Cultura e instituciones

Hace unos día participé en una mesa redonda sobre autoedición en la que saltó un tema sin duda interesante: las relaciones entre los estamentos oficiales culturales y la acción cultural independiente (¿independiente de qué? Fácil: sobre todo, de esponsorizaciones estamentales o comerciales). Cuestión planteada en el marco de No Tengo Mamá,  festival de artes visuales, un evento independiente ubicado en las calles que circundan un museo de arte contemporáneo vigués. Un museo que ha vencido la crisis de algún eventual cierre y que de cobrar entrada ha pasado, para “permeabilizarse” con la ciudadanía viguesa, a permitir el acceso gratuito a sus exposiciones. Nuevas crisis han dependido, claro, del apoyo institucional, que en algún momento también han casi-precipitado el cierre del centro. Su supervivencia durante años, entiendo, ha dependido por tanto hasta ahora del Ayuntamiento de Vigo dado que Diputación Provincial no gastaba un colín en dicho museo . Insisto en el tiempo verbal, pues el cambio de gobierno en Diputación en las últimas elecciones (antes, PP, ahora, BNG en acuerdo con el PSOE) ha traído este agosto nuevas al respecto.
Ved que no he hablado de contenidos del museo, ¡parece que son lo de menos!.
El MARCO de Vigo supone un paradigma de cultura dirigida por el estamento político clásico, una telaraña de tejemanejes donde su sostenimiento (apoyo institucional a un organismo cultural) depende de la visibilidad que proporciona el organismo y la renta a corto plazo, esto es, entendido como arma de debate en la próxima campaña electoral. También depende de las batallas por el desgaste político: si quien debe derivar pasta es del partido A pero el centro se ubica en un ayuntamiento gobernado por B, pues ya te imaginas… La realidad de un museo semejante en pleno centro de la ciudad convierte a este edificio (y tantos otros por toda España, claro) en un poderoso argumento político.
Por otro lado es indiscutible la necesidad de centros de esta índole, más o menos estamentales (como organismos externos mejor). Vamos, que no estoy en contra de una cultura sostenida políticamente, porque ello, bien entendido, supone que la sostenemos todos nosotros. Y la cultura es muy importante en una sociedad, es evidente. El problema es que no es así, si no “asá”. Y que además el hecho de que un centro de arte sea “gubernamental”, en la práctica puede separarlo de la acción popular. “Todo para el pueblo pero sin en pueblo”, decía el despotismo ilustrado. Y sí, en ocasiones parece que la cultura institucionalizada vive al margen de los movimientos culturales de base, los que se mueven sin ataduras (y mucho menos, ataduras políticas), y que solemos identificar con la autogestión cultural. Cualquier paseante por el festival de autoedición y artes visuales No tengo Mamá, en unas jornadas al aire libre y amenazadas por la lluvia, podía preguntarse de un modo natural porqué el museo de arte contemporáneo que la feria circunda no abría sus puertas y cedía espacios a un evento que podría ser hermano (muy pequeño, pero hermano) del propio museo, en tanto que evento artístico y contemporáneo. Tengo la impresión de que el espíritu de colaboración del MARCO con el «Mamá» se resume en un permiso para apostarse en sus alrededores y poco más. El año pasado asistí a Graf Madrid. Un evento autogestionado también, de creación, cómic de autor y fanzines, que se celebró en el marco del Museo ABC, donde además exponían Javier Olivares y Santiago García su trabajo para la novela gráfica Las meninas. Exposición que se combinó como parte de la programación de Graf al contar con el propio Olivares para hacer una visita guiada, durante las jornadas del festival. El ABC este 2015 vuelve a repetir colaboración con la organización de Graf, que volverá a celebrarse dentro de los muros del museo. De esto, y su importancia, ya hablé aquí. Es verdad que el Museo ABC es una institución no pública, una iniciativa del diario ABC, pero tiene un peso cultural claro. En Barcelona Graf se celebró el pasado mes de mayo en la Fàbrica de Creació de la Fabra i Coats, con una cesión de espacios a la organización de Graf. La Fabra es una vieja fábrica de los años 10 del siglo pasado, reconvertida en el siglo XXI en un espacio de creación artística gracias al Programa Fábricas de Creación impulsado por el ICUB (Institut de Cultura de Barcelona). Y pienso que aunque la colaboración fuese solo una simple cesión de espacios o un alquiler de los mismos es suficiente, tanto en el caso barcelonés como en el ABC. Porque tiene una significación social y política clave.

Entiendo también que algunos responsables de eventos culturales autogestionados (o personas involucradas en ellos) manifiesten posturas contrarias a la colaboración con este tipo de organismos desde posiciones, digamos, de radical autonomía: no quieren relacionarse más que con entes privados para organizarse (centros culturales alternativos con los que negociar el espacio de las actividades, cafés culturales que ceden su local…). Bien, me parece perfecto. Pero cuando la organización sí cree que una colaboración con un centro público puede convenirle, debería encontrarse una colaboración sincera (se materialice finalmente o no, hablo de actitud) y no reticencias y exigencias o llanamente un cortafuegos del tamaño de El Muro de Poniente.
A veces pienso que Galicia sigue un pasito por detrás, que aún pervive una concepción instrumental del poder que impide la sincera colaboración de órganos estamentales con iniciativas populares, aunque ambos remen teóricamente en pro de la actividad cultural. El utilitarismo es la raíz del mal, claro. Si un estamento político no advierte como rentable políticamente su apertura social más allá de autogestionar en sus instalaciones exposiciones populistas, el estamento no solo no colaborará, si no que obrará “sin el pueblo” (ya no hablamos de la concesión a empresas de servicios y tal).
Pero estas inercias pueden, deben romperse. Y es prioritario que sea cuanto antes. Me llamó la atención saber que durante el Viñetas desde o Atlántico/Autoban, el nuevo alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, se paseó e interesó (creo que hasta compró cómics en las librerías del Viñetas) por el salón dirigido por Miguelanxo Prado (ni idea de si se acercó a Autobán). Y en la charla en que tuve el gusto de participar en el Autobán estaba en el público Jose Manuel Sande, concejal de cultura coruñés que en twitter alabó públicamente el evento (“Actividade na Semana do Cómic por vía autoxestionaria (…) Parabéns pola iniciativa e a calidade da programación.”, escribió)
Supongo que estamos comenzando el camino de inversión en que nuestros representantes (singulares, órganos) terminen siendo eso, la visibilización del pulso de la calle. Pero mientras ese momento no llega (y si llega) hay que empecinarse en decirlo en todas partes: si la cultura estamental no colabora y sirve (gustosa, además) a la cultura privada seguiremos en una democracia de segunda: “El despotismo ilustrado es un concepto político que surge en la segunda mitad del siglo XVIII, que se enmarca dentro de las monarquías absolutas y que pertenece a los sistemas de gobierno del Antiguo Régimen Europeo (…) Los monarcas de esta doctrina contribuyeron al enriquecimiento de la cultura de sus países y adoptaron un discurso paternalista. También se le suele llamar despotismo benevolente o absolutismo ilustrado; y a quienes lo ejercen, dictador benevolente.” Lo dice la Wikipedia, no yo, ¿eh?. Pues no caigamos en eso.

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