PEREIRO Óscar

Confesión

Tras la entrevista de Oprah Winfrey a Lance Armstrong, parece que está cambiando la mayor fama a la que aspiran algunos ciclistas: ya no es tan memorable ganar un Tour como firmar después una confesión grandiosa. Algún exciclista incluso ofrece confesiones -o no- a cambio de un millón de euros. Cualquiera pensaría que esa oferta de confesión –o no- ya supone una confesión –o no-, que solo le falta la redención televisada, que es lo que rinde.

Óscar Pereiro, ganador del Tour de 2006 tras la descalificación de Floyd Landis por dopaje, dijo hace unos días: «No hay ninguna prueba de que yo me haya dopado. El día en que me paguen un millón de euros, como pagan a muchos, diré sí o no. No tengo por qué contestar a esa pregunta. Yo no me voy a exponer, voy a decir solo sí o no, pero con el dinero».

Cada uno a su nivel: si ganas un Tour, puedes pedir un millón de euros por confesar –o no-. Si te has quedado en amateur mediocre, como yo, confiesas gratis, por puro exhibicionismo y por seguir jugando a ciclista. Allá voy:

El primer café de mi vida me lo tomé con 18 años, como ciclista juvenil, por indicación de mi entrenador. Fue un poco antes de la contrarreloj de Liernia, una cronoescalada corta y explosiva, de apenas cuatro kilómetros, en la que –me dijo el entrenador- convenía salir con mucha rabia, a comerse la carretera. Me dio un vasito de plástico con café solo. Lo bebí de un trago, sentí asco, pero no me fue mal: subí desde Segura hasta Liernia en 7 minutos y 27 segundos y quedé cuarto.

Cronoescalada a Liernia, 1994

Cinco años más tarde, un chaval de Madrid corrió tres carreras con los juveniles guipuzcoanos, porque aquí había mucho nivel y era frecuente que los mejores ciclistas de otras tierras vinieran a zurrarse con nosotros. En la cronoescalada de Liernia aquel madrileño tardó 7 minutos y 24 segundos. Podéis ver su nombre en el séptimo puesto de esta clasificación:

Alberto Contador tenía entonces 17 años y competía contra ciclistas de 18, un salto que en esas edades se nota mucho. A su edad, digámoslo todo, yo no tardé 7’27” sino 7’47”. Yo me quedé en ciclista malo. Probé suerte en aficionados, me harté de ver culos y lo dejé.

Ahora, ay, soy incapaz de ponerme a escribir por las mañanas si no tomo mi café con leche.

*

Posdata: La carrera de Liernia tenía dos sectores: por la mañana una carrera corta, de 60 kilómetros con varias subidas y  final en el mismo alto. Los treinta primeros clasificados competían al mediodía en la cronoescalada. En la prueba en línea de 1999, como veis abajo, Contador quedó segundo, y mi hermano, sexto. Durante el caso del clembuterol, mi hermano tuvo ciertas esperanzas de que la UCI le otorgara el quinto puesto del sector en línea de la carrera de Liernia de 1999. No hubo suerte, pero es bonito quedar sexto. Tim Krabbé, en la novela El ciclista, cuenta que en los sprints masivos él solía entrar en sexta posición. Y habla de un ciclista mediocre al que le tenían tirria porque su especialidad consistía en esprintar por el sexto puesto cuando ya habían llegado a meta cinco escapados.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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