John Romita

SPIDERMAN, CRISIS EN EL CAMPUS, de Stan Lee, John Romita y otros.

Hacia el 78 o 79 mi madre me trajo de Madrid un lote de tebeos. Eran grandes y grapados, no como aquellos que yo tenía

todocolección

‘Todocolección’ para recordar el primer Spiderman con lomo.

Eran grandes, sí, y aún en blanco y negro, y eran unos cuantos números del tercer volumen del Spiderman de Vértice (del 33 en adelante, calculo).

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el principio

Ahora vuelven a ver la luz en la edición que mayor justicia hace a aquellos clásicos de Lee y Romita (¿demasiada justicia, vende bien este ladrillo gloriosamente descomunal? bueno, yo espero que sí). Grueso y costoso libro de 600 páginas con textos introductorios, colores adecuadamente planos, papel también adecuado.

Dicho lo cual un artículo como Odín manda comenzaría a glosar las virtudes de este tebeo, y a contextualizarlo para elaborar su importancia, y… A ver, os lo repito. En el 78 o 79 mi madre me trajo de Madrid un lote de tebeos. Y eran éstos.

No fue mi descubrimiento del héroe arácnido, pero sí el momento en que pude leer un puñado continuado y considerable de cómics de Spiderman. Y qué cómics… para mí esta obra (el 2º tomo de «El asombroso Spiderman», la edición absolute española, en definitiva) contiene algo más que viñetas y más o menos calidad. Contiene, nada escondida, la magia poderosa del cómic como arte. Y su capacidad, desde la cultura más pop y de uso/derribo, para transportar y sobre todo para adherir unas imágenes de enorme, titánica fuerza aglomerante, en la memoria sentimental (y diría en la racional, también). Me basta abrir páginas aleatoriamente: el beso panorámico de Gwen Stacy (la chica más guapa de las ficciones contemporáneas) a Peter Parker ante el padre de ella, Kingping arrancándose la camisa, furia pelopecho, Kingping abofeteando a un sicario en una escena expresionista, claroscura, el Lagarto rompiendo una pared en cuasi 3-D…

Yo solo diré una cosa: estos tebeos no son buenos o malos, estos cómics tienen magia, y si los lees con diez (año más, año menos) podrás creer que el hombre vuela (para el caso, envuelto en «Fantásticas» llamas) y todo lo que te propongan.

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SPIDERMAN: DÍAS DE GLORIA, de Stan Lee y John Romita

Artículo publicado en Faro de Vigo el 25 de Mayo (ampliado aquí). Notad que para el público propio del diario/suplemento cultural, he tirado de una percha fácil, la nueva peli, que ya está empezando a aparecer en todos los medios.

El retorno del hombre-araña más clásico.

Si hay una película que previsiblemente pegará muy fuerte en los cines de este ya próximo verano, esa será la nueva entrega de las aventuras de Spiderman, remozada revisión del famoso superhéroe y haciendo tabula rasa con el universo fílmico creado por Sam Raimi (nueva dirección, nuevos actores, nueva versión del lanza-redes). Por eso parece que es un movimiento oportuno, por parte de Panini cómics, la edición de “El asombroso Spiderman: días de gloria”.

Hablamos de un volumen generoso, seiscientas páginas largas que recuperan una etapa absolutamente clásica y quizá, para el aficionado español de cierta edad (el que creció niño en los setenta y primeros ochenta), la versión más fidedigna, el molde de todas las posteriores versiones del héroe-araña. Hablamos de los años 1966 a 68, todavía guionizados por Stan Lee, el creador de todo ese universo multicolor y asombroso que conforman los títulos Marvel (los 4 Fantásticos, los Vengadores, los X-Men, por supuesto Spiderman y tantos otros superhéroes), y, tras la marcha de un desencantado Steve Ditko (creador gráfico y responsable de dibujar la serie hasta su número 39), con los lápices de John Romita.

La figura de Romita es importantísima, pues frente a la magia especial del trazo de Ditko, dibujante de acabado muy particular, envarado, acaso irreal pero enormemente expresivo (y posiblemente el más grande ilustrador del héroe, apuntemos… y pidamos la recuperación de estas aventuras únicas e inimitables), Romita supondrá una mirada realista, casi cotidiana, a la historia de Peter Parker, timorato estudiante que esconde su naturaleza superhumana. Este tomo recoge esta época y cabe destacar que podemos ver, página a página, cómo el dibujante se adapta al héroe. Número a número su dibujo se suelta, busca su propia voz y, finalmente, se hace con el universo urbano, cotidiano, tangible, del Hombre Araña, posiblemente el superhéroe más humano y cercano de la historia.

Acercándose a Ditko...

Es verdad que lo mejor de este equipo creativo (o al menos, de Romita) está aún por venir, pero también es indudable que en estas historias tenemos un momento realmente interesante como lectores. Romita parte de un gigante, ni más ni menos que el creador del personaje, que además era saludado como uno de los principales motores estéticos de la Marvel. Y el nuevo dibujante comienza su andadura en un curioso proceso. En su primer número Romita dibuja en su estilo, realista, tan eficaz en los momentos fantásticos y de acción como detallista en las escenas de la vida cotidiana de unos personajes que viven en su tiempo y en un entorno creíble (por cierto, una aventura absolutamente clásica, aquella en que el Duende Verde y Spider se descubren sus identidades secretas…

Stan Lee quería aportar un momento decisivo para apoyar el cambio gráfico, no cabe duda). Pero pronto comienza, quizás por inseguridad, o posiblemente por indicación de la propia editorial, a buscar arrimarse al grafismo de Ditko. Esta fase le durará poco, ya que conforme los fans muestran su apoyo a la colección, irá volviendo a soltar su estilo propio, el naturalismo que lo ha hecho grande, y del que ya podemos disfrutar en los últimos números incluidos en este volumen (sobre todo el final, en blanco y negro y cuya génesis e historia no nos interesa detallar ahora).

... y alegándose de Ditko.

Es curioso, apunto aquí, que Romita consolidase la imagen del trepamuros, con ese ‘estilo verité’, emparedado entre dos gigantes de lo artificoso como Ditko y Kane. Tan diferentes entre sí, conformando diferentes vías estéticas que casi podemos hacer correponder a épocas, décadas…  y que dos colosos de semejante talla no hayan ensombrecido a un dibujante ortodoxo, verista, nos habla de la grandeza de Romita. Tampoco es extraño… ya en estos primeros números, lastrados por la exigencia de imitar en estilo e un autor opuesto a su carácter, reluce la sabiduría compositiva de John Romita, que es capaz de llevar la página a cotas de impacto visual impecables. Y lo consigue, más allá del estilo gráfico, por diseño, en esa consciente y acertadísima elección de viñetas panorámicas para momentos clave, en su manera discreta y siempre elegante, en fin, de jugar con la «plantilla».

Todo ello queda documentado en este tomo de edición exquisita, como todos los de esta colección de integrales, con abundante material extra, artículos introductorios e imágenes para el coleccionismo.

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