BATTLING BOY, de Paul Pope

Nuevo superhéroe para la muchachada.

“Battling Boy” intenta recuperar, desde la libertad creativa de la novela gráfica, el sabor de los mejores tebeos de superhéroes.

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Se dice que el género de los tipos en pijamas coloridos que hacen justicia a sus anchas están en crisis. Su historia arrancó con Superman allá por 1938 y parece que ya todo ha sido contado. Más en un subgénero tan acotado. Pero por otro lado, las aventuras escapistas y frenéticas de Linterna Verde o los X-Men suponen un material tan idóneo para captar la pasión de lectores infantiles o adolescentes que es lógico pensar ¿por qué no seguir? ¿Por qué no refrescar ese legado? La cuestión es no hacer una papilla más, sino algo con personalidad.
Paul Pope es uno de los autores más destacados del panorama estadounidense. Su estilo gráfico es impactante y poderoso, y sus guiones suelen ser livianos pero eficaces. Y le gustan los superhéroes. Battling Boy es su nuevo cómic, y es, precisamente, de superhéroes. Lo es en todos los sentidos, una historia de iniciación donde el hijo de una especie de Thor moderno debe viajar a la tierra para culminar su tránsito de la adolescencia a la edad adulta. Ese paso consiste en enfrentarse a los peligros del mundo, monstruos imposibles y villanos malignos y sádicos. Tiene poderes para conseguirlo, pero aún no sabe usarlos demasiado bien. El tuétano d elo que hace que los superhéroes gusten está aquí, por tanto, pero filtrado por una suerte de steampunk. La estética se acerca más a Heavy metal que a DC, en fin, pero los mimbres están por debajo. Ahora, ¿funciona Battling Boy?
Cuando uno ya no tiene (ni nunca volverá a tener) catorce años y lee una obra pensada para esa edad le resulta muy difícil entrar el ella, porque, evidente, no es una narración pensada para él. Consecuentemente la distancia es inevitable. El Chico Batallador no consigue la empatía del lector si no se tiene la edad adecuada, pero esto no debe nublar el juicio. Es normal que, pongamos, un lector acostumbrado a Joe Sacco encuentre inane “Battling”, pero ¿debería ser de otro modo? Lo importante es ver que este cómic de dioses, monstruos y chicas “cool” hijas de superhéroes fallecidos mola.
Y “Battling Boy” efectivamente debería molar a, digamos, su target (perdón por el anglicismo), porque abreva de los clásicos, los mastica bien y factura un producto fresco que no inventa nada de nada pero lo presenta elegante y fresco. Y cada página, cada personaje y dialogo, está inteligentemente enfocado a un chaval o chavala que, se intuye, va a enamorarse de Battling o de Aurora (el superhéroe y la hija del superhéroe difunto, respectivamente), y sobre todo va a querer seguir leyendo las aventuras que a partir de este tomo puedan venir. Las próximas, por cierto, dedicadas a Aurora West, serán dibujadas por el gallego David Rubín.
Pero hay un problema. Uno que, nuevamente, nos pone en conflicto, el no ser este un tebeo para adultos, y serlo nosotros. Pope ha elegido un formato, de pequeño librito, para su obra. Y Penguin Random House lo ha editado miméticamente. Pero el dibujo de Pope es abigarrado, barroco, con un precioso y sabio contraste entre el vacío (ese algo nipón que desprenden a veces sus composiciones espartanas) y lo absolutamente recargado. Y no ha variado pese a la reducción de tamaño. “Battling Boy” es un desacierto formal porque pide, a gritos, un formato de álbum a la europea. Pero a la vez se intuye que la opción por el librito de tamaño bolsillo busca al joven lector a que se dirige, y ahí posiblemente esté acertado Pope. Hubiera sido el momento para tantear evoluciones formales, dejar que la forma final (rústica. 15 x 21 cm.) influyese en el estilo gráfico final, también.

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