La maldición del sexto

Sale la sexta edición de Plomo en los bolsillos, pronto en las librerías. Y nos da un poco de miedo: ya sabemos lo que les pasó a los ciclistas que intentaron ganar seis Tours.

Plomo en los bolsillos

“La carrera francesa siempre acaba cobrando su tributo, devorando incluso a sus mayores campeones. Cuando intentaron conquistar un sexto Tour, esa especie de fruto prohibido, los mejores ciclistas de la historia sufrieron desfallecimientos terribles, como si recibieran el castigo de un dios furioso por una blasfemia. Basta con recordar a Anquetil echando pie a tierra en 1966 camino de Saint-Étienne, pálido, agotado, lloroso; a Merckx en 1975, dando eses como una marioneta rota en Pra Loup; a Hinault, clavado  en Superbagnéres en 1986; a Induráin, fundido y deshidratado en Les Arcs en 1996”.

Y de Armstrong, qué vamos a contar de Armstrong. Que ganó siete, que se hundió en el octavo, que le pillaron, que entonces lo confesó todo en la tele y que aquí tenéis su capítulo actualizado, tal y como lo publicamos ya en la quinta edición: ‘Lance Armstrong y la nieve negra’

Tampoco estaría mal hundirnos en la octava y después confesarlo todo en la tele.

“En la edición siguiente, en la primera etapa montañosa, Armstrong se desmoronó en un puerto sin renombre: el col de la Ramaz. Es la eterna saña del Tour, que siempre escogió mataderos vulgares para acabar con los campeones, puertecillos sin ninguna historia y que por tanto quedaron consagrados en exclusiva a la memoria de las derrotas: Anquetil en Serrière, Merckx en Pra Loup, Induráin en Les Arcs, Armstrong en Ramaz. Para el campeón americano, que jamás pinchaba en momentos delicados, que jamás se enfermaba, que jamás se caía, aquella fecha estaba marcada como la del colapso. Nada más comenzar la etapa, se cayó, partió el sillín y tuvo que cambiar de bicicleta. Un poco antes de la ascensión a Ramaz, tocó una acera con el pedal y salió disparado por los aires. Golpeado, abrasado y aturdido, alcanzó al grupo justo en las primeras rampas, pero pagó el sofocón, se descolgó y pasó con un minuto de retraso por la cumbre. Se sintió vacío. Le costaba seguir el ritmo de sus gregarios, la desventaja crecía y, ya sin reflejos, fue incapaz de esquivar otra caída y rodó de nuevo por el asfalto.

En la ascensión a Morzine Avoriaz cumplió su calvario con una estricta sobriedad de gestos: pedaleó, como muy pocas veces, con los ojos ocultos tras gafas oscuras, con la mandíbula prieta y el rostro tenso en una máscara inexpresiva. En los últimos metros, con sesenta ciclistas ya clasificados por delante de él, con doce minutos de retraso, con la derrota irrevocable, se subió la cremallera del maillot para no cruzar la meta con el pecho descubierto, en un gesto un poco torpe y pudoroso, como un cadáver que se hubiera cerrado a sí mismo los párpados”.

Aquí tenéis a Hinault, que hoy cumple 59 tacos, un poco molesto el año en que aún no consiguió ganar el quinto Tour.

HinaultFoto: vía Urtekaria.

PD: El libro acaba de llegar a México D.F., a Tabaquería Libros. ¡Que viva Raúl Alcalá!

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3 Comentarios Dejar comentario

  1. Ander Izagirre #

    Aquí está el vídeo con el puñetazo de Hinault al manifestante (en la París-Niza de 1984): http://www.ina.fr/video/CAB89034964

  2. esnabide #

    Bueno…..sabiendo todo esto, no tiene por qué pasar.

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Kazetari alderraia naiz
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