MAGRIS Claudio

Cómo mear en tres mares a la vez

Siento un aprecio especial por las personas que han descubierto con la lengua la constitución triple del plátano. Es decir: si muerdes una rodaja de plátano, te la metes en la boca y aprietas suavemente con la lengua justo en el centro de la rodaja, se dividirá en tres partes.

Quienes comen los plátanos con tenedor y cuchillo (!) destrozan las  delicadas atenciones de las plantas musáceas, que nos entregan sus frutos con un envoltorio idóneo para conservarlos, abrirlos y comerlos sin mancharnos. Aún peor: ignoran su secreta simetría.

Me comí un plátano en el Pico Tres Mares (2.175 m), sobre el circo cántabro de Brañavieja. Si una lengua colosal apretase esta cumbre hacia la profundidad de la tierra, del vértice se desgajarían tres enormes pedazos: la cuenca del Nansa, la del Pisuerga y la del Ebro. Es la Gran Montaña Plátano.

En esta cumbre, si has bebido mucho y te has aguantado las ganas como para acumular un chorro con cierta potencia, puedes cumplir una experiencia maravillosa: te pones a mear, vas girando sobre ti mismo y consigues que tus líquidos corporales lleguen a tres mares en un solo golpe de riñones. Por una ladera fluyen hacia el Nansa (que desemboca en el Cantábrico), por otra hacia el Pisuerga (que va al Duero y por tanto al Atlántico) y por otra hacia el Ebro (y así al Mediterráneo).

Porque el Ebro nace en las faldas de esta montaña, por mucho que un apunte de Plinio el Viejo, las jotas aragonesas y la conveniencia turística sitúen el nacedero oficial en Fontibre –Fontes Iberis-, abajo en el valle. En Fontibre brota un manantial muy coqueto, represado en un estanque, con su estatuilla de la Virgen del Pilar, su bosquecito, sus senderos, su restaurante y su oficina de turismo. A esa surgencia la llaman Nacedero del Ebro: tururú.

Al Ebro de Fontibre se le añade pronto el río Híjar. Pero el río Híjar viene desde más lejos y desde más arriba, viene desde Brañavieja. Ahí manan, aunque queden a desmano para el turista, las verdaderas fuentes del Ebro.

John Speke en las fuentes.

Claudio Magris cuenta en El Danubio cómo el sedimentólogo Amedeo busca la verdadera y definitiva fuente de aquel río. Sigue cauce arriba el último afluente, alcanza una pradera encharcada, remonta los hilos de agua que llegan allí y se encuentra con un caserío, que tiene un canalón del que mana un chorro permanente. El agua llega al canalón desde un lavadero, que se llena con un grifo que nadie consigue cerrar, conectado a una vieja tubería de plomo que viene bajo tierra quién sabe ya desde dónde.  “¿Y qué sucedería si cerraran ese grifo?”. Magris imagina Bratislava, Budapest y Belgrado secas, los objetos antiguos y las osamentas en el inmenso cauce del río vaciado.

J. y yo también fantaseamos con el alcance de un minúsculo acto nuestro para Logroño, Tudela, Zaragoza y Tortosa.

Meandro en el Ebro.

Saludos especiales a J. y N., buscadores de hirumugarrietas, laumugarrietas y trifinios.

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Kazetari alderraia naiz
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