Dame una bomba atómica

Ayer, subiendo de Orio a Igueldo, tuve una avería en el cambio de la bicicleta. La rueda trasera quedó bloqueada, no podía moverme, así que pedí ayuda a los coches que pasaban en dirección a San Sebastián. Creí que alguno me llevaría.

Mi bici con una o dos ruedas desmontadas y yo mismo cabemos en el asiento trasero de cualquier coche, no digamos ya si tiene espacio en el maletero.

En algunos coches venían familias con niños en silletas, con los trastos de la playa, con perros: no tenían sitio. Dos hombres pasaron en un todoterreno pero solo iban hasta el siguiente caserío. Un chico apareció muy rápido con su coche y paró un poco, pero solo para decirme que iba con mucha prisa al trabajo, y aceleró de nuevo.  Paré cinco o seis coches, sin suerte. Hasta ese momento me pareció bastante normal.

Entonces aparecieron dos coches seguidos. En cada uno de ellos iba una pareja joven: chico al volante y chica de copiloto. Pensé que esta vez sí, que alguno de los dos sí. Levanté la mano para pedirles que se pararan. El primer coche empezó a frenar pronto, unos cuantos metros más abajo, y yo no me acerqué: pensé que vendría despacio hasta mí.  Pues sí. Pasó por mi lado, el conductor me miró un poco, apartó rápido la mirada y siguió adelante. El segundo coche tampoco paró.

Yo estaba en la cuneta, con una bici tirada en la hierba, levantando la mano para pedir ayuda en una carreterita de montaña.

Oh, dame una pequeña bomba atómica, no demasiado grande, lo suficiente para matar a un caballo por la calle –pero no hay caballos por la calle, decía B.-.

Tuve que llamar por teléfono a mi padre. Me dijo que iría a por el coche y que vendría a buscarme.

Me quité las zapatillas con calas, me eché la bici al hombro y caminé descalzo cuesta abajo, para acercarme a la salida de la autopista por la que llegaría mi padre. Mientras bajaba así, ya no pedí ayuda, claro. Pero a ver: en ese tramo pasaron casi una docena de coches y furgonetas, todos me miraron con curiosidad, yo era un ciclista descalzo, con las zapatillas en la mano, con la bici al hombro, caminando por la cuneta, ¿y creéis que alguno de esos diez o doce conductores bajó la ventanilla para preguntar al menos ‘oye, ¿todo bien?, ¿necesitas algo?, ¿te podemos ayudar?’”.

Oh, dame una bomba atómica, suficiente al menos para derribar las flores de una maceta.

He hecho autostop dos o tres veces en el último año –bajando del Pirineo con la mochila, por ejemplo- y veo que la gente de los pueblos suele parar, pero los turistas y los excursionistas, incluidas muchas parejas montañeras con sus furgonetazas, miran casi siempre para otro lado.

Me vienen ideas sobre una sociedad que merece una pequeña bomba atómica y que huele como a calzoncillos en julio, luego también pienso que quizá yo tengo aspecto peligroso y que asusto a las nobles gentes y entonces sí que me vienen ganas de lanzar una bomba atómica, un poco más grande, más luminosa.

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12 Comentarios Dejar comentario

  1. Nick #

    Desde quien ha vivido la misma experiencia casi en el mismo sitio (más bien hacia Arratzain) te digo que tu pretensión me parece marciana del todo. Suponer que cabes con tu bici en el asiento trasero de un coche sólo se te ocurre a tí. Yo no quepo y también soy sólo un ciclista con una bici MTB. Y nadie que te vea en la cuneta lo supondrá tampoco. Y menos aun, que no le pringues el asiento con la grasa de la cadena.
    Y por dios!, estabas a menos de 3km. de la estación del topo. En el peor de los casos, era una hora andando levantado el sillin de la bici para que ruede la rueda delantera.
    Esto me lleva a considerar el viejo asunto de los ciclistas de carretera vs. MTB. Esa reluctancia casi genética a usar los bidegorris cuando están disponibles, esa obsesión por la ligereza que induce a no llevar ninguna herramienta… en fin. No estoy seguro de que vuestra actitud sea la mejor ni para vuestra seguridad ni para el colectivo ciclista en general.
    Yo bajé andando desde Arratzain a coger el tren en Rekalde.

  2. Ander Izagirre #

    Nick:

    Te pasas por aquí a soltar todos tus prejuicios y tus pequeños demonios, con ese tonito anónimo y chulesco. «Esa actitud vuestra», dices. ¿De quién estás hablando? ¿En qué grupo me estás incluyendo? No tienes ni idea de lo que hablas: uso bidegorris todo lo que puedo, siempre llevo herramientas encima -pero la avería de ayer no se arreglaba sólo con herramientas, vente conmigo si quieres al taller-, y fíjate si seré obseso con la ligereza, que llevo hasta parrilla, espejo retrovisor, bolsa en el manillar con ropa, comida, teléfono, dinero, incluso en un recorrido corto cerca de mi ciudad. ¿De qué narices me estás hablando? Si estás rabioso contra no sé qué ciclistas, vete adónde ellos, pero no te pongas tan chulo conmigo.

    De donde yo estaba, la estación de tren más cercana es la de Aia. Eso es una hora por lo menos, caminando con las zapatillas de calas o descalzo y con una bici averiada al hombro. Lo habría hecho, si no hubiera tenido más remedio, obviamente, como lo he hecho alguna otra vez en que tenía la estación más cerca. Claro que mi bici sin ruedas y yo cabemos en un coche normal, ya no digo nada de furgonetas o todoterrenos: solo tenían que seguir su camino, conmigo y con mi bici en la parte trasera. A ti te parecerá una marcianada: a mí no. Así recogí a un ciclista averiado en Andazarrate cuando yo tenía furgoneta, por acordarme de un caso.

    Pero ni siquiera es ese el tema: estoy hablando de conductores que me ignoraron cuando pedía ayuda, sin saber ni siquiera qué les iba a decir, qué necesitaba.

    Saludos y bombas atómicas para todos.

    • Ander Izagirre #

      Olvidaba una cosa: «Ese viejo asunto de los ciclistas de carretera vs MTB», dices. Será un viejo asunto para ti, yo lo desconozco. Ando en bici de carretera y ando en bici de monte. Se ve que tienes algún pique ahí guardado, pues muy bien, pero qué culpa tendré yo para que me vengas con estas.

    • Nick #

      Yo también te hubiera recogido en mi coche. La semana pasada me paré en Maddiola a ayudar a un compañero que había pinchado. Soy habitual de la zona.
      No tengo ninguna guerra con nadie, pero veo con preocupación cómo, a medida que aumenta el carbono de la flaca, se tiende a ocupar más carretera y a mostrar menos sentido común.
      Por supuesto, no soy un héroe. Soy un señor mayor que ve con preocupación como algunos arriesgan todo lo progresado por los ciclistas por imaginar que están en el tour (y haber gastado en consecuencia).

      disculpa si te he molestado.

      P.D. pensándolo bien, si tengo una guerra: con las bicis de carbono

  3. Carlos #

    Ni caso a los trolls, Ander, o a gente que utiliza cualquier lugar para sacar la mierda que lleva dentro, aunque sea en casa ajena.

    A mí me pasó una historia parecida a la tuya, pero después de una caída, caminando con una vértebra rota y claros signos en la ropa de haberme ido al suelo. Lo peor es que los que me ignoraron y no pararon no fueron conductores, sino ciclistas que circulaban por el carril bici de Colmenar, en Madrid. Que 15-20 supuestos compañeros te ignoren en esa situación me duele más ahora que la espalda, ya curada.

    • Ander Izagirre #

      Eso sí que es grave, Carlos, y casi rozando el delito por omisión de socorro, ¿no? Ánimo, artista, ya saldremos un día a pedalear y a tener averías juntos.

      • Carlos #

        Cuando quieras y donde quieras, ya sabes que tienes casa permanente en Madrid y una Morcuera llamándonos 🙂

  4. Jorge #

    Que gusto da leer a Ander sin faltas de ortografía y buenas formas.

    Nosotros un día por el carril de Colmenar de tarde nos encontramos a un hombre que había rajado su cubierta más alla del Kutxu, yo volví con la rueda en mano, pero ya habían cerrado la tienda, el hombre era de Alcobendas y su mujer no tenía carnet, así que en la gasolinera le preguntamos a unos cuantos conductores, pero iban todos hasta arriba o no pasaban por Alcobendas, al final mi colega llamó a un conocido suyo que vino desde tres cantos a recoger a este hombre, su bici y su rueda rajada y lo dejó en su casa, con lo que también hay gente grande…, hay que poner también historias buenas que también las hay, aunque nos llaman más la atención las malas.

    Yo siempre pregunto si hay alguien detenido en la cuneta e intento devolver el saludo y darlo, aunque hay a veces que me harto y ya no saludo a nadie que ves cada uno que debe perder watios si te dice «buenos días»

    Que pena no haber podido recogerte y que me hubieras contado historias tuyas de pedales.

    Saludos

    • Ander Izagirre #

      Gracias por el comentario, Jorge. Ya nos contaremos historietas mientras pedaleamos, y que sea sin averías. Saludos.

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Kazetari alderraia naiz
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