Viñeta aislada de Justin Green

El autor de «Binky Brown conoce a la Virgen María«, obra de los primeros setenta, es un dibujante poco virtuoso pero un interesante narrador, y en no pocas ocasiones, un aventurado buscador de recursos narrativos para el cómic. Muchas veces recurre a curiosas maneras de narrar en imágenes que convierten la página o una secuencia de viñetas en algo muy distinto a la mera y fría planificación cinematográfica (que es el modo de narrar más habitual en el cómic moderno, al menos hasta hoy).

Conforme me hago viejuno este tipo de cosas, el buscar modos propios e intrasferibles, es lo que más me interesa, grosso modo, del mundo del cómic. Si hace un tiempo me obsesionaba encontrar un tipo de historieta que me proporcionase una lectura plenamente adulta (hoy simplemente eso es lo que busco como lectura porque es lo que corresponde a mis canas, punto), o si de joven ‘me podía’ un tipo de cómic que se escora hacia lo pictórico como forma de auto reivindicación (de Breccia a Muth), hoy veo en pequeños ardides, como los que os presento en la viñeta de abajo, los verdaderos momentos de alegría comiquera.

«Binky Brown conoce a la Virgen María», ediciones La Cúpula, pag. 15

«Binky Brown conoce a la Virgen María» es una historia de la que hablé aquí, así que recomiendo, si no se conoce nada de la misma, pasarse por el enlace y leer el artículo, para entender de qué va. ¿Ya? Bien, proseguimos 🙂

Aunque hay muchos ejemplos de inventiva e imaginación narradora en este cómic, sobre todo conforme los delirios patológicos se hacen con el protagonista del mismo, esta sencilla viñeta fue de las que más me ha cautivado. Porque la imagen es tan expresiva que en ella conviven el acierto y, quizá, el fracaso. Bueno, no, porque el tono general narrativo, tipo parábola, con abundantes textos de apoyo, es el que conduce toda la obra, pero… la ilustración aquí es tan expresva que podría prescindirse del texto. Me refiero al encuadre, con todos los elementos dirigiéndonos a la figura femenina sobre el pedestal (la mirada de Binky, las líneas del suelo, techo y ventana…),  y sobre todo algo tan sencillo como desdibujar todo lo que no supone experiencia intensa y subjetiva. Binky obsesionado con la chica de sus sueños. El resto del universo (la gente, hasta cuatro personas) no interesan, y se retratan en gris, desdibujados.

Es más, me atrevo a decir que en esta viñeta se sugiere una sutil afrenta a lo religioso, quizá velada pero cierta. La figura de la monja, única que posa frontalmente y hasta parece mirar al lector, no deja de evocar a la de la Virgen María a la que Brown invoca contínuamente (incluso en el ejemplo es citada), pero… también está desdibujada, ninguneada. La Virgen, entonces, pasa a ser algo secundario. Lo que el joven eleva siempre al altar, sea una estudiante o una imagen mariana de su parroquia, no tiene nada que ver con el espíritu, nos expresa la viñeta… sino con la carne más turgente y con el deseo sexual. Así, con una imagen y recursos visuales, Green nos narra la verdad tras los hechos que nos relata. Binky es pacato, reza a la Virgen y sufre por las tentaciones de la carne… pero la viñeta revela la realidad: es un salido, nada más. Y lo será, hasta niveles enfermizos.

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