PLANETA TIERRA, de Aisha Franz

Prepublicado en Faro de Vigo

El costumbrismo, la introspección y un mundo “freak”.

Aisha Franz debuta en el mundo de la novela gráfica extensa con “Planeta Tierra”, una obra inesperadamente sólida sobre tres generaciones de mujeres.
PLANETA TIERRAAisha Franz es una autora alemana que ronda los treinta, y que debutó en el mundo de la historieta (tras foguearse en fanzines varios, incluido en español “Colibrí”) con “Planeta tierra”, editado aquí por La Cúpula. En 212 páginas de tamaño bolsillo (bolsillo grandote, de gabardina) la obra desgrana la vida de una familia sin figura masculina: una madre y dos hijas, una de ellas de apenas diez años, y la mayor está comenzando a descubrir la edad adulta y sus sinsabores. Adolescencia, lo llaman.

La madre es una mujer frustrada con su vida, que vive amargamente los recuerdos del pasado. La hija adolescente se enfrenta a la autoridad materna, como suele pasar, y descubre el amor, el deseo y el desamor, todo ese vendaval de emociones que atrapan más fuerte cuando menos preparado se está para enfrentarlas. Y la hija pequeña es una niña, juega, le gustan los globos y tiene un secreto. El relato avanza con su ritmo muy marcado, contemplativo, en una cadencia tranquila donde los acontecimientos se van desflorando en vez de estallar vertiginosamente. El estilo gráfico es casual pero de acabado delicado, que empapa en gris las pequeñas viñetas.

Hasta aquí lo normal en un relato “novela gráfica”, introspectivo y sensible. Para bien o para mal (si lo de uno es el reparto de galletas a doble página mientras enormes onomatopeyas omiten el fondo urbano de la acción, posiblemente este no será su cómic). Pero en Aisha Franz habita un espíritu freak, un ánimo autoral que aleja lo cotidiano de lo real y nos crea una sensación de extrañeza con la lectura. El secreto que esconde la pequeña de la casa es un extraterrestre. Real o imaginario, no queda del todo claro, pero físico en la narración, presente.

Lo fantástico irrumpe así en lo vulgar, y lo hace alejado de patrones previsibles. El alien aquí no es un encantador monstruito que llora por su casa y eleva bicicletas por los aires. Tampoco una amenaza palpable. Ni siquiera como hemos apuntado cabe la certeza de que sea real, y no una fantasía infantil. Es una presencia muda y quieta, un observador dócil pero que, como se deja intuir en uno de los mejores momentos del cómic, tiene pulsiones muy reconocibles.

Una de las buenas ideas de “Planeta Tierra” es que lo fantástico no capitalice el relato, sino que se manifiesta como un elemento de misterio y extrañeza elusivo, en el seno de una célula familiar entre lo común y un peldaño por debajo de lo común. Si bien no se trata de un grupo de seres mezquinos, sus vidas tristes y su infortunio tampoco obedecen a la mala suerte, sino a no saber capear tormentas. Esta novela gráfica trata antes de la pérdida personal que de otra cosa, y puede que su Alien (título original) permanezca mudo porque no entiende qué pasa en esa casa, porqué tanto dolor y tan poco cuajo para enfrentarlo o luchar por evitarlo.

Merece la pena adentrarse en este libro porque aunque no es una obra maestra sí resulta un debut muy personal, de una autora a seguir en el futuro.

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