COSMIC DRAGON de Carlos Vermut

El que fuera uno de los nuevos valores del tebeo nacional y hoy es uno de los cineastas de nueva generación más reconocido por su debut, vuelve, felizmente, a las viñetas en un tebeo de la colección Jaimito de ¡Caramba!. Un artefacto grapado que en realidad es una bomba de relojería.

Escudando su diletancia en la ruptura, mixtura y vejación de géneros «Cosmic Dragon» te noquea con una intensidad que no cabe en un libro de doscientas páginas. La brevedad se alía así al efecto bofetón, y viene a demostrar que el formato importa (aquí lo pop-trash, la cultura de deshecho que suele emparentarse al cómic-book) y que además puede ser utilizado de modos novedosos, invirtiendo términos, ofreciendo lo que no te esperas en el lugar en que «se supone». Se supone que un cómic de pequeño tamaño y pocas páginas no alberga sino un entretenimiento más o menos frugal, o un capítulo de un todo mayor. Se supone que el humor no hace daño, que hasta las más dura ofensa busca la sonrisa. Se supone que nuestros fetiches de infancia están para ser superados, no asimilados. Se suponen muchas cosas, pero «Cosmic Dragon» las desmonta con violencia intelectual (y argumental) y con un pulso certero.

El cómic es, en principio, una parodia de Bola de Dragón, Son Goku y todo ese universo que encandiló a una generación y media a principios de los noventa. Desde el formato (lo breve versus el tebeo-río que es Dragon Ball) ya se ironiza. Luego, claro, está toda una primera parte, hilarante desde las mismas guardas que incluyen la famosa letra de la canción de la serie original. Ya sabes: «¡Todos juntos! ¡todos juntos! lucharemos sin fin, por un mundo de amor» etc. Que sí, que no es eso, que se parece pero no… primera en la frente, y primer acierto. Aquí, antes de empezar la primera viñeta, hay ya un tono, un vacile, pero también un amor por el referente.

La parodia que será desintegrada

Aunque dado el giro que da todo a medio camino, la mera parodia pronto se ve superada. En «Cosmic Dragon» hay una conjunción imposible pero patente, un no-lugar donde colisionan el manga y el tebeo gafapasta, el underground más abrasivo y la comedia paródica, los rayos de poder y la escatología fresca. Y con todo esto Vermut nos sirve un potaje caliente (brrr… la grima la entenderán tras la lectura) que se cuestiona la utilidad de los corsés genéricos para demostrar que el espejo deformante y autoral es lo que va a hacer crecer al cómic como medio. Tirad con todo, reíros de los restos y recomponed algo nuevo, nos dice «Cosmic Dragon».

De momento, este tebeo demuestra que puede hacerse, y lo hace con un dibujo depurado (básico, pero expresivo, exagerado donde debe serlo y sintético donde se precisa), una paginación perfecta y un color pop, de tonos chillones, puros, sin matices (¡mueran los degradados infográficos!) que redondean una obra que, sí, va para mi hipotética lista de lo mejor de 2012.

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