Un banco público

No me canso de repetirlo: cuanto más aceleran, más calentitos se ponen. A medida que se avanza hacia el 22-M, los ánimos se encrespan, el verbo se aceda y la lengua se dispara en promesas. El último pleno celebrado en la Asamblea de Madrid, no respondió a lo que suele ser un pleno escoba de legislatura: palmaditas, buenos deseos, cordialidad institucional. Fue todo lo contrario, una sesión dura, a veces desagradable por el tono y las formas.

La portavoz socialista. Maru Menéndez, apuntó a las filas del PP cuando habló de escándalos, corrupciones y disputas internas, como si el PSOE estuviera libre de escándalos, corrupciones y qué vamos a contar de disputas internas. Marú sentenció que esta ha sido una legislatura perdida. Lo que se ha perdido en estos últimos cuatro años es una generación en edad laboral que no ha encontrado trabajo y otra que ha sido despedida. En el calentón de pre campaña, el candidato del PSOE a la Comunidad, Tomás Gómez, afila sus uñas contra la banca, reitera que va poner impuestos a este sector, un canon por la apertura de cajeros que asomen sus pantallas a la vía pública y una propuesta estrella: la creación de un banco público, que de créditos a los emprendedores, que ayuda a los pequeños y medianos empresarios y que saque de más de un agobio económico a los más necesitados.

Está bien que se cree el banco Teresa de Calcuta, ahora sólo falta saber con qué fondos se nutre, quién pone el dinero, quién llena la caja fuerte cuando el sector público anda a la cuarta pregunta, famélico de recursos y necesitado de liquidez para atender los gastos corrientes de la administración.

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