Mariscalada (reflexiones de otras cosas)

No había hablado del cartel de Mariscal hasta hoy y va siendo hora de pronunciarme.

No, es broma, que ya os veo las caras, qué coño me voy a pronunciar a estas alturas, qué cansinez… pero sí me ha interesado en medio del tsunami una frase (no recuerdo de quién, la copié pero no su autor, lo siento): «Mariscal es muy conocido pero en el mundo del cómic no se asocia al mainstream«.
En esta suerte de contradicción hay mucha y desgraciada verdad. Y si la cultura del cómic sigue escindida de la cultura global, el cómic seguirá siendo el referente de 3ª. La novela gráfica (o si lo prefieres, vamos por títulos sin etiquetas: Arrugas; María y yo; Las meninas; La grieta; Barcelona, los vagabundos de la chatarra; las obras de Moderna de Pueblo…) ha roto esto, creo. Ha aportado nuevos lectores que no son «mundo del cómic».
Pues quizá entonces ahora es el momento de reimplementar la cultura histórica del cómic a esa nueva generación, divulgar la tradición del medio para que se sepa de dónde vienen las cosas, que hay un legado admirable (propio de un lugar, tiempo y circunstancias) que se llama historia del cómic (nacional e internacional).
Y también puede ser buen momento para combatir contra la idea de que el lector de cómics, como una tribu aborigen amazónica, sabe de unos usos (trepar altas palmeras sin ayuda externa a sus manos y pies) que el resto de la humanidad desconoce. Estamos en un buen momento, hay muchos tipos distintos de historieta y cada «estilo» consigue asentar su nicho de lectores, y hay que intentar que el cómic, sin etiquetas, sea aceptado y normalizado por todos de un modo transversal.
En esto creo que la solidificación de publicaciones teórico-divulgativas es importantísimo, y como hace poco ha censado Gerardo Vilches en Cactus, vivimos un momento de arrancada en esto también. Es importante traer la historia al presente, en libros que atraigan al lector moderno, consiguiendo licencias para reproducciones, atractivos al lector «de a pie». Por tanto, hablo de una literatura de divulgación, no solo de trabajos académicos que se quedan en un ámbito reducido, el estudio universitario… ese es otro tema también muy valorable y en auge.

Antoni Guiral, paladín de la divulgación histórica con fundamento

Creo que las cosas van funcionando paulatinamente bien, poco a poco, dentro de la miseria como negocio que hoy supone dedicarte al cómic y la dificultad marciana que conlleva rescatar obras del pasado por derechos, licencias etc. (campo en el que últimamente también ha habido esperanzadores movimientos, cuidado ahí). Han pasado años y sigo sin ver tormentas perfectas, más bien soy consciente de que mal-flotamos un Mar Muerto con exceso de sal que lo hace un hábitat, para la cultura en general y el cómic en particular, anecuménico. El cómic no es la fértil Babilonia con sus jardines colgantes, sus enhiestos zigurats, su compleja y estratificada sociedad próspera… el cómic es tribus nómadas sobreviviendo o prosperando en desiertos, es así. De hecho no hay «un cómic», nada tiene que ver Panini con Ediciones Valientes, soy consciente de que estoy reduciendo, ¡esto es un blog, una reflexión rápida! Pero creo que me entiendes, ese medio hostil en el que es duro desenvolverse, desarrollarse y crecer es un mal general que hay que asimilar a día de hoy: también al sector de los actores de cine, teatro, tv… no te quiero contar el gremio de bailarines, los escritores de poesía, o el de músicos de percusión, les va de puta madre. Pues va a ser que no: la cuestión es el papel de la cultura como generadora de trabajo y prestigio real en un país que valora más meter fábricas de motores Ford en sus ciudades que intensificar su actividad cultural.

Por tanto, sigamos construyendo, seamos salmones contra ríos adversos, insistamos, y de momento acabemos con esa dicotomía inicial, y aplaudamos la modestísima prosperidad de la línea editorial interesada en la divulgación del acervo del medio. Movámonos todos (críticos, autores, por supuesto editores, medios culturales, lectores de cómics…) para que esta línea de divulgación teórica e histórica llegue un poquito más allá de lo que lo haría con silencio  su alrededor. Es importante. También un día alguien decidió que enterrar un hueso, una semilla, y vigilar a ver qué pasa, fue un gesto humilde, pero menuda montó.
En novecientos siglos el homo sapien comicatus sólo leerá cómics, no tendrá otra actividad cultural, será nuestro momento y se conocerá la historia del medio sin separar «los lectores de cómics» del resto de la población. Os lo juro, lo veo con mi bola de cristal, pero será gracias a nosotros y a la actitud que decidamos tener: llorar, o plantar.

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