La vida, sobre todo en política, nos da sorpresas, situaciones curiosamente equivalentes en estadios distintos. En el PSOE sabían que las cosas en el PSM no iban bien, que las encuestas y los sondeos sobre intención de voto arrojaban perspectivas malas, las peores imaginables, y además se cruzaban dudas y sospechas sobre un tranvía llamado deseo, el de Parla, el sobre coste del mismo y otras presunciones de riesgo para afrontar con garantías una campaña electoral. Pero esperaron a última hora para quitar a Tomás Gómez de la Secretaría General del PSM, y en consecuencia, despojarle de la candidatura a la Comunidad de Madrid. Tardaron mucho tiempo en tomar la decisión, incluso esperaron a que se le hubiera proclamado candidato, aunque puede también que llevaran mucho tiempo pidiéndole que se retirara voluntariamente, y que éste se negara repetidamente a hacerlo, hasta que optaron por la vía rápida del despido procedente.
En la acera de enfrente, en el PP, sabían desde hace mucho tiempo el asunto del ático de Marbella de Ignacio González y la repercusión que podría tener en la campaña electoral, alentada por una ofensiva mediática, apoyada con fuego amigo, además de discrepancias de González con el Gobierno de Mariano Rajoy en materia de financiación autonómica y similares. Pero también el PP ha esperado hasta última hora para apartarle de la candidatura a la Comunidad. Gómez-González, dos almas gemelas que han pasado por la misma situación, y todo les ha ocurrido a última hora, cuando peor se lleva el que te eliminen de un plumazo, que sospechen de cuestiones sin certeza oficial, y se pase de ser amigos íntimos a convertirse en amistades peligrosas. G+G (Gómez y González), en parecida situación.
