Un gimnasio en el metro

Un metro escaso, puede ser 97 centímetros como valor métrico. Algo parecido, por escaso, era el Metro de Madrid en la década de los 60-70. Muy exiguo para la demanda, lo que obligaba a viajar como sardinas en lata, muy juntitos. Lo positivo de tales estrecheses, es que se podía hacer gimnasia en los vagones: paralelas, o cómo agarrarse fuerte a las barras, con el fin de protegerse de frenazos y empujones; contorsionismo, para poder adaptarse a posiciones imposibles; pesas, para levantar y mantener a pulso bolsos y paquetes, y aislarlos de los bajos fondos poblados de arramblistas; y sauna, sudores en invierno por las apreturas, y también en el estío madrileño, por la ausencia de aire acondicionado. Ahora va a haber un gimnasio de verdad en una estación, concretamente en la de Nuevos Ministerios. Y publicidad en los túneles, para que la oscuridad sea susceptible de explotación comercial, y los recorridos se nos hagan más amenos. El Metro de Madrid se moderniza, no sólo en el aspecto tecnológico y de confort, sino en dotaciones y equipamientos en los vestíbulos de las estaciones, lo que le convierte en una referencia para otras ciudades del mundo, en un modelo que ya ha sido copiado en otras grandes urbes, con gimnasio a un «metro» del viajero.

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