Carta abierta a las istituciones públicas gallegas

La AGPI (Asociación Galega de Profesionais da Ilustración) ha redactado la siguiente carta ante los recortes en inversión cultural del actual gobierno gallego, que suprime ayudas diversas al mundo del cómic gallego.

La carta está en galego, pero creo que es perfectamente legible (el gallego escrito no ofrece a priori excesivas diferencias con un castellano) y prefiero trasladarla literalmente a este blog:

 

Estimados responsables dos departamentos de Cultura das diferentes administracións públicas de Galicia:

A Asociación Galega de Profesionais da Ilustración quere denunciar publicamente a situación de esquecemento (NDT: olvido) e desatención que está a sufrir o medio gráfico, especialmente as especialidades que competen á nosa asociación profesional, a ilustración e a banda deseñada, por parte das administracións públicas.

Coñecemos perfectamente o difícil momento da economía actual e sabemos dos argumentos a favor dos recortes orzamentarios, mais non por iso podemos deixar de lamentar profundamente que sexa á cultura a quen primeiro e con maior despreocupación se lle apliquen ditos recortes.

Preocúpanos a paulatina desaparición dos xa de partida escasos apoios específicos á ilustración e a BD nestes últimos tempos. En 2010 anunciouse publicamente por parte da Xunta de Galicia un orzamento de 600.000 euros destinado á banda deseñada a través de diversos medios: axudas directas a editoriais, compras a librarías, fornecemento do fondo das bibliotecas, actividades de fomento da lectura, axudas á creación, etc. Polo que sabemos, nunca se chegou a investir esa cantidade de diñeiro, xa que a maior parte deses plans non se levaron a cabo. Un dos investimentos que si nos consta que se fixo nese momento foi o das bolsas á creación de BD, pero naceron con graves deficiencias nas súas bases, polo que en 2011 ían transformarse nuns premios de novela gráfica profesional que corrixiría eses defectos. Non obstante, esta nova convocatoria non chegou a cristalizar, e quedou orfo este espazo que noutras comunidades autónomas si está atendido.

Temos aínda o prestixioso premio Castelao de BD da Deputación de Coruña, o único de nivel profesional e o que ten a maior dotación económica de Galicia, mais xa se están a escoitar propostas para recortalo, de forma que a convocatoria sexa bienal en troques de anual como ata o de agora. Isto empobrecería considerablemente o panorama do cómic galego.

Xa á altura do derradeiro terzo deste ano, aínda non se convocou o certame Xuventude Crea da Xunta de Galicia, que abrangue a banda deseñada, entre outras moitas disciplinas artísticas, e constituíu ata o momento un importante apoio para os novos creadores. Todo parece indicar que este ano non se convocará, aínda que non hai ningunha comunicación oficial ao respecto, que saibamos.

Do que acabamos de ter noticia é da cancelación das convocatorias de subvención da Xunta a asociacións culturais, ás que esta asociación que presido se presentaba para tentar de acadar financiamento para desenvolver as súas actividades a prol da ilustración gráfica galega e do seu colectivo profesional.
Desde AGPI consideramos que todas estas desatencións están a depauperar considerablemente o xa exiguo caldo de cultivo da creación gráfica en Galicia. Se é triste que non xurdan novos e necesarios premios, concursos e axudas, máis o é que desaparezan os xa existentes.

A ilustración e a BD son manifestacións e industrias culturais que contaron en Galicia con importantes figuras no pasado —sobra mencionar a Castelao, Seoane, Maside, Cebreiro…—, que tamén na actualidade contan con destacados profesionais de todas as disciplinas a traballar en ámbitos nacionais e internacionais, e con constantes recoñecementos pola súa obra. É preciso continuar cimentando as bases, xerando cultura,  protexendo aos creadores, construíndo pontes entre o seu traballo e o público que gozará, aprenderá, sentirá, rirá, chorará, lembrará ou se ilusionará coas súas creacións.

Na AGPI queremos que esta carta sirva para recordarlles a todos vostedes que estamos aquí, que seguimos creando e que con apoios ou sen eles a ilustración galega seguirá na primeira liña da creación, polo que lles pedimos que non se esquezan desta disciplina artística e dediquen os seus esforzos nestes tempos difíciles a apoiala.

Santiago Gutiérrez,
Presidente da AGPI


Mis nanoespías confirman que los responsables de cultura de la Xunta de Galicia ya se han limpiado el ojete con dicha carta y tirado con contundencia de la cadena…

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«El Diario del Cómic» ¿una quimera?

En mi paseo turístico por Nueva York me encontré con el nº 301 de «The Comics Journal«. O lo busqué, bueeeno…
Ya saben que la revista más importante del cómic (¿a nivel mundial?) acaba como quien dice de reestructurar su modus operandi: ahora será web informativa de peso y referencia, con un testigo impreso anual. Dicho testigo es mucho más que un cuaderno grapado o un librito enlomado; es un verdadero objeto teórico ‘de luxe’, más de 600 páginas de tacto y vista exquisitos, una delicatessen…

 

…que además de ser un manual bien elegante, es una revista que encierra contenidos jugosos: artículos, análisis, entrevistas, etcétera.

The Comics Journal #301 - Joe Sacco detail

La verdad, uno se queda patidifuso ante este brutal tomo con forma de grueso libro literario. Se diría que se trata de un volmen de arte, de esos que lucen en estanterías como pequeños Taschen o libros de diseño avant-garde, pero en realidad también reclama atenta lectura por sus contenidos. Y, en fin, que uno entonces echa la vista atrás y recuerda vagamente la historia de la crítica/estudio de la historieta, en España casi inevitablemente (inciso, no ha lugar, en realidad, a la comparación: «TCJ» tiene una larga vida alejada de los esforzados trompicones de nuestra vapuleable crítica especializada, publica desde 1977, y de hecho su web, hoy, se nutre, entre otras cosas, de «artículos históricos» de la cabecera impresa… lo digo para entender que, claro que sí, lo sé, estamos a años luz de aquello por longevidad, por mercado, por… todo).

Hubo fanzines a reivindicar, ya en los años sesenta, tiempo en que comienza a percibirse la altura artística del cómic, algo, en fin, digno de ser criticado, estudiado. Fotocopias, máquina de escribir y muchas ganas. Un big… bang!

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Y hubo revistas/fanzines de muy largo recorrido abarcando los setenta, ochenta y noventa:

Personalmente, descubrí la existencia de una crítica historietística en 1989, un momento perfecto para dejarme «educar»: ‘Krazy Cómics‘ aún lo veo como ‘el fanzine totalmente profesionalizado’ (salvo en sus cualidades formales, su aspecto… hacían lo que podían y salía potable, pero revisado se aprecia una labor más ilusionada que con miras profesionales, en cuestiones de maquetación y aspecto general). Una revista de justo punto medio, capaz de abordar la actualidad del mundillo con la ligereza y dinamismo que precisa,  sin dejar por ello de ser seria. Incluso profunda en cierto grado. Y lo mejor: de la nada a un chaval con mucha Marvel, bastante DC y ya algo de Europeo, se le apareció una publicación mensual claramente ecléctica, capaz de atender a lo último de Marvel y a los clásicos de prensa, el underground y el Manga, Alan Moore e Ivá, Bourgeon y Beto Hernández. Una lección para un universitario que no había cumplido los veinte aún, en la que participaron firmas jóvenes (no tanto como yo entonces, claro), tanto que algunas de ellas son conocidos bloggers hoy, y que aportaban un grado de conocimientos y profesionalidad más que dignos (de hecho, a veces, añoranzas que tiene uno, releo aquí y allá cosas del Krazy). Por cierto, yo estaba suscrito, me llegaba a buzón. De nada, gente del «K», fue un placer…

Duró lo que duró, casi tres  años, y luego siguieron viniendo otras cabeceras, mejores o peores pero de menor empaque, en mi opinión, que «el K»

 

Ah, «Trama» es otro caso a señalar. Divulgó mensualmente el 9º arte durante unos cinco años, de una manera ¡gratuita!, completa en sus contenidos, profesional, incluso se atrevió con hacer las cosas a lo grande y se pasó, relativamente pronto, al «a todo color». Y ojo, para mí no es tema menor. Si hablas de un arte visual, y hablas de obras concretas donde el coloreado es tan importante como en «Arkham Asylum» de McKean, o un Bourgeon o una edición de las últimas dominicales de Krazy Kat, las reproducciones lógicas, serán a color, ¿no?.

Pero la aventura de la crítica especializada (o profesional) deparó sobre todo dos sorpresas en los últimos años noventa y primeros dosmiles: una revista divulgativa simplemente excelente…

…y antes aún, la heredera de un fanzine madrileño («Urich») destinada a convertirse en la mejor revista que yo conozca sobre cómics escrita en castellano.

Si el Volumen era fresco y actual, ligero pero con criterio, a todo color, inteligentemente abierto a todo tipo de anunciantes más allá de las ya ‘aburridas’ librerías especializadas, «U, el hijo de Urich» (anterior al Volumen y en cierto modo su hermano mayor) mantenía el aspecto fanzine pero los contenidos volaban a enorme altura. ¿Lo más parecido al Comics Journal en castellano? desde luego, así se dijo en alguna ocasión. Contenidos tan eclécticos como los del «Krazy», entrevistas jugosas y extensas (a veces, extensísimas), dossieres aún hoy de referencia, secciones necesarias (chivatazos de lo que se cuece en el extranjero para ir tomando nota, reivindicación de los grandes nombres del medio, atención a los nuevos valores nacionales…) y una zona de crítica de novedades excelente. Quizá, cierto, la libre extensión terminó por jugar a la contra del «U». Quizá obligar a la tijera en algún momento, alguna crítica de la sección, alguna entrevista a quien no daba tanto juego como un Ibáñez (a quien se puede entrevistar libros enteros y uno no suelta el tomo)  hubiera redondeado la cosa hasta un estado de perfección al que posibles herederos no han llegado.

Pero ¿herederos?

Hay y hubo revistas en los dosmiles, por supuesto. Pocas.

 

…pero o bien se han extinguido (un recuerdo para «Yellow Kid», pudo ser, pero duró un parpadeo) o permanecen hibernadas, o son voluntariamente sectoriales (lo que no es nada malo, simplemente una opción de «target», búsqueda de un lector concreto… y funciona: Dolmen tiene ya años y parece que buena salud aún).

En la era digital cabe buscar una explicación obvia a porqué no se ha regenerado un «mercado» que, en calidad, mostraba una línea ascendente hasta ese «U», revista que, de momento, queda como el mejor paso nunca dado en el mercado español (inciso, las ventas son otro tema, creo que eran suficientes para costear la propia «U», poco más). La red ha supuesto un lugar gratuito, un modo inmediato, y en el que además, si suena la carambola, eres MUY leido y te interesa sacar dinero, vas a sacar modestos réditos económicos sin asumir mayores pérdidas (banners, publicidad…). Profesionalización sin riesgos, sin la espada de los números, el necesario beneficio/ventas que precisa una empresa con gasto como es publicar una revista y distribuirla. Sacar en papel es costoso y arriesgado, ¿para qué hacerlo?. Además, «se puede» on line. Quiero decir que no hay ninguna lógica, digamos física, que impida ejecutar una publicación teórica profesionalizada y digital… no hay más que pasarse por Tebeosfera para comprobar que el medio electrónico puede ser plataforma para cosas tan jugosas como el «Gran catálogo de la Historieta» (excepcional, cuanto menos cuantitativamente), o  su imprescindible «número» monográfico sobre la historieta de terror, ejemplo de seriedad y hondura, con un ramillete de artículos sobresalientes.

Tendrá sus peros (los tiene, ¿quién no?, como una navegación confusa, o ser, me da la sensación, algo apriorística, antes que conclusiva) pero es la muestra evidente de que existen «publicaciones profesionales on line» con artículos y estudios de enjundia, trascendiendo las características más volátiles de la blogoesfera (universo en el que también se pueden rastrear artículos de empaque… no hay más que bucear en Mandorla, por ejemplo, para ver que hay calidad en todo medio y formato… de hecho, en ese blog su responsable está «reeditando» un antiguo libro sobre Batman publicado por Camaleón ediciones en 1998… ¿pierde dicho libro calidad por el trasvase? claro que no). En fin, que el medio –la red, los blogs…–  no tiene que ir «por su naturaleza» contra el modo –hacer las cosas Bien-.

Pero por otro lado, revistas de cine, de rock, y de cosas mucho más raras que los cómics, las hay en el mercado del papel. ¿Y porqué no existe un único ejemplo de nueva revista con capacidad de mover el asunto, colarse en las bibliotecas (el cómic es cultura, estamos de acuerdo), empatarse con el signo de los tiempos (¡eh!, ¿no vivimos un nuevo boom artístico y creativo?¿no está el cómic más presente que nunca en los media?) y fidelizar a un grupo de lectores asiduos con una publicación seria, profesional, ecléctica, actual y bien editada (mejorando lo presente de las pocas excepciones como un saludable Dolmen, que, ya he dicho, se orienta más específicamente hacia el subgénero de los superhéroes)? Pasan varias cosas: la primera, todo dios se cree a la altura, y lo «demuestra» en un blog que se hace cualquier tarde paseando por blogger.com. La segunda cosa, la red misma (que claro, es la primera, en el fondo) ¿no llega con los blogs? ¿no nos informan y analizan el género con calidad «La cárcel de papel», «Entrecómics», «Zona Negativa», tantos y tantos blogs colectivos o personales?¿la referida ‘Tebeosfera’ no demuestra claramente que el nuevo espacio para la divulgación y estudio de la historieta está on line y no on the quiosco/librería?. Entonces, ¿qué puede ofrecer diferente una revista en papel (o, caso de TCJ, en ambos soportes, pulpa y web)? Creo que bastante.

  1. Frente a lo inmediato que cubre como nadie la red y su apetitosa capacidad de interacción con el lector, la revista aporta análisis, dosieres extensos bien «templados», estudios minuciosos.
  2. Hay que contar con otra aportación, algo que por culpa de la WWW parece no tener importancia ya salvo en contadísimos casos: una línea editorial. Un libro de estilo. Y bajo esa línea o criterio «de revista» (piensen en lo diferentes que son «Rockdelux» y «Ruta 66»; «Cahiers» y «Fotogramas», «Qué leer» y el suplemento «Babelia») se albergan firmas. Y es criterio de la dirección de la revista buscar aquellas que entiende de máxima calidad (recuerdo que QUISE comprar «Volumen» por eso, porque allí dentro se anunciaban las plumillas que a mí me interesaba leer).
  3. Pero sobre todo, y aquí no cabe pensar «también en la red», propone un diálogo «matérico» inexistente ‘en línea’. El contenido viene empacado en un libro-objeto que, por sí mismo, tiene un valor innegable: ¿quién no aplicó a ciertas compras la coletilla «ideal para lucir en la librería», entre la sorna y cierto grado de verdad? Es el libro como material bello y palpable.
  4. Además una buena revista es un producto que interacciona con la historia de las revistas. «Volumen» marcó como objeto (primera a color, sí), del mismo modo que lo hizo «La aventura de la Historia» en un mercado donde las revistas sobre historia eran pequeñas, feas y en blanco y negro. Del mismo modo el ‘The Comics Journal’ 301, ese tocho, va a marcar la historia de las publicaciones teóricas y divulgativas sobre cómic ya desde su forma. Y luego, claro, una continuidad de plataformas de crítica regenera escuelas de análisis, pero esto ya es quimera plantearlo en este país. En España no hay nada que se parezca ya, en intenciones académicas (ya no digo plásticas, de valoración del objeto), a «TCJ», ni siquiera a «Rockdelux» (que cito por ser un histórico en su campo con una renovada apuesta por el espacio digital, y demuestra compatibilidad absoluta y retroalimentación). No conozco espacios transversales que mixturen una eficaz explotación de las posibilidades de la red con las que ofrece el soporte papel.

Quiero insistir al finalizar: la permanencia, el libro-objeto (vuelvo al 301 de THC, hay que tocarlo para sentirlo), son valores que, al menos yo, no encuentro en la pantalla de mi ordenador. Quizá en un tablet, que no deja de ser una puerta a algo nuevo, y físicamente muy manejable, se me revelen nuevas posibilidades en tanto que manejabilidad. Pero con todo seguiré sintiendo atracción por estas cosas:

 

Y con esta reflexión, solo resta cerrar este post con una pregunta al viento, o a mí mismo: ¿soy simplemente un sentimental de otro tiempo, o realmente en una revista, en un volumen destinado a la librería tras la atenta lectura, hay valores no mejores, pero sí diferentes o complementarios a lo que hoy por hoy (y en el futuro) nos ofrece la red?

O, una última pregunta sin solución: ¿nos deparará un futuro cercano una revista heredera del «Hijo de Urich»? Personalmente veo una coyuntura tan difícil como, merced a las nuevas tecnologías, sugerente, que obra tanto de repelente (lo dicho: el papel hoy, ¿eco del pasado?) como de posible aliciente por sus posibilidades como «extra» (o algo más) de una publicación en papel. Así que ¿quién sabe?

la gran pregunta

PD: no se sienta «discriminado» quien no ha sido citado, no quise ser completista ni conozco, por supuesto, toda la red de redes o la historia de las revistas 🙂

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«BDletín», un boletín sobre cómic desde una Biblioteca

La biblioteca de Santiago de Compostela inaugura un boletín sobre cómic, con críticas, reseña de adquisiciones y recomendaciones de blogs sobre «la cosa».

No dejes de echarle un ojo (qué porras, léetelo entero) AQUÍ

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Lee on line (y descárgalo en PDF) «Yes we camp!»

Con el título lo digo todo: Editorial Dibbuks, en un gesto sin precedentes y que demuestra una implicación con el movimiento 15-M y alrededores, pone a disposición del internauta el cómic colectivo «Yes We camp!», sobre las acampadas ya históricas.

Uno de los tebeos más interesantes del año, escapando de lo sestrechos márgenes del capitalismo por un voluntarioso acto de compromiso ético. Brabo, Dibbuks…

Para leerlo en línea (y bajártelo a tu disco duro legalmente) pincha AQUÍ

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Viñeta aislada de «Los Muertos Vivientes»

«Los Muertos Vivientes » es un cómic que no necesita apenas presentacón. Exitoso traslado televisivo de por medio, la serie regular sobre  un mundo plagado de zombis se ha convertido en un superventas a nivel internacional, merced a un guión efectivamente «televisivo» de tramas donde imperan las relaciones intermpersonales, los dramas internos y cierto efecto culebronesco en una continuidad sin fin. Con, claro, momentos de desatada violencia, acción y terror grueso, como procede en toda historia de zombis caníbales.
A mí, en lo que leí de la serie, es una lectura que me agrada, sobre todo por la astuta capacidad de Kirkman para plantear problemas morales en unas condiciones extremas. La ficción apocalíptica como plataforma para tensar al ser humano hasta límites éticos inalcanzables en una historia realista (o al menos, servidos desde una presentación más sugerente como es la ficción, un imposible estado general de apocalipsis que, curiosamente, podemos empezar a obserbar como reflejo, ya, de esta crisis económica global sin final en el horizonte)
Sin embargo, he de reconocer que sus encantos argumentales, sus ideas, se sostienen en un dominio de recursos en la narración de lo más obvios, simples o incluso tramposos.
Aldard, ojo, es un muy eficaz ilustrador: consigue el todo duro y opresivo que precisa la serie, y planifica las páginas sin demasiados disparates, sobre todo en los momentos de acción. Pero guionista y dibujante caen en amaneramientos tan irritantes como forzados.

Me sirve de ejemplo la viñeta «larga» que he seleccionado:

 

"Los Muertos Vivientes, de Kirkman y Aldard, edición recopilatoria de luxe, tomo 1 pag 190

«Larga», je, porque para comentarla he tenido que pillar parte de otras viñetas, claro.

El gran problema de ‘Los Muertos Vivientes’ no está en las ideas (generosas) sino en un ritmo que se desarrolla en picos, forzado, y sobre todo en su excesivo celo al caracterizar a los protagonistas. En vez de sus actos, sus gestos o sus omisiones, parece que toda su entidad como «ser humano» se justifica a través de diálogos redundantes, explicativos e incluso, horror, cargados de moralina explícita. Sabios Consejos de Pequeños Saltamontes.
Y pasaría todo ello por alto, así de bueno soy yo, si no fuera porque ese gusto por diálogos rimbombantes y «encantadoramente naturalistas», tan de diseño, tan pensados, diría, para deslumbrar (como ha sucedido, claro) a popes televisivos, repercute en agarrotamientos formales y en ritmos tediosos.
Porque ¿de verdad no os aburrís mortalmente sólo mirando la viñeta elegida? una conversación en la cama donde una cabeza-maniquí queda sepultada por un sermón que ni el cura viejo de mi pueblo. Unos bocadillos y textos plúmbeos ¡que vienen de la viñeta contigua, sí, ya lleva rato rajando! y que absorben toda la atención en la narración, pero que carecen de soltura, flexibilidad, resultando no tanto una línea de una conversación a dos, sino una arenga al lector: que se entere de los anhelos y esperanzas de la mujer que los regurgita, que todo quede negro sobre blanco y clarito.

Así discurre digamos técnicamente esta serie, en sobre-exposiciones contínuas, arengas, innecesarios subrayados. No deja la más mínima libertad interpretativa al lector, lo que francamente termina agontándome como lector. Será que soy mayorcito, qeu me gusta que me dejen libre, que las cosas no se me entreguen tan mascadas (por no hablar del sabor dulzón, y acartonado, de esas infinitas líneas de diálogo, perdón, de monólogo). Y lo siento porque como he dicho, con todo creo que la serie engancha por los fuertes dilemas éticos a que Kirkman enfrenta a sus protagonistas. Y porque las explosiones de violencia y acción (y gore) son potentes, y descargan con eficacia.

Pero al pan, amigos, pan.

 

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Sobre los cómics en EEUU

En mi blog personal, «El Octavio Pasajero», hablo de mi experiencia (escasa y circunstancial) con el estado actual de la industria del cómic estadounidense.

(Foto vista en ES MUY DE CÓMIC)

AQUI

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NOCILLA EXPERIENCE, LA NOVELA GRÁFICA, de Pere Joan

Vale, me resulta difícil llegrar más allá de una aproximación, digamos ligera, al Nocilla Experience de Pere Joan cuando no he leido la novela original de Mallo. Pero, por otro lado, tanto aparentemente como según leo en diversos blogs, la literalidad y escasísima tijera por parte de la novela gráfica respecto al referente literario arroja una sombra bastante exacta sobre el telón blanco.

Por ello puedo entender varias cosas: la primera, Joan ha optado por arriesgar antes que buscar legitimaciones «cultistas». No se trata aquí simplemente de adaptar un libro bien conocido, y de claro prestigio literario y «artie», para más inri (lo que da un empaque que, lamentablemente, el cómic por sí mismo apenas está, hoy por hoy, comenzando a disfrutar), ni de hacerlo para empaparse de esa aureola, vacuo rompimiento de gloria que, de tanto fulgor, a veces no deja ver el objeto en sí mismo. En este sentido, ¿cuánta adaptación al cómic de historias de otros medios (novela, cine, teatro…) no son, como obra de historieta, un pequeño fiasco?¿cuántos autores auspiciados por el sentimiento de inferioridad no han acudido a pretextos de qualité sin cuidar los andamios realmente importantes, esto es, hacer un buen cómic en sí mismo?. Bueno, como no es este el caso, pasemos la engorrosa página: «Nocilla experience, la novela gráfica«, no cae en esas trampas. Es excelente.

Y la segunda cosa que advierto de la lectura de Joan, muy ligada a lo anterior, es que estamos ante un reto, una soberana dificultad, como solo puede ser el llevar (no adaptar exactamente, sino traducir) de un medio a otro algo de escasa intención narradora. Aquí pocos hechos se nos narran, poco sucede, y sí se describe. Lugares, tipos, estados de ánimo, ideas físicas, proyectos empresariales… ¿cómo acometer esto desde la historieta? Pues por supuesto usando los medios propios de la historieta. Demostrando que desde el cómic todo se puede intentar, que no conoce de restricciones a priori.

«Nocilla experience» da la espalda a las tradiciones, porque la tradición marca, con el 99% de obras publicadas en la historia del medio, que los cómics son artefactos para contar sucesos, acciones, cosas que ocurren. Si hay mucha acción, además, pues mejor. Para abarcar sensaciones, abstracciones o conceptos puros, ay, va a ser que no. Pero cuando uno defiende que un medio tiene mucho de arte, defiende también que, dentro de un orden, su ambición no debe conocer fronteras y autores vendrán que, ahí donde hasta hoy se dijo «por aquí ya no se puede pasar», mostrarán el talento y la imaginación para, con los aperos que le son propios (y hablamos de los recursos artísticos del cómic como disciplina, insisto: esto no es literatura, ni ilustración, pintura o diseño), abrir nuevos caminos y demostrar que no hay nada que, al menos, no puede intentarse.

Al leer «Nocilla Experience, la novela gráfica», me ha venido a la cabeza no pocas veces ese monumento que es «Ciudad de cristal», adaptación de un Paul Auster por Karasik y Mazzucchelli; la obra cuyo título es infinitamente más sencillo de escribir incluso en su idioma original (City of glass, chupao) que los apellidos de sus autores… y un trabajo donde la imbricación texto/imagen supone un trampolín para Pere Joan. Partiendo de esa ya lejana experiencia de los noventa (uno de los pilares de la moderna novela gráfica), Pere completa su obra, en la que hace convivir texto e imagen de un modo fabuloso, convirtiendo la segunda en algo así como ideogramas que completan y crean tono emocional para el discurso escrito por Mallo. Es un atrevimiento que pone «Nocilla Experience» en la senda de los revolucionarios, pues sin duda lleva la idea de «adaptación» a un nuevo terreno. Como Mazzucchelli y Karasik en su día, sí…

 

(Nocilla, la dieta perfecta para aprender cómo ir más allá...)

Y ojo, no es el mallorquín ningún novatillo, claro, un autor a la sombra de padres creativos, o «under the influence», pues lleva editando desde los primeros ochenta (ergo, de la quinta de Mazzucchelli y algo anterior, y por supuesto muchísimo más veterano que Agustín Fernández Mallo), de modo que podemos suponer que hay aquí constantes (toca ahora confesar mi aproximación tangencial a la obra, licuefacta, hipnótica, como de duermevela, del dibujante… aunque algo sí le he catado, conste). En «Nocilla experience» hay ese tono de extrañeza, hay un lirismo distópico, enrarecido, y hay el gusto por volar libre, lanzarse, y desde un estilo ya reconocible tirarse a la turbia piscina y ver qué pasa.

Lectura compleja, mucho. También absorbente, que además (nota al margen que merecería primeros párrafos) consolida dos ideas: la autoría, desde la mismísima portada, recae completamente en Joan, no en el autor de la obra literaria (porque aquí estamos ante otra cosa, igual que un espejo ofrece un igual en su reflejo, pero son cosas diferentes el cristal y el objeto original). Y otro, también desde el título, «la novela gráfica», para que, quien quiera, siga empecinado en volver sobre el tema. En todo caso, es excelente, una lectura que atrapa y reta al tiempo. ¿Qué más podemos pedir? llámenlo como les plazca. Pero cómprenlo.

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QUAI D’ORSAY, de Blain y Lanzac

[Texto publicado ayer en Faro de Vigo, también on line, sin acreditar autoría en este último caso. El autor, claro, soy yo, y para esta versión amplío el original]

Radiografiando al poder político.

Christophe Blain y Abel Lanzac se adentran en el universo complejo, megalómano, burocrático y laberíntico del ministerio de asuntos exteriores francés en un cómic que ya es éxito de ventas en su país.

Poca presentación necesita Christophe Blain para cualquier conocedor del mundo del cómic. El autor de “Isaac el Pirata”, “Gus” o (con los guiones de Joann Sfar) “Sócrates el semi-perro” es uno de los grandes nombres de la renovada historieta europea de la última década, aportando una vehemencia gráfica y una frescura que no se riñe con la hondura de sus planteamientos argumentales. Quien merece más introducciones es Abel Lanzac.

Lanzac no es un autor de cómics. Lanzac, de hecho, y literalmente, no existe. Es un seudónimo tras el que se esconde un diplomático en activo (a día de hoy, trabaja en el consulado de Nueva York) y que en su día fue contratado por Dominique de Villepin durante su etapa como ministro de asuntos exteriores francés. ‘Lanzac’ fue encargado de redactarle los discursos, tarea en la que conoció (o sufrió, habría que decir) los entresijos de la vida política sin maquillajes. “Real politic”, que dicen los norteamericanos.

Y precisamente de esa experiencia nos habla “Quai D’Orsay, crónicas diplomáticas” (Norma Editorial), un cómic donde los nombres propios se maquillan (Villepin pasa aquí a llamarse Alexandre Taillard de Vorms, acentuando lo pomposo-aristocrático del ministro). Cuando el joven Arthur Vlamink es llamado a los despachos del ministro (conocido como Quai D’Orsay, su dirección física en París, de ahí el título del álbum) parece que la diosa fortuna le ha sonreído. Es el inicio de una carrera de altura, de grandes cosas. Es el herrero, en la sombra, del principal acero del Ministro de Asuntos Exteriores: su verbo. Pero la realidad es que escribir discursos para un alto político será más farragoso de lo que nunca hubiese imaginado Arthur, y hacerlo para una singularidad como monsieur Taillard, más aún. Hombre megalómano, vehemente, directo, carismático, de trato imposible pero fascinante, el político se convierte en el inevitable ojo de un huracán de proporciones gigantescas, uno de los Ministerios más importantes de uno de los países más influyentes en Europa y el mundo.

“Quai D’Orsay” se beneficia, en el retrato, de un testigo directo, y sin duda esto es lo que fascina en primer término de la obra. El día a día en los despachos, las reuniones, las zancadillas, las llamadas a casa a las horas menos imaginables, el deterioro de la relación de pareja (apenas insinuado, pero evidente), el “No” en la cara ante un trabajo que se creía bien hecho, el capricho voluble del político… el político mismo. He aquí la otra gran baza de la obra. Taillard es un ser poderoso y consciente de ello. Pero también irritante, vive en sus propios delirios de grandeza, en sus caprichos de niño grande y con poder (genial su pasión por los rotuladores fluorescentes). Y al tiempo, porque “Quai D’Orsay” no se quiere tan solo una descarnada crítica, resulta un político comprometido con su causa, consciente de su papel internacional, íntegro y convencido de que desde su puesto se puede hacer mucho bien por el mundo. Entre el payaso y el César, a medio camino del héroe y del histrión, el retrato de su figura es complejo, crítico, sin duda (demoledor incluso) pero lo suficientemente exacto para haber recibido las loas del mismísimo Dominique de Villepin.

la dura, dura vida de un ministro

 

Es verdad no obstante que no estamos ante un trabajo reondo: la extensión del álbum juega a la contra, ocasionando reiteraciones y resintiéndose la fuerza del mensaje. Y hay una falta de sintonía entre la templada observación, que sabe moverse entre la crítica aguda y el reconocimiento de lo que de brillante posee el personaje, y un capítulo final fuera de lugar, que pese a un chiste final realmente bueno, resulta desmedidamente elogioso. ¿Se cubrieron Lanzac y Blain las espaldas con un fin de fiesta brillante, todo confetis,que haga olvidar el aguijón del resto del relato?¿Miedo ante la realidad más allá del papel? ¿Han sido los autores pusilamnimes?

En todo caso, no ensombrece el montante de este cómic, trabajo brillante de lo que mucho mérito recae no solo en el argumento planteado (¿desvelado?) por Abel Lanzac, sino en el magisterio de Blain, un dibujante portentoso que dota de una expresividad corporal a su personaje al alcance de muy pocos compañeros de oficio. Sus trazos sintéticos capturan el ardor ególatra del ministro y lo describen con exactitud. El coloreado exquisito, un diseño de página sublime, y en fin, todas las pericias que Blain maneja con envidiable solvencia, se alían para lograr uno de los retratos más certeros de la vida política en el siglo XXI.

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FLUJO, de Dave Cooper

La belleza será convulsiva o no será, decía André Bretón.
Es una vía, y desde luego, el sentimiento romántico y decimonónico de que el arte es la búsqueda unilateral de un paradigma de belleza clásico (a relacionar con lo proporcionado, a relacionar con lo ordenado…) es un cliché que hace décadas no tiene sentido.
En esta vía, los profetas de aquello que se dio en llamar «La nueva carne» son buscadores de otra belleza, bretoniana, feroz, apasionada. Convulsiva. Incluso repugnante.

"Flujo", siente la piel...

Bien, puestos en esta tesitura abordamos «Flujo», de Dave Cooper. Prácticamente no me acuerdo de «Escombros», lo único que había leido de Cooper (en su edición en comic books dentro de la línea «brut», de La Cúpula) pero sí recuerdo un mundo cartoon futurista (había mucho allí del Cooper televisivo… el autor andaba metido en la serie «Futurama») para una historia potente. Convulsivaa, quizá.

En todo caso, «Flujo» tiene su propia fuerza (pese a que nos la plantean editorialmente como parte de una trilogía, es autónoma 100%), y no busquen a Matt Groening ni como eco lejano, porque este cómic está libre de referentes ajenos al universo propio y retorcido de Cooper. Porque hay que ser retorcido para crear esto. Y esto es la historia de un artista frustrado (sobrevive ilustrando libros para niños de su completo desagrado) que se sumerge en la búsqueda de una modelo para hacer retratos. Retratos eróticos, sado, perversos, y de sujetos particulares, de su propio gusto estético. Así conoce a Tina, una adolescente desagradablemente fea (Lynchiana, diríamos), y en cuya obesidad encuentra los mares de piel, sudor y carne en los que perderse hasta la obsesión más radical.

Una lectura feroz, dura, desagradable incluso, porque retrata con crudeza y poca piedad los estados alterados de las voluntades sometidas al deseo más impulsivo.  John, el dibujante, cae en un pozo digno de David Cronenberg, pero de una crudeza que ni el director canadiense, me atrevo a decir, ha alcanzado. Eyaculaciones precoces, celos enfermizos, aislacionismo físico y mental, sumisión… todo narrado con un dibujo underground, sin contemplaciones, feista aunque excelente, y en bitonos expresivos (gamas frías y cálidas en permanente contraste).

"Flujo": licúate por ella..

A mayores, redondea su discurso el hecho nada casual de que Cooper retrata (empleando la primera persona del singular) a un artista (no un lavandero o un broker o un químico, un artista), con lo que toda la tesis va más allá de cuestiones éticas, morales o sexuales. El arte mismo es una esclavitud feroz, caprichosa y cruel para con el artista. La obra, como esta chiquilla odiosa y antojadiza, puede ser destructiva para el creador, pero éste sin aquella, sin poder alimentar una necesidad interna, rugiente e insaciable (la del acto de crear), no será nada. La vida del creador es pura dependencia de algo tan caprichoso como la misma creación, depende del trabajo contínuo, la presencia de las musas y el talento personal, pero  aún consagrandolo todo y más a ello, la obra puede esquivarle y destruirlo, sin conseguir jamás alcanzar la plenitud de la satisfacción autoral.

Arortunadamente esto no tiene que ser así, ni respecto a la creación ni al sexo ni al amor ni a la vida. Es solo la tesis que nos espeta «Flujo», una obra convulsiva, ciertamente, diría que hasta niveles que el bueno de Bretón nunca hubiera imaginado…

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Cierra «Kiss Cómics», la revista de comic porno/erótico de referencia

[Nota de prensa]

La revista mensual Comix Kiss Comix, referente del cómic erótico en España, cierra sus puertas tras casi 20 años de andadura con su último número, el 239, que ya se encuentra en los quioscos.

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