Felipe Almendros

«R.I.P. REST IN PEACE, de Felipe Almendros

El original de este artículo se publicó el 25 de Noviembre en Faro de Vigo, si bien para este blog ha sido considerablemente reformado en su traca final. Para la prensa fue un trabajo precipirtado, con una fecha de entrega tan inesperada como límite, y personalmente no había quedado nada contento con el tono y la brocha gorda.

Autoanálisis ante la ausencia paterna.

Pese a lo que la portada de “R.I.P. Rest in peace” (Random House Mondadori) nos dice, no es Alfonso Almendros quien realiza esta novela gráfica, sino Felipe Almendros. El autor de “Pony Boy” o “Save our souls”, que en fin, es el hijo de Alfonso.

Este cómic arriesga así ya desde antes de abrir sus páginas, crea el trampantojo y la falsedad desde el título y nos prepara para lo que sigue a esa imagen mínimal de azul, caja y pájaro. Porque “R.I.P.” es un viaje al dolor interno ante la muerte y la ausencia del padre (sazonado con otro trauma, referente a su hermana, quien padece una grave enfermedad).

El propio autor confiesa que algo hay de automedicación y de salir del hoyo en la elaboración de esta obra, un auténtico descenso por su propio subconsciente que acierta al no ofrecer guías ni brújulas al lector. Sus imágenes son básicas, manchas apenas, trazos y monigotes perdidos en inmensos espacios en blanco, que surcan carreteras que se dirían las sendas tortuosas del alma de Almendros Jr. No se trata de un relato de sucesos, sino, en forma de road-movie, de viaje iniciático, una descripción de estados anímicos y mentales (abatidos ambos, aquí hay pocas alegrías) a través de una narración cargada de símbolos, diálogos incisivos y surrealismo crudo. Aunque el periplo lo es en tanto que búsqueda de la sanación y de la luz, hay algo morboso, enfermizo, como de pesadilla sin fin. Una sensación de angustia que acerca esta novela gráfica a pesadillas del palo de “Eraserhead”, la ópera prima de David Lynch, pero con un humor castizo, túzaro e irreverente muy personal.

El trabajo gráfico es potente y conceptual, la idea, osada, y los resultados más que aceptables. Lástima, no obstante, que todo ello adolezca de cierta falta de medida. Menos deriva, más concreción, menos páginas, en plata, hubieran redondeado un cómic que ofrece mucho y bueno. Pero mucho a veces es demasiado y conforme avanzamos en la lectura, y más allá de los hallazgos formales (repito, que son muchos) uno tiene la sensación, cuando sobrepasa la media lectura de RIP, de que ya «se ha llegado», ya está contado lo que se venía a contar y la deriva no ayuda ni aporta, deseando que todo el maremagnum de ideas y situaciones oníricas se cierre (por cierto, brillante también la conclusión, de gran lirismo).

Y con todos los peros, por supuesto, queda recomedado: otro ejemplo de experimentación y libertad en el mundo del cómic nacional.

Caudal de símbolos

5