TOREROMAUS, de Los Bravú

cubierta_dospags.inddEl caso de Los Bravú es una de esas cosas que pasan pocas veces, y merece la pena ser disfrutado: un work in progress que parten con muchísimo potencial. Son una pareja artística muy joven, que realmente están empezando, pero que lo hacen demostrando pasión y, lo mejor, un talento bruto y en bruto fascinante.
Si su anterior trabajo, un primerizo pero deslumbrante «Presentación, nudo, desenlace», en realidad se quedaba en «Presentación», con su búsqueda de estilos gráficos acuciante, pero también asombrosamente polimórfica y constatando un dominio técnico claro (procedente de las bellas artes pero muy consciente del medio cómic), ahora se adentran con Toreromaus en su propio «Nudo».
Y los nudos son muy fastidiosos, cuidado. Lazadas intrincadas que a menudo resultan imposibles de desatar, y atenazan. Pero no creo que sea el caso, porque Toreromaus es un paso significativo en esta búsqueda, ya que, aunque se sigue teniendo la sensación al leerlo de que Los Bravú siguen buscando antes que encontrándose, la verdad es que este camino de crecimiento es necesario en todo artista. Y en muy pocas obras (añadiremos Porto Louro con un primer capítulo avanzado en el recopilatorio «Terry», y un trabajo que está en la sala de montaje ahora mismo) esta búsqueda autoral ya ha demostrado lo más importante: personalidad.
El bagaje lo da la insistencia, el trabajo, la autocrítica constante. Y mientras, mola ver que entregan gansadas como esta curda fabulosa (o fabulesca), con meada al pie de estatua, cigarróns y «esqueletes» trasuntos de la misma Muerte. Es un universo quizá algo disclocado, con peligro de amaneramiento pero que nunca cae en él (espíritu cafre, ese invento), y que abreva de la tradición literaria gallega (en gallego y en castellano, hay tanto de A esmorga como del esperpento valleinclanesco, y mucho Castelao también, en estas páginas) y que tantea su propia voz. Pelea con los diálogos para conseguir cierto lirismo sin renunciar al acervo bandarra del borracho de tasca de «zona vella». Y divaga. Pero se le perdona a la obra si alguna vez te has agarrado una merluza del diez, estado en el que lo lineal es una quimera imposible.

Entre birli birloques en las soluciones gráficas y momentos de contención mínimal elogiables, este Toreromaus no es perfecto, ni de coña: se advierte ese sentido de práctica de campo, de algo inconcluso. Pero supongo que tambén la Sixtina tuvo que ser cimientos en origen…

Así que más allá de la boutade exagerada de mencionar a Buonarotti, significo que hay que seguir con mucha fe a Los Bravú, porque siendo unos recién llegados, viajar a su lado (al lado de su obra) me produce más excitación que recalar en muchas firmas que se dicen consolidadas y resultan lecturas aburridas.

Además han tendido la bendición del apadrinamiento más exquisito, una casa, Fulfgencio Pimentel, que cuida el detalle como nadie.

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