Bolivia

Que las historias regresen

Salgo de viaje a Bolivia, para retomar algunas de las historias de hace dos años y para buscar otras nuevas.

También tengo presentes unas palabras de Domitila Barrios, la mujer de las minas bolivianas cuyo testimonio se recoge en el libro Si me permiten hablar, de la periodista Moema Viezzer (1977). En él, Domitila repasa la vida infame de las familias mineras en los años 60 y 70, con su ciclo de explotaciones, miserias, huelgas y masacres militares, incluidos algunos episodios personales de hambrunas, protestas, detenciones, torturas y asesinatos que ponen los pelos de punta. Su relato coincide con lo que vio y en parte también padeció el excepcional cura navarro Gregorio Iriarte, defensor de los derechos humanos en tiempos de dictaduras especialmente brutales, a quien espero visitar de nuevo.

Un año después de que se publicara Si me permiten hablar, en el prólogo a la segunda edición Domitila dijo estas palabras:

«He sido entrevistada por cientos de periodistas, de historiadores, de mucha gente que ha venido con televisiones, con películas, de diferentes partes del mundo a entrevistarme. Y vienen antropólogos, sociólogos, economistas, a visitar el país, a estudiar. Pero de todos esos materiales que se llevan son muy pocos los que han regresado al seno del pueblo. Yo quisiera pedir a aquella gente que quiere colaborar con nosotros que todo ese material que han llevado lo hagan volver a nosotros. Para que nos sirva al estudio de nuestra propia realidad. Las películas, los documentos, los estudios que se hagan sobre el pueblo boliviano deben regresar al pueblo boliviano para ser analizados críticamente (…), para que recojamos las experiencias, analicemos y notemos los errores que hemos cometido, para que podamos corregir esos errores y orientarnos mejor (…). Porque si no, seguimos igual y no hay un aporte que nos ayude a comprender mejor nuestra realidad y a solucionar nuestros problemas. Son muy pocos, son contados los trabajos que han servido a esto».

Cuántas veces entrevistamos a alguien, lo visitamos, usamos su tiempo, nos metemos en su vida, y luego ni siquiera le enseñamos lo que hemos hecho con su historia. Puede que por una barrera idiomática. Puede que por pereza o dejadez. O puede que sea porque el protagonista de un relato será su lector más exigente, es la persona con la que más responsabilidad tenemos, la que mejor puede criticarnos y desmontarnos la historia que a los demás lectores les parece estupenda, y su juicio nos da un cierto tembleque…

Si me permiten hablar se sigue vendiendo en quioscos y librerías de Bolivia un cuarto de siglo más tarde y es una obra imprescindible contra el olvido. Parece de justicia que las historias publicadas, si es posible, vuelvan a sus orígenes.

(Gure hitzak…).

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¿Es buena idea la colaboración con los mineritos?

Al divulgar la noticia de que hemos cubierto los gastos de la Escuela Robertito, me preguntan en Twitter: “¿No creéis que le estáis quitando trabajo al Gobierno?”.

Es una crítica razonable. Ahora hablo solo en mi nombre, pero las dudas sobre un proyecto de colaboración de este tipo, sobre los riesgos del asistencialismo, nos las planteamos Eider, Dani y yo desde el principio, nos las seguimos planteando, tenemos algunas inseguridades sobre cuál es la mejor manera de hacer algo valioso sin fomentar dependencias ni colaboraciones viciadas… pero tenemos la convicción de que tomamos una decisión correcta, que la idea es buena, y que incluso merece la pena pediros ayuda a amigos y conocidos. De todos modos, me parece muy interesante plantear la cuestión: ¿es buena idea organizar una ayuda como la que hemos montado para la escuela de los niños y las niñas de las minas de Potosí?

Vamos por partes. ¿Qué hace el Gobierno boliviano, que debería ser el principal responsable, con el asunto del trabajo infantil minero? Lo conté en el reportaje ‘Mineritos’: nada o casi nada. Entrevisté en La Paz a la directora del plan nacional para erradicar el trabajo infantil, que me explicó algunos cambios legales y algunos pequeños esfuerzos que empezaba a hacer el Gobierno (ella defendía que era la primera vez que un Gobierno prestaba alguna atención al caso). Bien: el Estado es muy débil, los bolivianos padecen carencias muy graves en la protección social más básica, y el caso de las familias mineras del Cerro Rico es extremo: a esas chabolas a 4.300 metros de altitud, el Estado ni se arrima. El problema de fondo es la pobreza de Bolivia –producto, sobre todo, de una historia de injusticias brutales-, una pobreza en cuyo último eslabón están los menores que se ven obligados a trabajar en la mina para que su familia no muera de hambre. En los últimos años, una cierta bonanza económica y una redistribución más justa de los recursos han hecho que los indicativos sociales de Bolivia hayan mejorado bastante. Incluso parece que el país va encaminado para cumplir muchos de los Objetivos del Milenio fijados por la ONU para el 2015. Ese es el camino para solucionar de verdad los problemas. Pero es un camino larguísimo y con muchas incertidumbres. Y que todavía no pasa por el Cerro Rico.

Y mientras tanto qué.

Mientras tanto, algunas partes de la sociedad boliviana viven en la miseria más negra y en absoluto desamparo. Conocimos algunas iniciativas admirables y esperanzadoras: allá donde no llega el Estado, intentaban llegar algunas organizaciones de la sociedad civil boliviana, una sociedad en ebullición. Hablo por ejemplo de Cepromin (Centro de Promoción Minera), una asociación que nació a finales de los 70 para apoyar la formación política y sindical de los mineros, que entonces constituían una fuerza social tremenda, capaz de tumbar dictaduras militares. Tras el colapso de la minería pública en 1985 y la ley de la jungla que vino después –causa importante de la presencia de niños y niñas en las minas-, Cepromin tuvo que readaptar su apoyo a los mineros, en pleno naufragio, y dedicarse a actuaciones de mera supervivencia.

Entre otros muchos empeños, desarrolló una excelente tarea contra el trabajo infantil minero, con resultados tan brillantes como los de Llallagua, donde impulsó otras salidas laborales para las familias y así consiguió que cientos de menores dejaran de trabajar en la minería.

Eso sí: Cepromin tenía muchas ideas pero pocos recursos, y algunos proyectos los llevaba adelante gracias a la colaboración económica de oenegés extranjeras. A nosotros también nos pareció muy interesante buscar una manera para colaborar con ellos: no se trataba de un aterrizaje de oenegés salvadoras, sino de un empeño surgido de la propia sociedad boliviana, al que le faltaban medios para desarrollar sus iniciativas. No era ideal que dependieran demasiado de ayudas extranjeras, pero nos pareció adecuado intentar echar una mano a alguna de esas actividades transformadoras, por ejemplo la del trabajo infantil minero, precisamente porque estaban dirigidas a que las propias familias mineras tuvieran a corto y medio plazo capacidad y autonomía suficiente para desarrollar los proyectos de vida que mejor les pareciera.

Dedicamos muchos meses a organizar algo con Cepromin pero, por mil historias, no cuajó.

Entonces Eider conoció los proyectos de la asociación Voces Libres en Potosí y, en concreto, el de la Escuela Robertito, la única escuela que atiende a los niños y las niñas de las minas. Insisto: la única escuela para esas familias de las chabolas del Cerro Rico. A Eider le gustó cómo trabajaban, nos lo contó, y a nosotros también nos gustó. Tuvimos las mismas dudas pero nos convenció el enfoque: más allá de asegurar la supervivencia básica, nos gusta la insistencia en la educación y la capacitación profesional de los chavales, para que puedan optar a mejores modos de vida; y en la formación de líderes locales –casi siempre mujeres- que luego se comprometen con sus comunidades y toman las riendas para luchar por sus derechos y sus condiciones de vida.

Es decir: un proyecto que apoya a la gente del Cerro Rico en un momento inicial, en ese momento en el que les faltan los recursos mínimos, que el Estado tampoco les garantiza, y sin los cuales no pueden ni siquiera intentar un cambio de vida. Y es un proyecto con vocación de ser prescindible o, al menos, no indispensable. Con intención de que sean los propios líderes de las comunidades, y no la oenegé, los que desarrollen a partir de ahora sus propias iniciativas, algo que ya empieza a ocurrir.

Conocimos casos concretos. En el reportaje ‘Mineritos’ aparece Fernando, un chico que con 13 años trabajaba rescatando arenillas de estaño en arroyos tóxicos de Llallagua, pero que pudo seguir con los estudios gracias a su fuerza de voluntad, a las ayudas de Cepromin y al extraordinario trabajo de los NATS (‘Niños y adolescentes trabajadores’, una organización gestionada por los propios jóvenes), y que con 18 años se marchó a estudiar una carrera universitaria. Dani estuvo en Potosí hace unas semanas, visitando de nuevo a algunos de los jóvenes que conocimos hace dos años en las minas, y nos acaba de contar el caso de Carmen, la chica que trabaja recogiendo restos de mineral en la bocamina pero que sigue estudiando con la ayuda tanto de Cepromin como de Voces Libres, con la esperanza de conseguir una vida mejor para ella y para su familia.

Nos parece adecuado colaborar en esta parte del proceso, en el empujón que necesitan muchas de estas personas para acceder a la educación, a trabajos y vidas mejores, para que luego se las apañen por su cuenta como mejor puedan y quieran. En Potosí, el Estado no proporciona esos mínimos. Muchas de esas personas formadas con ayudas de asociaciones se comprometen luego con su comunidad, trabajan para que otros puedan tener las mismas oportunidades de estudio y para impulsar la lucha por los derechos, y así se crea una rueda con la que parece que las cosas empiezan a moverse, aunque sea unos centímetros, en la buena dirección.

Sabemos que la cuestión no es dar más sino robar menos, que no es un asunto de caridad sino de justicia. Que no se arreglarán los problemas de fondo mientras existan sistemas de comercio injustos, fraudes fiscales que desangran a los países empobrecidos, corrupción a mansalva, relaciones tan desiguales. Sabemos que deberíamos ser una sociedad más autocrítica, más exigente con nuestros políticos y empresarios, para poner en cuestión toda esta trama de relaciones perversas en las que participamos. Y sabemos que nuestro proyecto no incide en esas cuestiones de fondo.

Pero decidimos que era mejor moverse así que no moverse.

Algunos de los lectores habituales de este blog sois gente que trabaja en el mundo de la cooperación al desarrollo, que tenéis conocimientos más profundos, visiones más críticas y opiniones mejor formadas que las nuestras. Y los que no trabajáis en esas áreas también tenéis sentido crítico y opinión. ¿Qué pensáis? ¿Es buena idea montar esta ayuda para la Escuela Robertito?

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La escuela de los mineritos sigue en marcha

Gracias a vuestras ayudas, acabamos de completar el presupuesto 2011 de la Escuela Robertito, la que atiende a las niñas y los niños de las minas en el Cerro Rico de Potosí (Bolivia).

En febrero, al principio del curso, hicimos un primer envío de 5.834 euros a este centro impulsado por la asociación Voces Libres. Desde esa fecha, los donativos siguieron llegando a la cuenta y así, la semana pasada, pudimos ingresarles otros 1.615 euros, con los que cubrimos los 7.449 euros del presupuesto que tenía la escuela para el 2011. Mientras llega la carta del banco con los movimientos, aquí tenéis un pantallazo de la transferencia:

Con los 7.449 euros, en la Escuela Robertito atienden durante todo el año a unos 60 o 70 chicos y chicas: les aseguran las condiciones básicas de educación, alimentación y salud, y desarrollan una labor concienzuda para prevenir el trabajo infantil minero. Tenéis información detallada sobre la escuela (y las posibilidades de colaborar) en la página www.mineritos.org . Nos gustaría seguir apoyando este proyecto.

Daniel Burgui volvió hace unas semanas a Potosí y allí visitó la Escuela Robertito y otros proyectos de Voces Libres. También visitó a niños y niñas que conocimos hace dos años, como Carmen Quispe, que entonces tenía 12 y trabajaba en la bocamina, recogiendo restos de mineral y ayudando a su madre en las tareas de serena (encargada de cuidar el material de los mineros).

(Carmen Quispe en 2009, foto de Daniel Burgui)

Dos años después, Carmen sigue asistiendo a la escuela. Saca buenas notas y disfruta de una de las becas de Voces Libres de 1.500 pesos bolivianos anuales (unos 150 euros), con los que paga su material escolar. A cambio, debe asistir a clase y colaborar un par de días a la semana limpiando la serrería y la carpintería que la fundación Voces Libres ha puesto en marcha para dar formación profesional a adultos y adolescentes, para que opten a oficios mejor cualificados y menos peligrosos que la mina.

(Carmen Quispe en 2011, foto de Daniel Burgui)

Daniel también estuvo con Elena, la madre de Carmen, que es serena en la bocamina y portavoz de las mujeres que trabajan como ella. En un momento habla de la hija que se le murió, y de la enfermedad que ha pasado Carmen este año y que han curado gracias al apoyo sanitario de Voces Libres.

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Ya vienen las futbolistas guaraníes

Las mujeres futbolistas del Chaco boliviano, protagonistas del reportaje Las madres guaraníes saltan a la cancha, llegan dentro de pocos días a San Sebastián. Vienen a participar en el torneo internacional Donosti Cup, que se celebra entre el 3 y el 9 de julio.

El empeño ha sido muy complicado -también se intentó el año anterior y no salió- pero esta vez el viaje de las bolivianas ha cuajado gracias al esfuerzo de las propias mujeres del Momim (Movimiento de Mujeres Indígenas del Mundo), de Iñigo Olaizola, director de la Donosti Cup, de Pilar Mateo, la doctora que desarrolla una impresionante labor sanitaria y social en aquella región, y de Xabier Azkargorta, «el Profe», «el Bigotón», el entrenador azpeitiarra que clasificó a la selección de Bolivia por única vez en su historia para un Mundial.

Azkargorta será el entrenador de las madres en la Donosti Cup. Hace unos días viajó a Camiri, en el Chaco, para rematar los entrenamientos con ellas. Como dice en este vídeo, «algunos futbolistas profesionales se suelen quejar de que entrenan mucho durante el día. Ellas trabajan, dan de comer a los hijos, sacan adelante a su familia y además entrenan. Es que son mujeres». Atentos a la celebración final del vídeo. ¡Qué majo, Azkargorta!

Vídeo (2:24): Xabier Azkargorta visitó Camiri.

En su cuenta de Twitter podéis seguir las andanzas de Azkargorta en estos  últimos días por el Chaco, con las futbolistas, la doctora Mateo, la recepción de Evo Morales…

Foto de Daniel Burgui. Aquí, una galería suya con más imágenes de las futbolistas.

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Empieza el curso en la Escuela Robertito

Empieza el curso en la Escuela Robertito, la que atiende a los niños y las niñas que viven al pie de las minas en el Cerro Rico de Potosí (Bolivia). En este centro les aseguran las condiciones básicas de educación, alimentación y salud, y desarrollan una labor concienzuda para prevenir el trabajo infantil minero. Como veis en la foto que nos acaban de mandar, los chavales empiezan el curso con mochilas nuevas. Los responsables del centro las han comprado, junto con el resto del material escolar, gracias a las aportaciones que muchos de vosotros habéis hecho.

Aquí abajo podéis ver el justificante de la transferencia que hicimos el mes pasado a Voces Libres, la organización que fundó la escuela (la única en toda la zona minera del Cerro Rico). Fueron 5.794 euros. También hubo un donativo on line de 40 euros. Total enviado: 5.834 euros. En las últimas semanas la cuenta ha seguido recibiendo aportaciones por valor de otros 620 euros. Total recaudado hasta hoy mismo: 6.454 euros.

El presupuesto para atender la educación y las necesidades básicas de 60 o 70 chicos y chicas durante 2011 era de 7.449 euros. Por tanto, el dinero enviado hace un mes cubre el 78% del presupuesto y el recaudado hasta hoy alcanza el 86%.

La cuenta corriente seguirá abierta. En www.mineritos.org tenéis reportajes sobre los niños mineros, información detallada sobre la Escuela Robertito, sus objetivos y su presupuesto, y los datos bancarios por si queréis colaborar. Apenas faltan mil eurillos para completar el presupuesto anual.

Os agradecemos muchísimo vuestra colaboración.


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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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