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Leer razones: el papel de la crítica

He leído recientemente un cómic (fabuloso, ya escribiré algo sobre él) en el que la obra se engalana con un texto escrito par ala presente edición. Es un texto firmado por una de las personas a las que más respeto en esto de escribir sobre cómics. El caso es que este hecho me ha recordado uno de esos clichés recurrentes… lo de la crítica de cómics más o menos vendida al mejor «servidor de prensa» o que no critica negativamente por amiguismos con los autores, como si el ejercicio de crítica consistiese en rellenar un formulario con las opciones Bueno/Malo sin más (así, parece, lo entiende cierto sector del fandom)… ya he tratado el asunto en el pasado, lo sé, me repito. Pero el caso es que leyendo ese texto que da prefacio o epílogo al cómic arriba aludido, podría pensar… ¿Qué valor tiene esto? Frente al texto crítico para una revista o diario, sobre el que todo lo que hay es una duda (objetivamente hablando, todo acaba en eso, una duda sobre la integridad del firmante), el prólogo a un libro es un texto encargado por el propio editor (media contrato incluso), que va a alabar, sí o sí, la obra en la que se incluye, obviamente. O eso o el editor está loco o es idiota.
Esto por extensión sucede en todos los cómics, en toda la historia del medio: desde las ya incontables intros para reediciones de Marvel al prólogo firmado en su día por Carlos Saura para el Mara de Sió.

¿Pierden esos textos laudatorios su valor por concepto, pre-concepto? Yo creo que no, aunque en determinados contextos es evidente que nace con unas cuantas cartas marcadas (venimos a hablarte de las bondades de esta obra que has comprado). Así al abrir mi lectura y comprobar que incluía ese texto lo que pasó fue que me alegré, porque conociendo la trayectoria del crítico/divulgador, pensé y pensé bien, que su prólogo/epílogo va a introducir ideas interesantes, conceptos que aportan luz (incluso para discurtirlos, toda crítica dialoga con el lector, no pontifica, o no debería) y además que lo hará con un estilo impecable.

Pero es obvio que no es un texto libre, sino un encargo. Así, preguntaría a quienes devalúan el papel del crítico por supuestos amiguismos (supuestos, mientras que en el prologuismo no hay suposición que valga, el encargo es lo que es) ¿eliminamos de la edición de cómics todo elemento externo a la obra, o podemos pensar que un prólogo de, por decir, Álvaro Pons, Pepo Pérez, Gerardo Vilches, Alberto García (aquel Tío Berni), Bambf! o cualquier divulgador que quieras ponerme de ejemplo… puede aportar un enriquecimiento determinado previo o posterior a la obra, incluso si incluye argumentos valorativos y (obviamente, no queda otra) elogiosos?
Pues eso. Lo importante es el contenido, esto no es Twitter, la crítica es pensamiento pausado alrededor de una obra. Disfrútala.

La crítica de cómics hoy.

Vía el muro de David Rubín y su hilo de comentarios descubro esta crítica digna de un amateurismo en crítica de cómic evidente. Se habla de un texto sobre un tebeo que en principio dibujaría Evan ‘Doc’ Shaner al completo y que finalmente es dibujado a pachas por Shanner y… otro autor. Y dice el autor de la crítica:

No me quito el mal trago de que DC vuelva a hacer otra vez de las suyas. A que vuelva a desaprovechar la oportunidad de sacar un número 1 brillante por no haber tenido la planificación adecuada. ¿No era mejor haber sacado un cómic de menos páginas? ¿Os imagináis que el Star Wars #1 de Marvel hubiese salido con 10 páginas dibujadas por otro que no fuera Cassaday? Después de anunciar a bombo y platillo una cosa, queda mal y feo que hagan algo diferente y que, además, desluzca el resultado de un dibujante brillante como Shaner con otro que, sin ser malo, no le alcanza el nivel a pesar de intentar imitarlo.

No enlazo, no se trata de eso, no buscamos quién o dónde, si no que pretendo analizar el hecho. Sí diré que no hablamos de un blog personal o algo así.

El «imitador», el «sustituto» de Shanner (dibujante en activo desde el siglo XXI y del que conste, no estoy opinando aquí, en absoluto) es… Steve Rude.

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«Nexus», personaje y colección creados por Steve Rude y Mike Baron en 1981.

La sensación que me ha transmitido el texto es la de un fanboy que desconoce la historia del medio y que además no se ha molestado en contrastar datos. Es facilísimo sacar cuatro conclusiones de la categoría histórica de Rude (no hablo de su calidad, de si gusta o no, hablo de datos, historia, carrera, premios… cuestiones objetivas) paseando diez minutos por la Wikipedia o Lambiek, por citar lugares de consulta sencillos y al alcance de cualquier crítico de cómics.
Personalmente creo que un serio problema en la crítica de historieta actual es la falta de filtros, y el acomodo al método «personal blogger», que desde luego NO debería ser patrón en una crítica rigurosa.
Todo esto no pretende ser un ataque personal ni al firmante del texto ni al medio que lo ha alojado, pero sí un punto de reflexión, ojalá de inflexión también: creo sinceramente que el «mercado» de medios de crítica se está retrayendo y relajando. Al cierre por agotamiento (Entrecomics) podemos unir la relajación de otros que permiten párrafos como el arriba señalado. No quiero resultar incendiario ni, repito, personalizo en nadie pese a partir de un ejemplo (llamativo), si no dar un toque de atención al respecto de esta sensación, que es mía pero que, apuesto, comparto con algunos colegas. No imagino Dirigido o Rockdelux aceptando un texto tan indocumentado, ni a un colaborador de esos medios escribiendo con piloto automático y sin el sentido de la responsabilidad que debería darnos escribir crítica en medios públicos de información y divulgación.

El oficio de la crítica de cómics

Últimamente ando yo pensando sobre el oficio de crítico de cómic. O la disciplina, vamos. Me he leído unos artículos escritos para Dolmen hace años, y a mayores he tenido dos encuentros de esos que te hacen pensar, uno una crítica realmente espantosa, otro, un lector de este blog que ante la crítica severa a «Ardalén» me acusa de estar untado por la editorial Astiberri y por eso meto caña a Prado.

El caso es que, chorradas al margen, todo esto (y la recuperación de unos viejísimos artículos de Pepo Pérez) me han llevado a recapacitar sobre el asunto.

La crítica de cómics. Algún día he de buscar un buen libro sobre el oficio crítico en el arte, literatura, cine… dudo que encuentre algo directamente relacionado con historieta.

Bruno Kolin, el crítico de cómics de «Infame»; por Nestor F.

El equilibrismo del crítico de cómics, «profesión» en el fondo socialmente insignificante, es peliagudo, como el de todo crítico, pero al estar en un pequeño mundo donde, en teoría, todos se conocen al menos virtualmente, puede provocar un miedo escénico absurdo. Puede llevar a omitir todo pronunciamiento sobre lecturas desafortunadas, o a usar sordina. Dar por pasable lo que a nuestro juicio no lo es, o apoyarnos en el «hay un lector para cada obra» , máxima demasiado benevolente que no por cierta es menos tramposa en boca de un crítico. Un buen crítico es una persona cuyos lectores atienden porque,  a lo largo de una carrera, ha demostrado un determinado gusto personal afín con el del lector. «Te puedes fiar de». Esto es una verdad a matizar. Lo mejor es que la crítica sea constructiva (positiva o negativa), que tenga su parte de descripción, de modo que se potencia la autonomía del lector, se refleja lo que es la obra en sí, su escuela, sus antecedentes. Pero yo no busco un crítico acrítico tampoco, así que necesariamente quiero (y pretendo, como crítico) tener una capacidad de veredicto que lleve a aconsejar o desaconsejar una obra. Toda o en parte. Matizar, señalar las debilidades o advertir los golpes de genio, de haberlos.

La debilidad del asunto está en determinar si se puede categorizar sobre una obra, sea de cómic o de literatura o pintura. Decir que algo es buenísimo o penoso siempre parece lastrado por lo opinativo, lo subjetivo. Si a mí me gusta y a ti no, al final lo que sucede es que tú no te enteras. Es una corriente de pensamiento en el lector de crítica de cómic contra la que hay que luchar. Lo que es, es. Lo creo, pero es difícil llegar a ese «ser». Al hablar de algo sometible al gusto personal parece que cualquier obra pueda ser cualquier cosa, buena o mala. Labor de buen crítico será establecer con su discurso que esto no es así. Quien opine que Miguel Ángel es un artista mediocre, que Borges no vale un patacón o que George Herriman está sobrevalorado (O Chris Ware, más interesante al no tener ese aura «viejos maestros», tiempos pasados de gloria» y demás memeces), sencillamente no se entera. Respeto que no te guste el autor de la Sixtina, pero no que no lo valores.

Está claro que el tiempo nos da valores totalmente objetivos innegociables. También en el cómic, y eso sería lo primero que, creo, debe tener claro un crítico. Porque además no son valores absolutos. La calidad de Moebius puede ser cuestionada, claro que sí. Pero no a hachazos tipo twitter. Eso no es ejecrcicio crítico. Para bailar en la cuerda de la crítica creo que hay que tener unas nociones claras de historia del medio, de su gramática y del oficio. A ver, no necesitas saber tallar el mármol para criticar una obra de Bernini. Del mismo modo, no hace falta un dominio de técnicas del coloreado infográfico para apreciar las bondades de Paco Roca. Sí que es preciso, claro, comprender la teoría del color. Sí, también, la del cómic como medio narrativo. Qué es un buen diseño de página y qué una página  formularia en su diseño. Qué significa «buen dibujo» en historieta. Y creo, la verdad, que hay que conocer algo de sociología del arte, para comprender la del cómic, y sus importantísimos cambios. Con todos estos aprendizajes podrás valorar el ayer y el hoy de la historieta.

Otra virtud que debe tener el crítico es su estilo. Saber escribir. Qué gustazo leer una crítica bien escrita. Qué anodino hacer lo propio con un texto romo.

Y por último, luchemos porque desaparezca de la faz de la tierra todo «Egoritico». Esto es, el plumilla que solo escribe, habla o critica desde su propio y muy inflado Ego. «A mí…» «Creo que este autor…», «yo Yo YO YO…». Carlos Boyero es el caso paradigma, tipos que adquieren notoriedad y se convierten en gurús por la gracia de su ombligo. Los aúpan grupos mediáticos (Prisa, en el caso) cuando su mérito, al menos hoy por hoy, es nulo.

Así que, enumerando, el crítico en mi opinión debería

  • Conocer el medio que critica: historia, obras, fundamentos. Esto incluye la comprensión del presente. Si te escondes en el pasado como halo de prestigio no eres buen crítico porque no comprendes el medio. Hoy es el pasado de 2012, míralo así.
  • Ser objetivo para llegar a valorar desde lo subjetivo: indudablemente al criticar llegamos al «es bueno/malo» donde lo personal inevitablemente interfiere. Pero debe interferir poco.
  • Tener estilo literario. En el grado preciso, no hablamos de ser un Cela.
  • Escapa del «egocritiquismo». Por tus muelas…

El crítico de cómics de «Ice Haven», Daniel Clowes

Yo creo que con todo esto podemos entender que el crítico es bueno. Conozoco alguno que se ajusta al esquema.

Y creo que todo autor, editor y lector sensato debe valorar positivamente la crítica leída si se ajusta a esos parámetros, aunque no se esté en la misma línea de gusto personal del crítico. Recuerdo aún cómo me revolvió la paliza que le mandó en «U» Santiago García al arco «Las benévolas» de «The Sandman» (Gaiman, Kristiansen y Hempel, con algún dibujante más). Pero no por poner mal la obra, sino por lo sólido de su argumentario. Como estoy releyendo la saga, algún día llegaré a ese arco argumental, ya veré cómo veo, veinte años más tarde, la traca final de la serie de Neil Gaiman. El caso es que en los equilibrios del crítico no es uno menor el aguante. Porque como dije, es un mundo pequeño donde todo se magnifica. Como en la casa de GH. En su día pude haber contestado por carta a la revista. Hoy te inundan el blog con un mero clik. Y hoy, el crítico conoce al editor de The Sandman (no diré al Gaiman, pero si hablamos de Max o Prado, ahí muchas veces sí, se conocen).  Si pongo a caldo a Paco Roca (no ha sucedido, siempre me ha gustado) pueden pasar tres cosas feas. No malas, pero feas, que no son plato de gusto. Que se cabrea Roca. Que lo haga su editor Astiberri. Que un lector te acuse de sobronado para poner a caldo a Roca. Lo 3º es lo más común en la red de redes. Siempre desde el anonimato. No tiene importancia, pero es lo que más se ve. La visibilidad de las máscaras, buen subtítulo para los blogs.

Diré que en mi experiencia, realmente un autor o un editor no se «ofenden» por una crítica negativa. En mi caso (que soy poco dado a dar cera, además) cuando ha sucedido se me ha agradecido. Recuerdo a bote pronto que Laura Pacheco agradeció que la mía fuese una primera crítica que apuntaba «peros» a su ópera prima. Y El Patito Editorial agradeció la crítica razonada y respetuosa que escribí sobre «Ardalén».

Frente al troll común, individuo que manifiesta debilidad al ofenderse sobremanera porque a mí no me guste su cómic favorito, la realidad es que como crítico, la respuesta que debes esperar de lectores, autores y editores ante una crítica severa (no faltona, no revanchista) es el agradecimiento. Mi primera nota en carrera universitaria fue un 4’5. Acudí a ver mi examen, a ver porqué, y el profesor me dijo que le interesaba mucho hablar conmigo. Porque entre incorrecciones que impedían el aporbado, colaba ideas y enfoques con los que él mismo  había «aprendido». Me reí e insistió en que era así, que había ideas potentísimas en ese examen. Y que insistiese en el estudio, no habría problemas. La moraleja es que si tú propones ideas, quien las lee puede valorarlas. Volviendo al crítico, si esas ideas son críticas pero constructivas quién sabe si el autor o el editor aprecian tu punto de vista como algo no contemplado antes. Aunque ese punto se esté cagando en la obra.

Así que otro punto claro, y que debería ser obvio, es olvidar el entorno, o mejor, pensar que escribes para mejorarlo incluso cuando estás dando caña. De lo contrario puedes caer en una espiral benevolente, por miedo, por coleguismo con autores, porque te pienses que la editorial se cabreará y es mejor tenerlas contentas. Poque lo fácil es no hacer ruido, seguir tranqulamente con tus lecturas, tus compras y tu servicio de prensa dando algodón de azucar a todos. Pues no. Ese no es el camino. Eso te ahoga porque es cobarde. Y repito, lo digo yo, que me considero tirando a benévolo.

En fin, sería el último punto:

  • Escribe sin miedo, pero con respeto. Te hará un crítico libre. Acusaciones necias no tienen efectos y revelan estupides, nunca verdad. Autores que se enfadan no merecen tu consideración. Editores revanchistas no merecen la pena.

Por cierto, la asignatura aquella, la aprobé sobradamente. Conste. Era «Teoría de la historieta» (chiste, falso).

Zona Cómic, crítica en papel

Es una buenísima noticia. «Zona cómic» sale en una semana, en las librerías especializadas, con intención tácita de reverdecer el espíriut de la llorada «Trama». Parte de uno de los responsables de aquella (Koldo Azpitarte), y de la asociación de librerías del mismo nombre.

Para su primer número (como aquella, un nº 0) anuncian entrevista con la gallega Emma Ríos (que dibuja para los colonizados norteamericanos, ¡galician powerfull!), y artículos dedicados a Moebius, Rabagliati, Taniguchi, el «Pepe» de Giménez y All Star Superman de Morrison y Quitely.

nº 0 de Zona Cómic. Las portadas serán siempre originales como este de E. Ríos

Superhéroes, novela gráfica, manga, europeo, clásicos nacionales muy actuales… eclecticismo y gusto ¿lo ven como apetece?

Pinta divulgativo, ligero (en el buen sentido) y bien cocinado, y uno echaba de menos una apuesta así,  ya lo saben mis lectores.

Ilusión y proyectos moviéndose para apoyar a los tebeos. Las cosas que se mueven, las ganas y el mundillo que nos gusta están en esta iniciativa. Mi apoyo al 100%.

Loveletter hacia la crítica de cómics

Estos días se vive la enésima y triste polémica entre críticos de cómics, una profesión que no existe, que es mayormente altruista, que tiene una única base: querer al medio, a la historieta. La última, que me niego a enlazar o hacer referencias concretas, alcanza tal grado de bronquedad, tanta bilis, que uno se pregunta si intentos como el loable apunte de Jose A. Serrano para constituirnos en Asociación, no es algo poco menos que un gesto destinado al fracaso.

Bien, yo, que a estas alturas más de uno y más de dos me citan como crítico (y empiezo a aceptarlo) nunca me he visto como tal en tanto que bloguero (ya hoy, claro, publicando en prensa y eso, pues negar la naturaleza del asunto sería falsa modestia). Sí me creo un lector con mucho bagaje (toda mi vida leyendo tebeos) y, en fin, espero tener unos buenos muebles en la cabeza, que me vistan de (algunas) razones cuando escribo. Y pienso que no escribo mal del todo, que en mi estilo hay quien puede encontrar una causa para leerme… bueno, con todo, pertenezco a la tranquila zona minoritaria, no creo que tenga demasiados seguidores ni nada así. Mejor, mejor 🙂

Pero brindo por la crítica, sea yo parte o no de ella, y lo hago como lector, porque desde la tardo-adolescencia ha sido para mí un referente. Y desde que descubrí «Krazy Komics» en el 89, entró en mi vida como un glorioso rompimiento de gloria el ejercicio de la crítica de cómics. Gracias a los críticos, a las revistas sobre historieta, aprendí a ser un lector hererogéneo, que cualquier tipo de cómic, por estilo, tema, latitud que ostente, puede ser interesante. Comprendí leyendo críticas que el entendimiento del cómic debe sostenerse en el conocimiento general (esto atenta contra el espíritu fandom o freak: la cultura es general, global, y alimenta al lector). En todos estos años he leído varias revistas sobre cómic (muchas las conservo, por cierto), y atesoro en el recuerdo muchísimas reseñas y estudios, frases sueltas incluso, que me han hecho pensar y de las que he aprendido.

Dylan Horroks inventó un mundo idílico para el cómic y la crítica de cómics (Hicksville, quizá algún día...)

No supongan mis lectores en esta arenga una entrega cuasi religiosa al mundo de la crítica periodística, sino la capacidad de comprender que puedo aprender algo leyendo a otros que escriban sobre cómics, que dos ven mejor que uno, que la historia secular (y más) del cómic siempre tiene huecos y que otros pueden cubrirlos. Que una mirada lúcida puede revelarme las bondades que se me ocultaban o las debilidades de una obra. Que la crítica es un colchón y un somier en los que siempre es bueno recostarse (pero no hundirse) para salir más sabio cimentando el propio criterio de cada cual. Por supuesto que no todas las plumas son garantes de calidad. Por supuesto. Labor de cada cual será entonces elegir fuentes: yo he desterrado de mi ‘reader’ numerosos blogs que he ido tanteando, por malos. Malos para mí. Y hay revistas que ni me molesto en ojear en la librería, es normal…

En fin, creo que queda clara mi carta de amor a la crítica, escrita en unos tiempos en que agrias polémicas parecen enturbiar este panorama, con un espectáculo de ofendidos y ofensores, chanzas internas, egos, chascarrillos, insultos, desprecios, enfrentamientos directos… los críticos son humanos, claro que sí, y el roce es consustancial a la humanidad. Y el indignarse, claro, también… pero los humanos sólo creceremos aceptando nuestros fallos, recomponiendo las cosas y mirando al futuro. El pozo de mierda que, tristemente, hemos aguantado estos días, las puñaladas directas o traperas, no me interesan.

Así que marcho con un consejo para quien lo quiera (es gratis y bienintencionado): si no hay difamación (por ejemplo, cuando te acusan falsamente de mentir o de estar vendido a una editorial, cosas así) no merece la pena desviarnos de nuestro trabajo, la noble promoción de aquello que algunos consideramos un arte y todos un maravilloso medio de expresión, con una capacidad para entretener y apasionar fuera de toda duda. Mantengamos un panorama crítico respetable, seamos un colectivo digno, cohesionado en lo que debe estarlo (la defensa del medio, el análisis de su actualidad sin personalismos) y sobrevolemos inteligente y elegantemente todo lo demás. Aceptemos la crítica personal como parte del juego, minimicemos su importancia, miremos meollos, contenidos y reflexiones, olvidemos el resto. Los que estamos por el oficio, en fin, hagamos la profesión más digna posible. Porque la meta, nuestra meta, es más noble que cuestiones personales.

Ala, me he quedao tan a gustito.

El pacto del letargo, de Miguelanxo Prado

Recientemente he publicado en Faro de Vigo una crítica a El pacto del letargo, el último libro de Miguelanxo Prado. Se ha publicado en el suplemento «El sábado», lo cual me encanta porque tiene lectores muy heterogéneos, pero como este es en blanco y negro creo que no merece la pena subir el pdf original (quieras que no, en pantalla un pantallazo de un diario en B/N no luce) sino el texto original, que amplío brevemente.

El pacto del letargo, la nueva obra de Miguelanxo Prado

El Premio Nacional del cómic Miguelanxo Prado retorna con un nuevo trabajo que, una vez más, supone un giro del volante.

Si algo ha definido a Miguelanxo Prado es la inquietud de su espíritu, su constante búsqueda de nuevos lugares a los que acudir con cada nueva obra dentro de un tono general 100% Prado. En este sentido su nuevo trabajo va a suponer, posiblemente, aquella obra que más abanico de edades puede abarcar, dentro de su producción. Podríamos decir que frente a sus últimas novelas gráficas (como la crítica social de Presas fáciles, claramente para lectores adultos), El pacto del letargo es un álbum tan atractivo para un adolescente de la E.S.O. como para el seguidor de toda la vida del autor. Es una virtud que no buscaban libros pretendidamente tan profundos como Ardalén, por ejemplo, centrado en una historia madura para lectores igualmente maduros sobre la vejez, la memoria, el tiempo, la realidad…
Ahora hablamos de un relato donde el resurgimiento de la magia y los poderes arcanos o feéricos de un tiempo mitológico generan una historia tensa de intrigas entre anticuarios, coleccionistas, arqueólogos del departamento universitario de turno y personajes que “algo saben” sobre un misterioso triskel. Triskel que es objeto de la codicia de criaturas demoníacas y élficas en su deseo de volver a caminar la Tierra… una idea que aproxima al mundo a un caos nuevo (no necesariamente “malo”, pero eso habrá que descubrirlo en la trilogía). Un argumento entre lo manido y la colisión de dos fórmulas genéricas (fantastique o incluso realismo mágico, y el thriller, incluso el de esa variante de thriller académico en que eruditos desentrañan amenazantes misterios, logias y cosas en cuadros de Da Vinci, si me apuras…), que pese a no suponer ni pretender una renovación de nada, es una lectura ligera con, porqué no, intersantes posibilidades como objeto de deseo para Netflix. Esto es, una trama bien armada, para todos os públicos, que salta entre géneros (algo que gusta mucho a la moderna narrativa popular) y que ofrece discursos sobre el dominio de una civilización prosaica sobre una forma mágica de entender el mundo, o sobre la importancia del patrimonio material y las especulaciones academicistas con dicho patrimonio.

Podemos decir que Prado con este libro (lo dicho: primero de una trilogía) está creando su propio The Sandman (Neil Gaiman y vvaa), si se permiten comparaciones un poco epatantes: una aproximación muy personal a lo mágico y al fantastique, que además es algo totalmente enraizado en el acervo popular gallego.

Lo gallego, como signo de una identidad, es algo muy presente en toda la obra del autor de Trazo de tiza pero quizá nunca con tanta fuerza como en este nuevo relato, pues Galicia es tierra abonada para temas de magia, fuerzas telúricas, poderes del más allá y objetos de poder.

Una historia bien engarzada (destacando sus numerosos saltos en el tiempo y el espacio, bien templados), con personajes más o menos tópicos pero tratados con una suave pátina de humor… o mejor dicho, de retranca (los dos matones de gatillo ligero me recuerdan a los ya míticos sicarios de segunda que Frank Miller suele usar en sus obras), y un cómic con, como decía antes, potencial para atraer desde un rango de edad de, digamos, la pre adolescencia, hasta el momento en que uno pierda las ganas de ver el mundo como un cuento mágico, maravilloso y algo siniestro.

Es importante hacer notar lo que para mí es lo más destacado en El pacto del letargo: la vuelta por parte del autor a un estilo de dibujo aligerado (que no descuidado, ni de lejísimos, vamos) ofrece una viveza casi positiva, incluso en los momentos siniestros el trazo del autor airea la narración, la refresca. Casi tanto como el color, siempre magistral en Prado. Incluso por primera vez en mucho tiempo, el autor ha optado por no colorear las calles entre viñetas, intuyo que en esa búsqueda de una plasmación visual limpia. Por decirlo con ejemplos, Prado se aleja del estilo recargado, pantanoso incluso de Ardalén y e acerca al trazo caricaturesco y ágil de Quotidianía delirante… y le sienta muy bien a la historia

Una historia narrada con una planificación de la página, como es habitual en el autor de Stratos, elegante y cuidada, sin estridencias, de esas que llamamos «invisibles».

Y bueno, barramos para casa. Me encanta identificar esquinas y plazas del Casco Vello de Santiago de Compostela en las páginas de este libro. Libro, por último, que se edita en castellano por Norma y en gallego por Retranca Editorial (c9n numerosos extras).

Ocultos, de Laura Pérez

Interesantísimo. El texto sobre el tebeo lo publiqué primero en Faro de Vigo. Clic en la imagen para leer la crítica.

SABRINA, de Nick Drnaso

¿Mejor cómic editado en España en 2019? Por ahí anda la cosa… clic en la imagen para leer la crítica.

Ana Galvañ revoluciona la historia del cartelismo del Salón del cómic de Barcelona.

El cartel de Comic Barcelona de Ana Galvañ me encanta. ¡Dentro hilo!:D  

  • Sugiere un cambio interesante, incluso necesario, a la dirección del Salón del Cómic de Barcelona, que ya el año pasado se empezó a intuir y que espero esta edición se materialice, y que pasa por la proclama «Menos robots y más cómics». Esto es, dejar de lado lo transversal como motor de captación del interés mass media, para volver a focalizar en el cómic. El cómic como arte diverso, sin cánones estrechos y cerriles. Hay muchos cómics y pueden estar en Barcelona. Bienveniod el atrezzo, sean robots, una actuación de La Fura dels Baus, una exposición de tanques o pin ups de cartón piedra, pero como el extra, la salsa.
  • Estéticamente el cartel se mueve entre el clasicismo de Josst Swarte y el nuevo cómic contemporáneo, escuela Jesse Jacobs. Y por supuesto se mueve dentro del estilo consolidado de su creadora. Porque es de una autora consolidadísima ya, Ana Galvañ. Lo digo porque he leído comentarios que reconocen no tener ni idea de quién ha creado el cartel del evento más importante del mundo del cómic en España, y creo que estaremos todos de acuerdo en que el Saló no va a contratar a un pequeño e incipiente fanzinero semidesconocido para crear su cartel, por bueno que sea ese autor/a (por cierto, Gerardo Vilches y servidor entrevistamos a esta autora en CuCo 10, os recomiendo la entrevista). Nadie lo sabe todo, lo bonito es descubrir cosas nuevas («Algunas de estas cosas no estarían mal, quiero probar algo nuevo»). El trabajo de Galvañ puede gustar o no, pero su propuesta estética no es inédita en el mundo del cómic: el medio abunda en ejemplos, de Polly and her pals a Arsène Schrauwen, obras separadas por una vida entera que participan de búsquedas ajenas a la vía naturalista-decimonónica. Imágenes: Sterrett, Schrauwen, Galvañ.Todos somos amigos de Polly Porque el cómic, como todo arte, se asienta en búsquedas. El antiacademicismo es la constante del arte desde el siglo XVIII/XIX, si crees que el cómic es un arte, toma nota de ello.
  • Su propuesta iconográfica es renovadora de los lugares comunes. Acabemos de una santa vez con el amasijo de «personajes de ayer y de hoy de nuestros queridos tebeos»: ¡si veo un Supeman más en un cartel de un evento de cómics me hago monje tibetano! Muy al contrario, el de Galvañ reivindica:
    • La mujer dentro del medio,
    • la lectura de cómics como placer,
    • el acto creador en el cómic, ese acto tan puro y simple que nace de un papel blanco y un estuche de lápices (con lápices, claro).
  • Por cierto, la estética del cartel NO es algo experimental e ilegible, domina hoy día la publicidad, el cartelismo, los dibujos animados de nuestors hijos…
  • Se escuchan críticas. Es lícito que el cartel no guste. No lo es tanto… lo de siempre, usar tus gustos personales como piedra de catapulta (desde la ignorancia) contra un autor, contra otro salón/evento, contra una línea de historieta con la que no comulgas, contra lectores de esa «otra línea» (que además muchas veces leen y aprecian también esos cómics que los cerriles señalan como el canon inamovible y Verdadero). Pero ¿sabéis qué? Me he cansado de meter hastags y palabras en el buscador para leer opiniones sobre el cartel de Ana Galvañ, y son ABRUMADORAMENTE POSITIVAS. Y me alegro mucho. Así que no hagamos una montaña de un grano de pus.
  • Por todo ello enhorabuena a Galvañ y a un Comic Barcelona que equivocado o no, demuestra que quiere moverse, avanzar, evolucionar. No estancarse. Por primera vez en muchos años tengo ganas de conocer este «nuevo» Salón, nuevo hasta en su nomenclaruta.

La independencia

Hace poco escuché al responsable de un medio de divulgación digamos cultural hinchar el buche alegando su independencia por no aceptar servicios de prensa (a partir de aquí, SdP). No era un medio de cómics. No era, tampoco,  un medio profesional.

Me parece un pésimo enfoque, debería entenderse que el SdP, como el «pase de prensa» en otras disciplinas, supone sencillamente la profesionalización de los medios en su relación con los mass media. De los medios, no digo siquiera de la crítica.
En el sector de la historieta es muy habitual leer que los cómics gratis son algo así como la prueba irrefutable de la falta de crítica. Esta postura me parece cuanto menos poco cabal. Es similar a decir que la crítica que se emita sobre las películas de estreno en el festival de Cannes por toda la prensa especializada no sirve de nada, porque la hacen señores que no solo no pagan por su entrada, sino que le proporcionan entradas vip y aún encima cobran por todo esto. O que un crítico de música carece de independencia crítica por el hecho de que los discos y los festivales le son proporcionados sin coste alguno, y no paga por su consumo. ¡En realidad, solo faltaría!
Yo francamente pienso que el vínculo es necesario, y es más, el editor no debe reclamar… no diré la crítica positiva: no debe reclamar ni la propia crítica explícita de la obra servida en SdP. Que el crítico profesional esté informado del modo más global sirve para numerosas cosas, algunas directas (cuando sí se critica ese cómic concreto que llega por SdP) y otras más indirectas. Por así decirlo, ese montante es el plancton de conocimiento global del mercado, también para acciones indirectas como votaciones en medios/festivales como jurado (se me ocurre en caliente), textos de encargo que a veces pueden girar alrededor de un tema, un género etc. Y sirve en definitiva para tener una panorámica lo más amplia del sector. Esto es: que el editor cuide y dé la importancia justa a dar el acceso debido a la obra editada, permite una crítica más global y otorga mejor perspectiva general al crítico profesional. Será entonces labor del editor (y/o del autor) ponderar qué críticos y medios incluir en su lista de SdP (según los medios para los que el crítico escriba, o sencillamente porque considera la calidad de su trabajo óptima). Y pienso que ese el el único camino para la objetividad real, el conocimiento profundo del medio sobre el que se trabaja. Un conocimiento que no se ciñe evidentemente a los servicios de prensa, pero que estos no emborronan, sino todo lo contrario, ayudan a enfocar el panorama (al menos, el panorama nacional).

Otro tema es el amiguismo, el círculo estrecho que evidentemente existe en un sector tan pequeño como el del cómic, entre periodistas, críticos, editores y autores. Existe esa cercanía y cordialidad (y punto, no nos pasemos, no nos vamos de despedida de soltero a Las Vegas) y negarlo es falsear el panorama. Pero de ahí a sacar el silogismo de que el roce hace el cariño y nubla la crítica negativa para evitar encontronazos, media un abismo. Para empezar creo que la crítica negativa no se tiene que dar en cualquier medio, sino en el medio especializado (o en un medio cultural en el que cabe una sección fija con batería de reseñas, cuanto menos). Máxime cuando estamos, dicen, en una tormenta perfecta. Personalmente escribo en prensa generalista para apoyar, para animar a la compra de obras que me parecen interesantes, defendibles. No veo útil dedicar 900 palabras a poner a caldo el último cómic de nadie en un diario. Eso lo concibo para la revista especializada periódica.

De todos modos, la crítica y la cercanía del crítico con el autor son dos espacios en los que la intersección, si somos cabales y maduros, no debería darse. Uno puede llevarse bien con autores o/y editores. Y recibir de todos ellos obras «por la cara» (no, por la cara no, escribir una reseña para un medio no es hacerse una manuela: da trabajo, consume tiempo, horas, requiere destreza, conocimiento del medio que abonas con lecturas teóricas, no solo con lectura directa de cómics). Ese roce es bueno, fiabiliza el criterio del crítico al aportarle más «armas» para su labor, al margen de sus compras personales, sus filias y sus gustos subjetivos. Incluso el crítico tiene con esta cercanía la oportunidad de saber de primera mano cuestiones de la obra que se va a reseñar y que por otros medios no están al alcance del crítico. Así su trabajo será mejor, más exacto. Pero la idea, muy extendida, de que por proximidad con autores y editores se pierde perspectiva y objetividad «por roce» me parece errónea. El criterio se demuestra en el ejercicio de la crítica, en el texto que el crítico entrega/publica. En el análisis. Que además no es palabra de Dios te adoramos Señor: cuando uno analiza está siendo testigo de su propio momento. Uno, tiempo más tarde, puede variar su análisis a la luz de nuevas reflexiones, datos… ¡no pasa nada, solo es una crítica! Alguien me dijo hace tiempo que la crítica es un acto de valentía porque te expone. No le quito razón. Expone un momento personal, tu estado, tu capacidad y tu manera de ver el mundo en un momento concreto. Te exhibe en ese sentido, y es muy normal que todos los críticos sintamos pudor al releer nuestro trabajo de hace años. No porque seas amigo o enemigo del autor o porque ese libro se te lo cediese el editor en SdP. Sentimos pudor porque nos recordamos y hemos cambiado -adquiriendo más conocimientos o destrezas, sería lo deseable.

Lo importante en la crítica, por tanto, es el fundamento, la chicha vertida.
Hoy es muy habitual ver a youtubbers deshaciéndose en elogios con total ausencia de análisis. «Es increíble, es una maravilla, me encanta su dibujo, una pasada, es el/la mejor, ¡un clásico!…». Eso es lo que la crítica debe evitar: sea positiva, negativa o intermedia (porque a veces, ¡oh! una obra ofrece bondades y también cartilla de haberes, así es el arte), un buen texto crítico debe aportar un análisis que expone nuestra mirada en tiempo presente. Análisis más o menos profundo dependiendo del medio y la extensión y el target para el que escriba su texto -esto también es importante, el c´ritico escribe para un lector, no siempre universal y abstracto: no e slo mismo escribir para CuCo que para Magnet, para entendernos, tiuenes que variar el tono y el objetivo.
Solo en este término sirve de algo -o no- un texto crítico: si un autor es mi mejor amigo de infancia y me salvó la vida tres veces da lo mismo, importa tan poco como si he tenido mil cristos con él. Lo que importa está en el análisis que hago de su obra. En los razonamientos expuestos que llevan al «veredicto». ¿Qué importa si en el fondo me gusta o no una obra? Lo interesante será comprender el camino, las razones y el análisis que llevaron a esa conclusión. Si alabo una obra, ¿importa el grado de amistad o el servicio de prensa recibido, o lo fundamental está en el análisis, la propia crítica que os brindo, sus fundamentos? Es más, ¿alguien puede decirme qué libros he criticado con SdP y cuáles comprando yo el ejemplar en mi librería? Mil euros si aciertas diez casos.
Por tanto y volviendo al principio: que un medio se jacte de independiente por rechazar o no recibir servicio de prensa no va a afectar para nada mi mirada hacia el medio. Lo hace lo que diga, cómo razona, cómo se explica. Sea para elevar a los cielos o sea para derrumbar hasta el subsuelo. Cómo, porqué. La labor del crítico, por supuesto, debe ser enjuiciada, para eso se escribe (entre otras cosas), pero debe hacerse con los parámetros adecuados y de justicia. Enjuiciar un portal de crítica porque recibe o no SdP no es el baremo. Opino.