De infección y corrupción

Este país está pasando por una crisis que produce un evidente estado de inquietud, con serias posibilidades de contagio en dos aspectos muy distintos: uno que tiene que ver con la salud pública, y el otro, con la salubridad económica. Son: infección y corrupción.

Infección, provocada por el virus letal de ébola, que nada más aparecer un caso de contagio en Madrid, se ha manifestado con dos cepas altamente preocupantes; una, la más agresiva, que ha provocado reacciones políticas, con resultado de estado grave de irresponsabilidad, demostrando que cuando al país le entran picores en su piel de toro, hay quien sale rápida y espontáneamente para rascar e incentivar esos picores, disfrutando de cómo el contrario se desespera. Una oposición oportunista, una desgraciada auxiliar de enfermería que se contagia, y que por no declarar su contacto con un enfermo de ébola, pudo haber contagiado a más gente, y un perro, el de la víctima, que se convierte en el centro de la noticia, porque cabalmente se entiende que debe sacrificado para evitar problemas mayores.

Corrupción, por el contagio de tarjetas negras de Caja Madrid; negras por una cara, y de todos los colores políticos y sindicales por la otra. Aquí no hay diferencia de clases: políticos de todos los partidos, sindicalistas de los principales sindicatos y empresarios de postín. Todos unidos en la chollo-tarjeta común del gratis total. A quien no quiere llamarle corrupción, porque no parece muy ortodoxo, pero es lo que más se le parece.
Infección y corrupción. Pongamos que hablo de España.

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