Macaronesia

Estos días he caminado mucho por las montañas y las costas de la Macaronesia. Que viene del griego makaron nesoi: islas afortunadas. Según los griegos, cuando morían los héroes y las personas virtuosas, sus almas se iban a unas islas en el extremo occidental del mundo, a gozar del reposo eterno. Los navegantes suponían que las Canarias eran esas islas de los bienaventurados, o quizá restos de la Atlántida, o quizá el Jardín de las Hespérides, que daba manzanas de oro y estaba custodiado por un dragón de cien cabezas. A mí el viernes me pareció ver a Aquiles, arrugado y con artrosis, bailando canciones de Julio Iglesias en las piscinas de los hoteles de Tenerife (del minuto 1 al minuto 4).

El científico y explorador Alexander von Humboldt desembarcó en 1799 y dijo: “Ningún sitio me parece más apropiado que Tenerife para suprimir la melancolía y devolver la paz al alma dolorida”. Dio las siguientes razones: el clima benigno, el aire puro, el paisaje bellísimo y la ausencia de esclavitud.

Me acuerdo mucho de estos párrafos de Predrag Matvejevic en Breviario mediterráneo:

“A las islas se les atribuyen rasgos y estados de ánimo humanos: también son solitarias, silenciosas, sedientas, abandonadas, desconocidas, malditas, a veces afortunadas o bienaventuradas (…).

“Los que más olvidados están son los escollos, sobre todo los que carecen de dolinas y agua potable: si no se incorporan a un archipiélago conocido, pierden su identidad en la jerarquía de la costa, quedan para siempre apóstatas, célibes, anacoretas. Las rocas que sobresalen en los bordes de las islas han suscitado cuentos de horror y espectros (…).

“Las islas se convierten a menudo en lugares de recogimiento o paz, arrepentimiento o expiación, exilio o encarcelamiento: por eso cuentan con tantos monasterios, cárceles y asilos, instituciones que asumen y a veces llevan al extremo la condición y el destino insulares (…). El rasgo común de la mayor parte de las islas es la espera (…).

“Pero las islas ayudan menos de lo que se cree a vencer o poseer el mar”.

Almáciga Anaga Tenerife MacaronesiaFoto: pueblecico de Almáciga, en la costa de Anaga.

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2 Comentarios Dejar comentario

  1. A-islarse es bueno de vez en cuando y veo que en ello estás de acuerdo conmigo. Incluso esperando ese atardecer-espectáculo frente a Almáciga.
    Me descubro ante la Macaronesia y sus mentores.

    • Ander Izagirre #

      Me bañé en pelotas en la playa negra de la Almáciga, viendo la puesta de sol. ¡Oh! (Y con mucho ojo: el mar «tenía rebozo», o sea, muy mala leche, había corrientes tremendas, me contaron un par de desgracias recientes). En esa costa me acordé mucho de ti, Santi, ya me contarás en qué rincones te agazapaste. Los montes de Anaga me maravillaron, me pegué unas caminatas preciosas. Ando escribiendo algo, a ver.

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