Ancho/estrecho

«pensó que iba a ver el tipo de pintura que se ve en todas partes, buena y mala, más mala que buena, pero no hostil a las buenas maneras artísticas, a la devoción a la forma, y el respeto a los maestros.» Louis Leroy «Exhibición de los Impresionistas,» 25 de Abril de 1874

El cómic es un arte. Eso es así como en toda forma de expresión que trasciende lo meramente artesanal. El cómic es una industria. Esto es así como lo es en el cine o en la literatura o en la música o en… bueno, en toda actividad artística. En lo que es la gran tarta del PIB de España, la posición de la industria del cómic es mínima, tanto que me parece risible pensar que «hay industria» en el sentido más capitalista del término, que es el que se tanteó (quizá con éxito… efímero) en los ochenta y desde luego se alcanzó sobradamente en la posguerra. Hoy el cómic en España no es eso. Si digo que es industria es porque se maneja y desenvuelve en un mundo industrial, capitalizado y que sin el poderoso parné no puede prosperar. Pero hay quien no ve que el nivel de prosperdidad de la historieta no podrá ser ni siquiera el de hace tres décadas. El cómic es un arte. Y como tal su camino pasa por investigar sus mecanismos expresivos, llevando las cosas más allá del punto en que se encontraban, como han hecho en su día Buñuel, Turner, Stravinsky, Henr Miller o Pollock. Me parece curioso que aquellas personas (no bandos, cada cual será dueño singular de su opinar público, supongo) que porfían por un mercado «industrial» en el sentido mass mediático, sean las que se obcecan en no ver la cualidad de arte del cómic, y reverenciar el pasado, como todos, ojo, pero abocando al medio al inmobilismo. Pasado que ya ha fallado, ya ha muerto, no podrá volver porque solo puede interesar a cuatro degustadores con nostalgia. En la «era whasapp/Wii-U/Spotify/HBO en streaming», nuestros queridos tebeos son el caviar de la pirámide alimenticia de la cultura. Una delicatessen antes que una droga masiva de toda una generación de coleccionistas bakalas adolescentes compulsivos (permitidme la broma, dejadlo el «coleccionistas compulsivos» si os ofende). Su camino entonces me parece otro, no «las masas» sino la visibilidad general. O generalista. Ampliar el espectro antes que el número, porque eso será bueno para ese número, claro, y para redefinir y consolidad el papel del cómic en la sociedad wi fi. Creo que en eso cada vez vamos mejor. Sin embargo, tenemos otra cuestión entre manos, cómo quienes quieren apostar por un arte más visible pretende atarlo a un canon férreo. Y desde esta vía, la de acudir al dicciopinta de la RAE como si fuese palabra de Yahveh, se desacredita no al cómic, sino a cualquier arte. Todo esto me ha venido así de sopapón, al volver a leer esta viñeta:

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Manel Fontdevila, No os indignéis tanto (Astiberri)

Manel diserta brillantemente sobre Georges Brassens en esta página, y cómo rompió moldes. Podemos aplicarlo a Picasso, a «Cabeza borradora» o a… bueno, a «Culto Charles». Yo no sé si bofetadas como el tebeo mencionado caerá en el pozo de los experimentos sin fundamento pero tengo dos cosas clarísimas.

  1. CIMOC fue una revista fantástica, me encantaba en 1988 y sus páginas atesoran tebeos maravillosos de su tiempo.
  2. Pero hoy solo pueden ser dos cosas: el modelo para un tebeo convencional (que debe existir, está bien, pero como arte ya no aportan nada al cómic, porque ya se han hecho inmejorablemente) o el puerto de montaña desde el que avanzar y seguir subiendo, a golpe de pedal (y tristemente, sabiendo que en el camino te lanzarán agua a la cara). Esto es, el pasado sobre el que seguir construyendo a base de hacer el sendero a transitar… más ancho.

No creo que volver a esto en 2014, en fin… cimoc97cimoc …pueda asegurar el futuro del cómic como arte aún habiendo sido el pasado y contener un buen montón de obras maestras (ya que como «Industria», con «I» mayúscula, sostengo que no volverá hasta que sobrevenga una tercera guerra mundial que acabe con la electricidad-para-todos). Y bueno, si me equivoco, como CIMOC me molaba un huevo, pues tan contento. O no. También tengo la impresión, conste, de que muy poca gente ve las cosas con reverencia hacia el retrovisor, y que el lector de cómics en general aprecia la investigación, la búsqueda y hasta el fallo, frente al inmobilismo, pero carezco de estudios estadísticos para asegurarlo… es un pensar en cosas, nada más.

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2 Comentarios Dejar comentario

  1. Ismamelón Sobrino. #

    Las páginas de Cimoc no «atesoran tebeos maravillosos de su tiempo», muy toreramente ‘atesorearearán’ historietas o, en caso de que esa palabra nos parezca algo feucha o carente de magnetismo, páginas de cómic.
    La última página de Buenos aires, la puta y el loco también habría servido para salpimentar el texto.

    • Octavio B. #

      tebeos/historeta/cómic, lo uso indistintamente.

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