentración. Sin embargo los peros, sutiles, no ensombrecen una historia creada con un magnífico dominio de los recursos del cómic, que hace gala de un universo personal y de temas que el autor quiere contarnos, así como una indudable originalidad partiendo de la más férrea (o rancia, si quieres ser malo) ortodoxia. Dinamitando el clasicismo bienpensante. Me gusta la idea.

0