CULTO CHARLES de José Ja Ja Ja.

cultocharles_portadaJosé Ja Ja Ja. Vale. Pues empezamos bien. ¿Quién es el loco que se bautiza artísticamente «Ja Ja Ja»?. Ni Alan Moore en medio de un sortilegio y bien puesto de LSD tiene los huevos.
En realidad es el mejor nombre posible para esconderse del mundo y crear uno a tu propia imagen y semejanza. José Quintanar ha decidido emplear el cómic para crear el suyo y enmascararse con un alias jocoso, pero su trabajo no es ninguna broma. Es algo muy serio.
Aunque fogueado en fanzines varios y en el en el colectivo Ultrarradio, yo lo conocí en «Terry», esa mina de la que hablaremos pronto (porque hablé en prensa, y eso ya se sabe, es volcado en este blog vago) y allí ya me impresionó mucho. Me dejó con la risa tonta, ja ja ja.
Y claro, me faltó tiempo para hacerme con Culto Charles, su primera obra larga para Fulgencio Pimentel a la que espero sigan como diez mil más. Porque con su marchamo bien rotundo de excepcionalidad y casi de marcianada, yo ya encajo este cómic en lo mejor de 2014.
Para empezar, goza de todo el atractivo editor de Fulgencio Pimentel, que se responsabilizan de este artefacto en comandita con el susodicho Ja Ja Ja (y podría ser que tras beberse unas buenas cervezas Salvaje, marca que el propio José Quintanar produce y distribuye junto con sus hermanos -los «Ja Ja Ja bros.», entonces-). La editorial describe el libro como «parcialmente intonso, con pliegue superior dentado y marcas de corte». Lo cual ya es una pirada de cuidado, pero que, seré caprichoso, yo veo totalmente lógica y en cierto modo como parte del discurso de Culto Charles. Porque este cómic que desafía a la historia de los cómics te pide un esfuerzo para asimilarlo. Qué digo para asimilarlo, ya simplemente para entrar en él. He aquí la enorme diferencia de la hisotrieta y, por ejemplo, la ilustración. Cada plancha de José es, como mera ilustración, un portento, embriaga o como dice la muchachada, mola. Pero leer esa página, ah, amigo… eso es otra cosa. Porque no viene con manual de istrucciones, y porque es algo (al menos en mi empírica experiecnia de lector de tebeos) muy novedoso o cuanto menos inusual.

José Ja Ja ja gusta de páginas orgánicas, enormes ilustraciones que escapan del modelo de viñetas para ofrecer un mural con reminiscencias al arte arqueológico (y seguramente a novísimos artistas…bueno, Picasso ya se miraba en el arte africano).

Culto versus Sumeria

El culto hoy, y el culto en Sumeria.

Escenas de espíritu mural, que se miran en la narratividad ancestral que impregna al arte en su historia, pero que no renuncian a ser cómic. Por eso no solo hay que poner en valor el discurso de la propia edición como ya hacemos arriba, sino que dentro del libro tenemos «páginas-tímpano» alucinantes, celosías de viñetas apelmazadas y escenas en clara secuencia temporal. Eso sí, todo atado con el espíritu libre de una ruptura radical y muy gozosa. Por otro lado no es una elección ociosa, la retícula y el orden obedecen a un estado (por lo general, de trauma), las escenas más alucinadas, a otro (de viaje, de trascendencia y delirio).

Una ruptura brutal que casi se escapa del corazón narrativo que le suponemos a los tebeos y sin embargo Culto Charles se lee, es narración, argumento, nos cuenta algo y ese algo no es nada baladí. Aunque nos lo cuente en… inglés. Nadie se asuste a estas alturas: asumamos su vocación internacional de producto de vanguardia y  avisemos de que emplea textos concisos (salvo la portada, que tampoco es ningún exceso), frases breves de lenguaje directo y sencillo. ¿Y además de epatar por cada esquina, qué nos cuenta el libro? Pues lo que cuenta es de traca. El culto Charles fue (o así nos lo cuela José, cual verdad verdadera) una secta fundada por el poeta A. S. Brandon en los años sesenta, que aseguraba la existencia de una pararrealidad superior a la que todos accedemos en ese instante en que antes de morir estamos entre la vida y su fin. Blanco y en botella, un brindis al suicidio.

Por tanto de lo que se habla es de la vida trascendente, de otra realidad posible, a medio camino del misterio de toda religión, la charlatanería sectaria y el discurso tácito sobre la sociedad que hemos creado, mediocre y escapista, con ansias de encontrar esa trascendencia que la vida real le ha escatimado. Todo muy de fondo, porque en primer plano solo tenemos hechos, muertes y ese tránsito en medio, alucinante, mural, cargado de humor (más o menos ácido) y de signos y símbolos. Se podría al respecto escribir mucho, pero solo quiero enumerar algunas imágenes que se me han clavado, y que el lector concluya qué demonios significan: muchos hombres obesos, cuerpos cortados en dos, jardines mozárabes, Cristos crucificados decapitados, barbas, batallas, peleas y deportes de grupo. Todo esto aparece en el delirium Charles, en las breves historias de diversos individuos que, poco antes de morir, acceden a esa otra realidad trascendente.

Mucho discurso, y contado con un estilo de línea clarísima, entre la cartografía y el proyecto arquitectónico que puede recordar a Miguel Calatayud o incluso a John Swarte y al loco de Shintaro Kago, si nos empecinamos en buscar referentes para asir algo. Yo solo diré a modo de cierre que si a alguien me recuerda, y como sucede con los autores poderosamente personales yúnicos, es a otro creador libre muy diferente (o no tanto, bueno…) a José Ja ja Ja: Gabriel Corbera. Espíritus inquietos de arte insobornable. Comprad su obra, hacedles ricos, se lo merecen.

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