El cómic es un arte… pero bueno, da un poco igual

Esas cosas de las redes sociales. Resulta que parece ser que ayer fue el día del beso o una tontería así, y la gente en alardes de originalidad ha empezado a colgar «besos» en la red. Que está bien, mejor besos que culos, quizá… Como otras veces, me disponía a aprovechar la parida del día para hacer proselitismo con una historieta, y llego a la necesidad cascarrabias e imperiosa de hablar en este blog de algo evidente. Luego volveremos a la anécdota que lo origina todo pero ahora centrémonos un poco en cuestiones generales.
El cómic es un arte. No se si alguna vez lo he comentado por aquí. Pero lo es, tengo el convencimiento y evidentemente a estas alturas de la historia del medio quien piense lo contrario ya no solamente no tiene razón, si no que no tiene una base mínima. A mí no me gusta la zarzuela pero jamás pensaría que no tiene valores artísticos. Un arte puede gustar más o menos, pues claro. Pero si se es (por historia, por desarrollar una expresividad propia e intransferible, etc) pues no hay más que discutir. Ni es bueno o mejor, ni malo o peor ser o deja de ser algo artístico. Si acaso, merece la fidelidad, para reconocer una obra no hay que tergiversarla, hay que intentar conocerla en su pureza. Por eso es mejor ver una película en versión original que doblada, ¿no?.
Por otro lado, como producto industrial que también es, la historieta se ha visto sometida a caprichos tan delirantes como las ediciones Vértice en formato bolsillo, que es lo opuesto a no tergiversar un original. Para adentrarse en esa dimensión psicotrópicosomática de Vértice, os recomiendo leer este artículo simplemente maravilloso del Sr. Ausente.
Es así: las editoriales durante mucho tiempo no se paraban en pensar que tuvieran entre manos nada más que un producto-basura de entretenimiento pueril y de consumo rápido, sin importar si ese producto constituía un eslabón más en una larga tradición, si era un arte que hay que respetar. Ellos producían entretenimiento masivo y barato (low cost, se dice hoy). No se ponderaba la fidelidad al original ni el respeto al trabajo de los autores. Por ejemplo: un autor de cómics va a pensar muy bien la página que dibuja. Toda ella es un juego de equilibrios, narrativo y también estético. Es uno de los muchos elementos que deberían importar, y que hacen de la historieta algo único, y maravilloso porque no puede compararse con nada. Una muestra:

watchmen5-21
En estas dos páginas del famoso Watchmen, Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins orquestan un juego especular (y espectacular también), aplican un eje central (la separación de ambas páginas) para crear una serie de simetrías entre cada una de sus mitades.
Cuentan, para ello, con la doble pagina. Venías leyendo tan tranquilo tu tebeo y en un determinado momento (mitad del capítulo exacta) doblas la página y te topas con todo esto. El efecto es potente, sí, y evidentemente los autores contaban con ese «pase de página» y su efecto en la narración y sobre el lector.

De hecho en el comic book más comercial (piensa en Spiderman, Superman etc) los tebeos llevan en medio del cuaderno, por cualquier parte, páginas de publicidad. Estas se aprovechan o son contadas también a la hora de programar dobles páginas, por ejemplo. Y claro, hay que tenerlo en cuenta cuando se edita en castellano.
O te encuentras que esta magnífica escena de/con beso (sí, volvemos a la anécdota que origina este post)

swampthing34-2

…se convierte, en la edición «de lujo» en castellano -un grueso tomo de más de 400 páginas, que costó en su día 35 € en la edición de Planeta de 2010- en este despropósito:

swampcollage
No sé si el troceado, infame, es cosa de los autores en un ataque de dineritis para una edición de lujo. En Alan Moore, Stephen Bisette, John Totleben y Tatjana Wood (firmantes de este Swamp Thing #34 en 1985) me extrañaría mucho, y más conociendo la relación de Moore con la editorial DC. Intuyo que realmente debe ser cosa de DC Comics, que la editorial americana haya perpetrado semejante remontado con la edición en comic book para vender el tomo lujoso sin contar con las propiedades de la obra. Puede ser cosa de Planeta, en España.

En todo caso, y perdonando la expresión, menudo cagarro.

Bueno, el caso práctico me sirve para la reflexión obvia: que la historieta, si se la quiere como lo que es, un arte, debe ser respetada. Que un editor debe honrarla, mostrarla en toda su riqueza. Toda adaptación por modas (ah, esas «novelas gráficas» que no lo son realmente, esos álbumes europeos reducidos…) o por necesidad (la imposibilidad de recuperar color, por ejemplo) son heridas  a la obra original. A veces inevitables, otras, fácilmente subsanables.Es cuestión de tacto y de entender la historieta como yo, nada más.

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