MURDERABILIA, de Álvaro Ortiz

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Me interesa la carrera de Álvaro Ortiz, sobre todo desde que dio un salto del álbum infantil más o menos correcto a un mundo personal inserto en el panorama de la novela gráfica. Universo generacional y al tiempo propio, Cenizas supuso un arranque “de autor” que guarda aún paralelismos con historias previas infantiles (la búsqueda, por ejemplo, como motor del argumento y del devenir vital de los protagonistas).
Sin ser redondo, sí fue un cómic sorpresivo y muy bien armado, donde el dibujo depurado y la página, muy estudiada, ponían a Ortiz en mi punto de mira. En crecimiento y ya con muchas cosas muy buenas que se resumen en la más importante: personalidad.
Hace unos meses salió su nuevo trabajo, Murderabilia. No sorprende tanto porque, claro, no supone un salto. Seguimos en la novela gráfica más ortodoxa (esto es, preeminencia de lo autoral, el universo propio, en un relato cerrado y para lectores adultos) y supone un afianzamiento. El dibujo mejora, la técnica narrativa mejora (me gusta cómo el protagonista dialoga como el narrador, provocando varias rupturas de cuarta pared dentro de la narración sin despeinarse, provocando un uso del narrador en primera persona eficaz en un medio visual) y el relato gana matices, sobre todo por la zona de grises oscuros. Sin duda la idea del coleccionismo de souvenirs del mundo de los asesinatos es lo más atractivo de la obra, así como insertar este asunto en un lugar forestal muy lynchiano, también muy Perros de paja. Esto es, las referencias siguen, como las había en Cenizas, pero menos a flor de piel y más necesarias (crean atmósfera, dan el tono, son ganchos que como lectores recibimos como información necesaria para comprender el relato).
Pueden anotarse puntos débiles, sí, la fuerza del asunto del coleccionista como amistad peligrosa hace palidecer a los otros vectores de la narración. La relación del protagonista (sexual y afectiva) con una mujer del pueblo es casi secundaria aunque sea el detonante en la historia, y la descripción del lugar de la acción podría dar más de sí. Y el final me interesó bastante menos que el desarrollo de todo el entorno desasosegante que rodea al protagonista y su feeling con un tipo que se dedica a coleccionar objetos de asesinos en serie. Desarrollo además que crece poco a poco, sutilmente, y que, insisto, me parece lo mejor del relato.
Pero Murderabilia ofrece más cosas buenas, como un crecimiento en lo gráfico, más seguro que nunca, capaz de adaptar Ortiz su estilo gráfico a asuntos que parecen difíciles para ese dibujo naive, como los escarceos sexuales o los ambientes asfixiantes.

Anda Álvaro Ortiz ahora por Italia, trabajando en un cómic sobre el pintor Caravaggio. Huelga decir que me interesa mucho seguir la pista a ese cómic.

 

PD, Álvaro me brindó la oportunidad de estrenar una nueva sección en mi blog personal, El Octavio Pasajero, donde autores de cómic me ofrezcan playlists. La suya, «Murderabilia, bosques y penurias», es el complemento NECESARIO para la lectura del cómic (bueno, necesario… tampoco, era broma, pero sí, mola ese extra que os regala vía mi blog). Escúchala AQUÍ.

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