Tengo una cabezonada

Para optar a la Olimpiada de 2016 teníamos una corazonada, pero en Copenhague se nos paró el corazón. Ahora, para 2020 lo que tenemos es una cabezonada. Tiramos de refrán de andar por casa: «No hay dos sin tres»; «A la tercera va la vencida»… Tuvimos una corazonada, un pálpito, y si embargo Río de Janeiro se llevó los Juegos de 2016. Pero somos tozudos, inasequibles al desaliento, perseverantes, y porque tenemos una cabezonada, confiamos en que la suerte caiga del lado de Madrid, para que a la tercera intentona consecutiva seamos ciudad olímpica, a largo plazo, allá por 2020, cuando todos seamos once años más viejos: Gallardón tendrá 62 años; Aguirre, 68; Rajoy, 65, Rubalcaba, 69, y el rey don Juan Carlos, 82. Para entonces, los olímpicos de hoy serán en algunos casos «viejas glorias» del deporte, pero habrá merecido la pena insistir hasta vencer. Conseguiremos la Olimpiada por pesados, por tener fe a prueba de bombas, por creer que lo importante es participar.

El alcalde ha buscado el consenso de todos los grupos políticos para formalizar nueva candidatura. Izquierda Unida reflexiona y puede que se abstenga; UPyD ya lo tiene decidido y votará en contra. Todos son conscientes de las grandes dificultades económicas por las que atraviesa España y que encontrar el nivel y calidad de patrocinadores de anteriores candidaturas, se antoja difícil por culpa de la crisis. La gran ventaja de Madrid es que tiene ya ejecutadas la mayor parte de las infraestructuras olímpicas. A pesar de ello, se exige un esfuerzo económico importante. Si para 2012 teníamos una ilusión y para 2016 una corazonada, ahora, para 2020 lo único que tenemos es una cabezonada.

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